El principio del fin del individualismo y la política como única salida posible

Se cumplen 20 años del diciembre que terminó con el gobierno de la Alianza. La memoria sobre los hechos que obligaron a la clase política a reinventarse y sumar nuevos actores.

Ed Impresa 20/12/2021 César Martín Pucheta César Martín Pucheta
2001 Plaza  © NA
Fueron días de total desconfianza, de dolorosa indiferencia, de una profunda desazón ante un país que se hundía sin que nadie, en apariencia, pudiese salvarlo. (Foto: NA)

chapa_ed_impresa_01  

 

Los pibes y pibas que hoy comienzan a experimentar sus primeros pasos en la vida política activa apenas si habían nacido en diciembre del 2001. A diferencia de ellos y ellas, la generación que vivió la crisis había crecido en medio de un clima en el que “los políticos” se habían encargado de destruir la política. Fueron días de total desconfianza, de dolorosa indiferencia, de una profunda desazón ante un país que se hundía sin que nadie, en apariencia, pudiese salvarlo. De ahí el grito “Que se vayan todos”. Por eso el cántico le agregaba un aclaratorio con el “Que no quede ni uno solo”.

El 20 de diciembre del año 2001, Fernando de la Rúa renunció a la presidencia que ocupaba desde 1999. La primera parte, con una legitimidad popular que se explicaba a partir del sentimiento de esperanza que representaba esa alianza entre el radicalismo y el Frepaso, que prometía poner fin a los días de la impúdica fiesta menemista. Lo único que logró fue terminar cualquier tipo de fiesta.

La historia ubica al estallido social durante esos dos días principalmente por la declaración del Estado de Sitio y la renuncia del Presidente. Pero lo cierto es que la Argentina vivía en un clima de ebullición permanente. Lo que fue salvaje durante esos días fue la represión, que dejó un saldo “oficial” de 38 muertos, cientos de heridos, 4000 detenidos. Lo que todavía resulta increíble es que desde ese 20 de diciembre iba a comenzar una danza de nombres que se fue haciendo cargo del país alternadamente. Fueron en total cinco hasta el 2 de enero del 2002, cuando la Asamblea Legislativa designó a Eduardo Duhalde.

El comienzo del fin

Si los noventa habían sido una oda al individualismo y el sálvese quien pueda, los dos años de la Alianza solo sirvieron para profundizar esas ideas y, con ellas, la debacle económica y social. De la Rúa no se había animado a tocar el tipo de cambio y la ilusión del “uno a uno” siguió destruyendo a la economía nacional mientras los indicadores llegaban a puntos que hoy parecen ridículos. 

Más de 14 millones de personas vivían bajo la línea de la pobreza en un país de poco más de 36 millones. Más del 18% de la población activa estaba desocupada, el Producto Bruto Interno caía por debajo del 10%. De la Rúa, solo tras la renuncia de Chacho Álvarez, lo había llamado a Cavallo que, para complacer los requerimientos del FMI, había tomado un par de medidas cuyos resultados sólo parecían positivos a sus ojos. La definitiva se llamó “Corralito” y consistía en limitar el acceso a los billetes físicos que los ahorristas tenían en los bancos. Fue el comienzo del fin. “Meterle la mano en el bolsillo a la clase media”, como habitualmente se advierte, fue el tiro de gracia para un Gobierno que tenía a la gente en la calle desde hacía demasiado tiempo y no sabía qué hacer con ella. 

Helicoptero De la Rua © NA
El 20 de diciembre del año 2001, Fernando de la Rúa renunció a la presidencia que ocupaba desde 1999. (Foto: NA)

Todas las medidas consistieron en recortar el gasto. López Murphy duró menos de 15 días en el Ministerio de Economía cuando quiso recortar el presupuesto universitario, Patricia Bullrich debutó en el Gabinete nacional recortando el 13% a salarios públicos y jubilaciones. Chacho Álvarez abandonó su cargo luego de enterarse de un escándalo de coimas que se había pagado en el Senado de la Nación que él presidía para votar una reforma laboral que habría las puertas a niveles extenuantes de flexibilización y pérdida de derechos para el grueso de la clase trabajadora. 

¿Cómo se manifestó, entonces, la bronca de un pueblo desmovilizado y descreído de las posibilidades de cambio? En primera instancia, a través de voto. El resultado electoral del 14 de octubre de 2001 quedará en la historia como uno de los más contundentes divorcios entre la clase política y el pueblo argentino. Naturalmente, ganó la oposición. Pero lo más significativo fueron los votos blancos y nulos, que sumaron un 23,99%; y la abstención, que llegó al 24,53%. 

El comienzo de la reivindicación del héroe colectivo

No fue fácil desarmar los discursos y las ideas que habían marcado el pulso de la Argentina desde comienzos de la década de los noventa. Sin embargo, en la bronca desorganizada del 19 y 20 de diciembre hay un primer paso que se expresó en otros de los cánticos de época (que todavía muchos cuestionan, por cierto): “piquete y cacerola, la lucha es una sola”. 

Las diferentes realidades que se vieron avasalladas por las decisiones políticas de la Alianza fueron las que terminaron empujando a De la Rúa hacia el final de sus días en la actividad política. Esa unión que logró torcerle el brazo a una clase dirigente empezó a desarmar la idea de la salida individual como único camino posible. No lo hizo de modo definitivo, pero empezó a evidenciar un proceso que iba a hacerse carne un par de años más tarde, con el afianzamiento del Gobierno del Frente para la Victoria, la cancelación de la deuda con el FMI, la reactivación económica y el comienzo de un proceso de participación política que aún llega a nuestros días. 

Aunque los pibes y pibas que hoy dan sus primeros pasos en la actividad política ni siquiera puedan llegar a tomar dimensión de la crisis que hace 20 años combinó desaprensión política con saqueos, represión, hambre y autoritarismo, los procesos que protagonizan por estas horas tienen su comienzo en aquellos días. Los procesos de organización popular que hoy contienen a miles de personas en las barriadas populares tal vez hayan tenido su expresión más genuina en aquellos días, también los niveles de participación que llegaron a tocar picos históricos hacia finales de la primera década de los 2000 tienen una razón primaria en el “que se vayan todos”, que en el fondo obligó a la clase política a reinventarse y sumar nuevos actores. 

Actualmente, la Argentina enfrenta un nuevo proceso de negociación con el Fondo Monetario Internacional, en el que el debate vuelve a estar puesto sobre la mesa de cada uno de los hogares a lo largo del país. Cuando muchos pensaron que el mal recuerdo podía servir de enseñanza, la administración que heredó la mayor parte de técnicos y funcionarios de aquella Alianza, la de Cambiemos, solicitó al FMI el préstamo más grande entre los que se tenga memoria en el organismo. 

El 

Corralito  © NA
El “Corralito” consistía en limitar el acceso a los billetes físicos que los ahorristas tenían en los bancos. Fue el comienzo del fin. 

Ese crédito, ahora deberá ser cancelado por la actual gestión.

Si hay una coincidencia respecto al pasado es que aquellos horrores no deberían volver a repetirse y que las políticas que privilegian el cumplimiento de las exigencias externas por sobre las necesidades internas, se dirigen hacia un comprobado camino de fracasos. 

En los próximos meses, el Gobierno nacional anunciará un primer acuerdo con el Fondo en el que la dirección de las políticas y las negociaciones empezará a quedar más en claro. Hay una generación que observa con atención la manera en la que la deuda termina condicionando la política del país y por estas horas asiste a memoriales y recuerdos ajenos que dan cuenta de aquellos momentos extremos en los que la política se olvidó de la gente y la expulsó del sistema. Quizás la gran noticia sea que, en algún momento, ese vínculo comenzó a reconstruirse y, con altibajos, a tomar otro camino. Y en el juego de las comparaciones, ese presente augura otros futuros posibles. 

LNM - Edición Impresa

Seguí el desarrollo de esta noticia y otras más 
en la edición impresa de La Nueva Mañana
 
Todos los viernes en tu kiosco ]


Últimas noticias
Lo más visto