Córdoba, una ciudad de contrastes que se debate entre crisis y expectativas

Manolo vive en calle Diego de Torres, San Vicente; por primera vez en 45 años reasfaltan su cuadra. A 300 metros, Sofía espera el 72 camino al Centro: el colectivo jamás pasa a tiempo.

Ed Impresa 28/12/2020 Ignacio Martín Ignacio Martín
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(Foto: Municipalidad de Córdoba)

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OPINIÓN

Córdoba es una ciudad de contrastes, y el 2020 de Martín Llaryora como intendente, pandemia mediante, no fue la excepción. En una ciudad con problemas acarreados desde principios de siglo y con gestiones municipales malas o mediocres que se suceden unas a otras, el retorno del peronismo a la capital provincial se amalgamó con un nuevo conflicto de escala global que cambió algunos paradigmas, pero mantuvo otros. Es que en medio de una pandemia, el oriundo de San Francisco pasó su primer año entre claros y oscuros, con algunas soluciones concretas, momentos de improvisación y una importante lejanía frente a los vecinos y algunos medios, escudada en un par de nombres que siempre dan la cara (un sello de Hacemos Por Córdoba). Esas mismas caras que fueron las que justificaron, por ejemplo, la desorganizada campaña de testeos junto al COE provincial, o los idas y vueltas en las habilitaciones de algunas actividades.

De cal y de arena

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Aunque el boleto del urbano no aumentó este año, la calidad del servicio sigue siendo paupérrima y su mínima adecuación de líneas les quitó colectivos a algunos barrios sin mostrar mejoras en las frecuencias. (Foto: Javier Imaz / LNM)

No hay dudas de que nadie esperaba el impacto que tuvo el coronavirus en Córdoba y Argentina. Echar culpas sobre la Intendencia acerca de cuestiones de vieja data luego de solo 12 meses a cargo sería injusto, mucho más cuando en el medio se vivió una de las cuarentenas más estrictas del mundo, dispuesta por un Gobierno nacional casi siempre aliado a la Provincia y, por ende, a la Municipalidad. También sería arbitrario dejar de nombrar algunos de los logros que tuvo el primer año de la primera gestión municipal alineada con el schiarettismo: las Grandes Manzanas, el saneamiento de basurales, la solución al Sistema de Estacionamiento Medido (herencia directa de Ramón Javier Mestre), la (aún en desarrollo) transformación del Zoo municipal, etcétera. El problema está en que pocas de esas soluciones dan respuesta a crisis viejas pero con más vigencia que nunca. Esos mismos problemas estructurales que, en algunos casos, no mostraron ni un atisbo de solución a pesar de las múltiples emergencias sancionadas. Aunque el boleto del urbano no aumentó este año, la calidad del servicio sigue siendo paupérrima y su mínima adecuación de líneas les quitó colectivos a algunos barrios sin mostrar mejoras en las frecuencias. Sí, las Grandes Manzanas son una de las iniciativas más innovadoras, pero su sola implementación pareciera ser un parche o un capricho, mientras el resto del Centro sigue colapsado y el prometido Ferrourbano aún es eso, una promesa. Recién en diciembre se anunció un plan de bacheo mientras que apenas se hicieron avances en la necesidad de sanear el río Suquía, que cuenta con el triste honor de ser uno de los más contaminados del país. Mientras tanto, el Concejo Deliberante cumplió 28 sesiones especiales llamadas a criterio del Ejecutivo, es decir, con el único objetivo de aprobar proyectos propios y con la oposición relegada a un papel de reparto. El conflicto con el Suoem, por otro lado, solo mostró tensión, problemas para el resto de los vecinos y un ahorro que a fin de cuentas no se hizo efectivo, porque mientras se prorrogaba una y otra vez el asueto administrativo, un importante número de empleados "en negro" o monotributistas realizaban acciones de limpieza y mantenimiento que no hacían empleados de planta permanente. 

La disputa con el Suoem, un “empate técnico”

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Los empleados de la Municipalidad perdieron beneficios, pero el gasto continúa tras días de intensa conflictividad. (Foto: Gentileza Suoem)

En la “guerra con el gremio municipal”, el “empate técnico” no favorece a nadie: los empleados perdieron beneficios, pero el gasto continúa tras días de intensa conflictividad. Esa lucha contra entes sindicales con poder acumulado durante décadas se vio acelerada de golpe en función a las restricciones de pandemia. Rápida de reflejos, la gestión de Llaryora movió hilos entre operadores políticos en distintos medios cordobeses para anunciar con bombos y platillos distintos recortes, mientras casi todo el mundo estaba encerrado en su casa. Esa progresiva erosión pensada para cuatro años (ocho en el mejor de los casos) y alentada por un amplio sector de la sociedad cordobesa se aceleró mientras las calles estaban vacías. El sanfrancisqueño primereó al Suoem, que reaccionó tarde y en muchos casos, mal. Con la mayoría de los medios en contra, el poco control a las bases terminaba con una crónica de municipales atacando a un taxista antes que una entrevista a los referentes explicando el porqué de la protesta. Pero Llaryora no es el primer jefe comunal que se quiso plantar ante el Suoem. En cambio, el ex vicegobernador sí es el primero en años que pocas veces se animó a contestar consultas de los medios por fuera de notas pautadas y tibios reportajes. El estigma opositor de un intendente que “no conoce la realidad” de una ciudad con años de desidia en sus espaldas sigue vigente. Quedará para el año próximo saber si esas soluciones concretas y esos principios de solución son suficientes no solo para contradecir prejuicios, sino también para mantener las ilusiones electorales de uno de los candidatos a suceder a Juan Schiaretti en el Panal, en el largo camino a 2023. En el medio, casi un millón y medio de vecinos esperando que ésta sea por fin la gestión que esté a la altura, tras dos décadas pálidas.

 

 

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