Pandemias, letras y literatura

La afectación que padece la sociedad en estos días atraviesa todos los niveles constitutivos de cada organismo (colectivos y/o individuales). En varias obras literarias es posible visualizar similares situaciones.

Ed Impresa28/03/2020 Flavio Colazo
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Albert Camus, Giovanni Bocaccio y José Saramago

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Especial para La Nueva Mañana

La literatura abunda en obras que aluden a episodios de similar tenor al que estamos viviendo.  En obras proféticas (San Juan en el Apocalipsis), ficciones pseudo-biográficas (Diario del año de la peste -1722- de Daniel Defoe, o Los Novios -1827- de Alessandro Manzoni)  o demás modos literarios, es posible encontrarnos con descripciones, advertencias, reflexiones y muestras varias de las consecuencias diversas que acarrean estos trances. En la gran mayoría se muestra al orden social como la primera gran barrera de contención. En esta nota abordaremos tres ejemplos en los que quizás puedan encontrarse sugerencias o útiles llamados de atención respecto al orden social una vez que éste se quiebra.


El Decamerón o el plácido paso del día a día.

Compendio de historias (al estilo de Las mil y una noches) y publicado en 1352 por Boccaccio, el libro muestra aspectos de la peste de 1348 en Florencia. Son 100 historias narradas en 10 días por 10 jóvenes florentinos (7 mujeres y tres hombres). En las páginas iniciales se da cuenta del estado de situación de la ciudad -atroz y caótico- y de las reflexiones propias del autor, y también de los personajes, las cuales los arrojarán a establecerse en un retiro campestre lejos de la ciudad, a fin de mitigar la pena provocada por la presencia en sus mentes y espíritus del mal que azota a su mundo (su ciudad). Toda vez que estamos en momentos históricos en que el razonamiento y el sentir religioso es uno solo, nadie duda sobre la voluntad divina de la peste en la ciudad como castigo a algún comportamiento aún no develado -pero aclara Boccaccio que no sabría decir si acaso no fue mayor la crueldad de los hombres que la de los cielos.

En la trama 7 mujeres casi veinteañeras, en una iglesia, razonan que toda vez que no hay método salvífico lo mejor es retirarse del espanto para esperar a la muerte (si llegara) en pleno disfrute de relajación y placer. Siguiendo el razonamiento de la época concluyen que es indispensable la presencia masculina y proponen a tres jóvenes que las acompañen. Entre los llamados de atención más notables que nos pueden llegar de aquella obra está aquel en que el autor describe cómo la gente se va desconociendo y abandonando unos a otros, llegando los padres a abandonar a sus hijos y viceversa. También atiende a la tentación de caer en una dulce resignación y contentarse con aprovechar el día (el carpe diem de Horacio) sin esperar la llegada del mañana. Sobre lo absurdo de la acumulación de riquezas menciona las incontables riquísimas herencias que han quedado sin dueño. Riquezas excesivas que no sirvieron de nada. Algo de este pensamiento puede encontrarse hoy por hoy en el discurso que dio Nayib Bukele, presidente de El Salvador, al presentar las medidas socioeconómicas que decretó su gobierno para paliar la pandemia del coronavirus. Entre similitudes de problemática operacional con la actualidad se muestra la imposibilidad de los sectores acaudalados para encontrar servicio domestico idóneo (aun ofreciendo fortunas enteras como pago por el servicio) y las dificultades de abastecimiento y traslado.

Decameron

Camus: La peste, y la existencia.

El existencialista Albert Camus sitúa la acción de la novela “La peste” en 1940, en la ciudad argelina de Orán. En ese escenario la peste bubónica va a descomponer todo el orden preexistente. A diferencia del Decamerón, aquí los héroes (el médico Rieux y su compañero Tarrou) asumen la responsabilidad de controlar los padecimientos de los ciudadanos e incansablemente darán batalla. Camus, más allá del escenario caótico y depresivo, nos muestra al mismo tiempo ciertos florecimientos de los aspectos más honorables del ser humano en algunos individuos como consecuencia de la compresión de la fragilísima situación en la que se encuentran. A la vez pretende mostrar que la razón al servicio de la vida prevalece por sobre los instintitos primarios, y cómo mediante la buena voluntad del ser humano es posible si no escapar de la muerte, esperarla con dignidad e integridad; y valúa a la solidaridad como una parte magnífica de la condición  humana. Camus concluyó, luego de La peste, que “en el ser humano hay más cosas admirables que despreciables”.

Peste


Saramago y su lúcida ceguera.

En 1995, el escritor portugués sacó a la luz una de sus obras más celebradas: Ensayo sobre la ceguera. Ligada a la tradición de literatura sobre pestes, el luso imagina una epidemia de ceguera blanca ( infectados que sienten que nadan en las profundidades de un océano de leche…) que paulatinamente va afectando a todo el sistema social de una ciudad. Los infectados son prontamente separados para ser encerrados y contenidos por fuerzas del orden, las cuales, al infectarse también, abandonan a su suerte a los pacientes ciegos.

La anarquía que nos muestra que se provoca entonces en los centros de reclusión de ciegos es de un horror profundo. Bandas delincuenciales que transan todo: desde sexo hasta remedios y alimentos merced al poder que puedan ejercer. Finalmente se produce la fuga de infectados y comienza el desplazamiento por la ciudad.

En esta novela los personajes son anónimos, se los reconoce por rasgos; el chico bizco, el médico, etc. La novela tiene una heroína: la mujer del médico. Por amor a su esposo ella finge su ceguera y es internada con los demás. El desempeño amoroso y solidario de ella contrasta con la naturaleza aberrante de varios otros personajes. Lo notable de los actos de todos es cómo en todos afloran ideas para sobrevivir de todo tipo.

Saramago dijo que lo hizo siguiendo el sentido común, y que creyó comprobar que el instinto es más útil para la vida que la razón. Por ejemplo que los actos de crueldad presentes en el texto (y en la vida misma) provienen de la razón y no del instinto. Matar para comer es instintivo, torturar a la presa antes de matarla es crueldad y no es instintivo. Sin embargo, la figura de la mujer del médico construye su heroicidad a base de amor y solidaridad. Hay entonces un reconocimiento para ciertos aspectos honorables potenciales en el ser humano.

Ceguera

 

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