¿Cuándo comenzó la decadencia económica en Argentina?

Los principales indicadores económicos y sociales entraron en un tobogán a partir de la dictadura de 1976, cuando se abandona la estrategia de desarrollo comenzada en 1946.

Ed Impresa 21/01/2022 Facundo Piai
Martinez de Hoz - Videla
Los principales indicadores económicos y sociales entraron en un tobogán a partir de la dictadura de 1976, cuando se abandona la estrategia de desarrollo comenzada en 1946.

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Especial para La Nueva Mañana

En la columna anterior comenzamos a analizar la afirmación: “Argentina tuvo un ingreso per cápita de primer mundo durante el 1900, hasta que llegó el peronismo”. Destacamos que las estadísticas sobre las que se asienta la primera sentencia son inconsistentes y la información del período, endeble. Por tanto, sentencias de este tipo deben tomarse con mucha discreción. Lo expuesto no niega, sin embargo, que el crecimiento económico durante el modelo librecambista fue vigoroso; sobredimensionado al partir de una base de comparación baja (la economía del siglo XIX).

También mencionamos que el modelo agroexportador dependía exclusivamente de factores externos: siendo el precio internacional de los alimentos y la demanda británica las principales variables. En ese sentido, la depresión económica británica durante los años 20 condicionó la suerte de aquel modelo. Las pérdidas humanas, materiales y de infraestructura dificultaron la recuperación de los británicos tras la Gran Guerra afectando su demanda de alimentos. Pero hasta el momento nada dijimos de la segunda afirmación, que motiva a esta columna ¿El advenimiento del peronismo sumió al país en el errático periplo de decadencia? 

Al proteccionismo no lo inventó Perón

Vale aclarar que nunca un modelo reemplaza a otro por caprichos de la historia. Ocurre que el declive de Gran Bretaña como potencia global y el emerger de los EEUU, economía poco complementaria con la Argentina, impone un escenario desalentador para “el granero del mundo”. De lo anterior se desprende que el sistema agroexportador que instauraron los librecambistas ya mostraba signos de agotamiento antes de la gran crisis del ´30. Al respecto, Aldo Ferrer, ex docente universitario y ministro de Hacienda, muestra en La Economía Argentina la pérdida de peso de la actividad agropecuaria en el PBI. Mientras que en el periodo 1900-1904 explicaba el 33% del producto, en 1920-1924 promedió el 28%, para luego caer aún más. 

Finalmente fue la crisis global del capitalismo conocida como la Gran Depresión la que decreta el fin del librecambio. La recesión económica mundial implicó un cambio de paradigma en donde la protección del mercado interno con altos aranceles y el rol activo del Estado implementando políticas anticíclicas fueron claves para superar la penuria. Desatada la crisis económica, los diferentes gobiernos conservadores introdujeron pragmáticamente el control de cambios, suba de aranceles a las importaciones, lo cual estimulaba el mercado interno. Así, entre 1933 y 1939, ayudado por la suba del precio de los cereales, el producto bruto interno aumentó 23%, para luego aminorar su crecimiento.

Recién en 1946 el gobierno peronista sistematiza, ordena y profundiza las medidas implementadas anteriormente con un objetivo definido: la industrialización del país. Mediante un control del comercio exterior, el justicialismo regulaba tanto el ingreso como egreso de divisas, y también la asignación de las mismas. Así, logró romper con uno de los puntales del librecambismo, el predominio de la riqueza agraria en manos de una minoría social. Los faustos palacetes emplazados en la ciudad puerto (el Duhau, San Martín, Palacio Paz, Álzaga Unzué, entre otros) son una huella viva del derroche de la renta del agro por parte de la oligarquía terrateniente y comercial porteña. 

Menos palacios y más chimeneas

Disponer del excedente agrario le permitió al Estado direccionarlo para la importación de tecnología a dólar subsidiado, entre otros aspectos. A su vez los diferentes estímulos paraarancelarios aligeraban los costos de los sectores claves garantizando recomposición salarial y altas ganancias al mismo tiempo. De este modo, los salarios reales industriales crecieron alrededor del 53% entre 1943 y 1949 (de acuerdo a: Los determinantes del salario en la Argentina: un diagnóstico de largo plazo y propuestas políticas. Llach, J. y Sánchez, C.) lo cual motorizaba la demanda interna que se plasmó en un auge del consumo popular. En estos años, la industria metalmecánica duplica la cantidad de establecimientos en el país, destacándose la fabricación de las heladeras Siam que luego diversificarían su producción.

Durante el período la disponibilidad de “bienes y servicios creció el 45% favorecido por la mejora en los términos de intercambio, mejor acceso al crédito productivo e inversiones extranjeras” (La política económica en una sociedad conflictiva. El caso argentino. Mallon R y Sourrouille J.V.). Sin embargo, el peronismo no logró revertir el cuello de botella histórico de la economía nacional: la falta de dólares. Habiéndose desarrollado gran parte de la industria liviana, la segunda fase del proceso industrializador se vio dificultada por el deterioro de los términos de intercambio. La severa sequía de 1951-1952 repercutió duramente en la producción del agro y las exportaciones. 

De lo anterior se desprende que el proceso industrializador que propuso el general Perón quedó trunco al no poder conseguir las divisas necesarias para financiar la transformación de la estructura productiva que requerían la plena industrialización. Sin embargo, la economía en 1955 tenía más tecnología que en 1946 y era mucho más sofisticada que la que deja el modelo agroexportador. Las estadísticas muestran que en un PBI que se expandía, la actividad industrial pasó de explicar menos del 25% del producto a los 30 puntos. Consecuentemente, el estándar de vida del conjunto de la población había evolucionado. 

El PBI per cápita converge con el de los anglosajones

En suma, de acuerdo a estimaciones de la OCDE, el PBI per cápita de Argentina creció a una tasa cercana al 2% anual, en la segunda posguerra. Se trata de guarismos similares a los cosechados por Estados Unidos, Gran Bretaña, Australia y Nueva Zelanda. Precisando aún más, es una tasa de crecimiento menor al promedio de Europa, Brasil y México, pero mayor que la conseguida por Uruguay y Chile. Vale aclarar que el proceso de industrialización, con sus bemoles, prosiguió tras el golpe de 1955, durante toda la década del ´60 y parte del 70. De este modo, los censos industriales dan cuenta que en el quinquenio 1925-1929 la industria ocupaba a 890 mil personas, en 1950 a 1.780.00 y en 1960 a 2.130.000.

Para los ´70 se exportaba mayor valor agregado y más del 20% de las exportaciones eran manufacturas de origen industrial. Así, en 1974 el PBI per cápita de la argentina era alrededor de 38% menos que el de las potencias industriales, es decir, se trata de la misma diferencia que había durante el auge del modelo librecambista. De lo anterior se desprende que, durante la época de oro del capitalismo (1950-1973), donde las potencias industriales crecieron exponencialmente, el PBI per cápita de la Argentina creció en torno a esos guarismos. El crecimiento ininterrumpido de la economía argentina entre 1964 y 1974 traccionado por el desempeño de la industria permitió que el ingreso por habitante no se distancie más del de los europeos pese al fuerte crecimiento de aquellos. 

El ocaso

Los principales indicadores económicos y sociales entraron en un tobogán a partir de la dictadura de 1976, cuando se abandona la estrategia de desarrollo comenzada en 1946. La vuelta del libre cambio más la vorágine de movimientos de fondos especulativos de corto plazo pulverizaron a muchas industrias que no podían competir. Mientras que, por otro lado, la inversión productiva se redujo alrededor de 10 puntos del PBI entre 1980 y 1990. Asimismo, desempleo y pobreza que estaban en 2,3% y 8,3 en 1980, aumentaron a 7% y 47%, respectivamente, en 1990. Mientras que la indigencia pasó de 1,8 a 16% entre una punta de la década y otra, según reportes de Eduardo Basualdo. El investigador del Conicet Martín Schorr reporta que la dictadura concluye con un 10% menos de volumen de manufacturas industriales en relación a la década anterior; 35% menos de obreros ocupados; y un 35 por ciento menos de horas trabajadas por hombre. En efecto, el PBI per cápita comienza a perderle pisada al de las potencias industriales a partir de 1976.

 

 

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