Palabras prestadas para ponerse a bailar: queriendo carnavalear

En esta edición de Palabras Prestadas nos adelantamos al carnaval. Desfiles, candombes, comparsas, música y fiesta. Prepararse, entrar a la ronda y ponerse a bailar.

Ed Impresa 21/02/2020 Barbi Couto
Palabras prestadas 21-02-2020
En estos días de carnaval, recopilamos fragmentos que nos invitan a bailar.

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Especial para La Nueva Mañana

En todas las culturas hay una época del año para animarse a la fiesta, a poner todo lo serio a un costado, para después. Y soltar los impulsos, las emociones, la energía acumulada en el cuerpo, buscar los disfraces, la máscara, burlar a la muerte, amontonar la alegría, y soltar el cuerpo. Son los días en que hay que dar ese paso valiente, entrar a la ronda y ponerse a bailar. Son días de carnaval, de candombe, de música y tambores. No todos los relatos de esta edición de Palabras Prestadas son de la festividad del carnaval, pero sí de fiesta, de alegría y de grupo grande reunido con sonrisa ancha y espíritu libre. Mientras escribo, las teclas tararean “taracatá”, “taracatá”, y mis pies marcan el ritmo. Desde que empezó febrero ando bailando con mi cumpa, en un viaje por fiestas y costumbres latinoamericanas, no estoy segura qué ritmo marcan o si simplemente andan queriendo carnavalear. Pero ayer volvimos a casa bailando una guaracha santiagueña, después de jugar a la danza colombiana del Garabato y me doy cuenta que la música me corre por las venas y ni puedo ni quiero parar.

* * *

En el verano, época de carnaval, siempre íbamos a visitar a mi abuela Marión, a Uruguay. Mientras todos dormían la siesta, ella me sacaba a pasear en secreto, disfrazada.

Siempre quería que me disfrazara de princesa. Pero yo le comentaba que la princesa estaba fuera de moda, y que la última tendencia era ser superheroína.

¡Imagínense la cara de mi abuela cuando pensaba cómo iba a coserme el disfraz de la Mujer Invisible! Después nos íbamos rápido para la Apertura del Carnaval en la avenida 18 de Julio, donde todas las comparsas van desfilando, cantando y mostrando sus coloridos trajes.

(Fragmento de “Perame un cachito”, de Florencia Arvia. Muchas Nueces)

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* * *

El desfile tenía que dar una vuelta alrededor de la ciudad y terminar en la plaza. Abigarrados tapices y alfombras colgaban de todas las ventanas a lo largo del camino. Ahí estaban ya sentados racimos de gente, muchos se habían trepado a los techos cubiertos de hierba. En las callejuelas se apretujaban hombres y mujeres con vestidos coloridos. Tenían hojas verdes en los bonetes y sombreros, flores en el cabello y ramos en las manos para citar cuando el desfile llegara.

Las campanas habían dejado de sonar. Un vivaz grupo de músicos avanzó con tambores, gaitas, cornamusas, dulzainas, violines y conchas. Un irrefrenable júbilo estalló.

Venía la procesión. Como una serpiente brillante se acercaba reptando colorida y lustrosa. Venía una multitud de tamborileros y flautistas, y luego al final del desfile y de toda la fiesta: el rey por un día.

Estaba sentado en su trono, adornado con dientes de león y hojas de ortiga, en un vagón tirado por caballos con gualdrapas y flores. El rey por un día vestía un traje de una tela barata, de colores chillones, sembrado de joyas falsas. En la cabeza tenía una corona ridículamente grande llena de tintineantes cascabeles.

Cuando apareció, todos agitaron los ramos, casi como si el bosque se hubiera trasladado a la ciudad, inclinándose y ondeando a través de las calles y callejuelas.

(Fragmento de “En el tiempo de las campanas”, de María Gripe. Babel)

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* * *

La tarde pone en el cielo / tinta violeta de remolacha. / Las nubes van saludando, / el viento para y el Sol se agacha.

Y Chicha le dice a Pancho: / —Vamos, flacucho, / mové tu talle / que la comparsa / (pasos de garza) / ya está formada / sobre la calle.

Con sus vestidos, se van los dos / al carnaval…

¿Y Mecha? / Baila derecha. / ¿Y Pocho? / Va haciendo un ocho. / ¿Y Cacho? / Golpeando un tacho. / ¿Y Chela? / Pintura y tela. / ¿Y Chino? / No sé si vino…

La noche llegó y ya trajo / su maquillaje negro azabache. / Y, atentos, los bailarines / miran al suelo que no haya un bache.

Y Nacha le dice a Tincho: / —Vamos, rechoncho, / mové tu talle / que la comparsa / (pasos de garza) / ya se nos pierde / tras de la calle, / tras de la calle.

¿Y Lucho? / ¡No baila mucho!

(“Vamos, Che” -Canción de carnaval-, de Oche Califa en “Hasta la vida”. Ecunhi Ediciones)

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* * *

—Y

a los puedo ver —dijo con alegría el elefante.

—Yo todavía no —dijo el sapo—, pero los oigo.

Entonces llegaron. Todos los animales estaban reunidos en un claro y gritaron de alegría cuando vieron a sus amigos.

—Estamos todos —gritaban—. Por fin estamos todos.

—Sabíamos que vendrían.

—Por fin llegaron.

—¡Por fin!

El monte era una fiesta de ruidos, de cantos, de colores, de alegría. Jamás se había visto tanta alegría.

(Fragmento de “El sueño del yacaré”, en “La noche del elefante” de Gustavo Roldán. Sm)

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* * *

Mientras los más rezagados / calientan su tambor alrededor del fuego, / un diablillo lubolo convida vino y otro / hace de las suyas echando sal en la boca / de los sedientos dormidos.

El sol calienta y la uva madura / ya es febrero, ya es candombe. / Más que nunca por los barrios, / se hace escuchar.

Los tamborileros pasan tocando / con su bastón de una sola punta / taracatá, taracatá, taracatá.

El tiempo se detiene, nadie para / de bailar.

(Fragmento de “Candombe”, de Diego Bianki. Pequeño editor)

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* * *

Anoche tuve un sueño: integraba yo una caravana que viajaba alrededor del mundo. Cada tanto, tal o cual se quedaba en algún sitio porque se enamoraba, se moría o porque sentía que ese era su lugar en la tierra. Al despedirse, elegía a alguien para heredarle aquella pertenencia que más lo representase: un sombrero, un martillo, una taza. Mi herencia fue la de una mujer que se unió a una fiesta de carnaval. Al despedirse me entregó sus zapatos y dijo: —¡Te ayudarán a bailar!

(“Legado”, en “Derivas de la luz”, de Cintia Zaremsky y Uri Gordon)

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