Juicio de lesa humanidad: “A Rubén Palazzesi lo mataron por el palo verde”

El testigo y víctima Jaime García Vieyra contó sus días secuestrado en la Quinta de Guiñazú. Silvio Viotti detalló el despojo realizado por el Ejército. El juicio sigue el 21.

Córdoba 18/03/2023 Adrián Camerano Adrián Camerano
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Los tres represores imputados gozan de la prisión domiciliaria. Foto: Jorge Vasalo.

La segunda audiencia del 13° juicio por delitos de lesa humanidad en Córdoba contó con dos testigos, víctimas directas ambos del terrorismo estatal que asoló al país desde 1974 hasta 1983. El arquitecto Jaime García Vieyra y el farmacéutico Silvio Viotti testimoniaron este miércoles 15, y se comprometieron ambos a asistir a la inspección ocular que autorizó el Tribunal Oral Criminal Federal 2 en la Quinta de Guiñazú, con fecha a confirmar.

García Vieyra compareció ante los jueces en su doble condición de testigo y víctima d ellos hechos que se investigan, su secuestro junto a Rubén Palazzesi y el de Teo Cavigliaso; torturados todos, Palazzesi fue asesinado.

El ex secretario de Cultura provincial detalló cómo fue el operativo ilegal a partir del cual estuvo cautivo en Guiñazú, brindó algunos detalles de la quinta y el entorno y aportó los apodos de quienes lo privaron ilegítimamente de la libertad y lo torturaron. “No eran sólo tres, había un tal Verd, usaban apodos; creo que había 4 o 5 personajes ahí que no figuran en la causa” precisó y relató con lujos de detalles cómo en el sótano de la quinta “me tenían solo, encerrado en un sótano con ratas”.

Arquitecto jubilado de 78 años, García Vieyra señaló que de día “me sacaban, me colgaban y me golpeaban” y de noche, en el sótano, “compartía la comida con ratas, tenía que correrlas, me venían a disputar la comida”.

A la vez, “a Palazzesi lo tenían en otra habitación, con él se ensañaron” relató, y aclaró que la víctima fatal sufrió picana y él no. Sin embargo, “me dijeron dos veces ´vos sos el próximo´”, y por estar colgado de un gancho y quedar en puntas de pie “me quedó este hombro salido”, mostró a los jueces.

“A Rubén lo torturaban mucho más que a mi, le querían sacar un millón de dólares, era la obsesión”, y “en un momento, yo no creo que haya sido después de diez días, creo que antes, se para todo. Un silencio fuerte. Ahí infiero que lo mataron; a Rubén lo mataron por el palo verde”, manifestó.

“A partir de ese día, continuó, hubo una diferencia, presiento que vino un personaje de muy alto rango, ya no hubo situaciones extremas y apareció un individuo y me dijo vos te vas a salvar porque no tenemos archivos tuyos; hace un año no hubiéramos esperado la orden, ahora estamos esperando la orden para pegarte un tiro y tirarte en una zanja. Yo no vi la cara de ninguno de ellos”.

García Vieyra señaló que unos diez días después de su detención “trajeron una noche a una persona destrozada; balbuceaba, yo le preguntaba cosas pero no podía hablar, era un lamento permanente: era Cavigliaso”. Pocos días más tarde, el secuestrado es llevado a la D2 de calle Mariano Moreno, luego al Pasaje Santa Catalina y finalmente legalizado en la UP1.

Al igual que las dos primeras testigos en el juicio, García Vieyra relató su experiencia ante el Consejo de Guerra, la causa federal que lo tuvo como acusado y la participación en la represión de funcionarios judiciales de la época, como el juez Puga y su secretario de entonces, Luis Rueda, que murió hace pocos años, ostentando el cargo de camarista federal.

El testigo explicó que los represores “me trataban con toda la crueldad posible” y consideró que “eran las hienas que tenía el Tercer Cuerpo y que nunca más los conocí, hasta ahora. Había otros”, insistió.

“Cuando uno pasa a ser legal es como nacer de nuevo; en ese momento desaparecía mucha gente” señaló, abonó la hipótesis de la presencia de la patota de la Esma en la quinta y señaló que además de un hombro dislocado, de aquellos tormentos “me quedó una cicatriz en el corazón”.

El despojo económico y la quinta como centro clandestino

La segunda declaración fue la de Viotti, quien contó algunas características de la quinta, su propia detención en el Operativo Escoba de 1977 y la cesión bajo amenaza firmada por su padre, propietario legal del inmueble.

“Nos decían que si no firmaba iba a seguir preso. Me empieza a visitar en Alta Córdoba un tal coronel Álvarez de Oro, me dice que va a salir pero cediendo la quinta”, detalló. Silvio Viotti padre termina firmando la cesión con “una comisión a ellos, en realidad casi todo”. Viotti hijo relató cómo en sucesivas visitas al lugar vio soldados uniformados y represores de civil, consideró que al menos dos tríos de militantes permanecieron secuestrados allí y dijo que los intentos por recuperar el predio y la gran cantidad de cosa robadas por los militares “no prosperaron”.

En una audiencia accidentada, cuya transmisión virtual se cortó al menos cinco veces, Viotti dijo que “a mí me interesa contar que en esa quinta hubo otros crímenes” y que “ese fue el último campo de concentración que hubo en Córdoba”. También contó cómo viejos vecinos del predio le relataron la existencia de secuestrados, la presencia de militares y otro detalles propios de un lugar con funcionamiento clandestino.

A pedido de la querella, se aprobó realizar una inspección ocular en fecha a determinar, que contará con la participación de los dos testigos. La próxima audiencia será el 21 de marzo desde las 14.30, con tres testimonios vía teleconferencia.

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