Gemelas de un año fueron internadas con fracturas: detuvieron a sus progenitores
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Un triunfo electoral en las presidenciales le permitiría al macrismo llevar a cabo las reformas laboral y previsional acordadas con el FMI. Será clave la nueva composición del Congreso.
Ed Impresa 19/01/2019 Daniel SalazarEspecial La Nueva Mañana - Redacción Buenos Aires
Comenzó el año electoral y los argentinos se juegan mucho más que la elección de un nuevo presidente. Los ciudadanos son los que tomarán grandes riesgos y para ello previamente tendrán tiempo para tomar conciencia de lo que se pondrá sobre el tapete. Pero también deberán definir la nueva composición del Congreso Nacional, poder clave para sostener cualquier modelo de país.
Habrá que definir el rumbo y el modelo económico que deberá seguir la Argentina. Ya en las elecciones presidenciales de 2015 se podía comparar entre el modelo neoliberal de la década de los 90, basado en la especulación financiera, en el achicamiento del Estado y de la producción, con el consecuente crecimiento del desempleo y de la pobreza que terminó en la debacle del 2001, con los 12 años de kirchnerismo en el poder, que por primera vez desde el retorno de la democracia traspasó el gobierno a otro partido de diferente signo político con el país funcionando, con problemas económicos pero sin una crisis devastadora.
Para los que dudaban en aquel entonces de la continuidad de un proyecto económico progresista basado en la producción, en la discusión de una mejor distribución de los ingresos, en la mejoría del acceso a una mejor calidad de vida para todos, tendrán la oportunidad más cercana en el tiempo de compararlo con el gobierno de Cambiemos de Mauricio Macri, que dejará este año la Casa Rosada, aunque todo indica que el oficialismo buscará su reelección, con los peores índices económicos y sociales, algunos de los últimos 27 años y con una pesadísima herencia de deuda externa, que ya equivale al 100% del Producto Bruto Interno ( todo lo que producimos en el país durante un año) y sin margen para el crecimiento, según los datos que muestran los propios organismos oficiales y las expresiones de varios dirigentes opositores.
Pero esta vez, ya no podrá haber excusas ni lugar para las dudas, ni mucho menos para las sorpresas. La pelea será entre la rivalidad de Macri contra los derechos de los trabajadores y los jubilados y la generación de clase media que impulsó el peronismo desde hace 70 años, con el pretexto de un futuro mejor que nunca llega y con la doctrina que lo sostiene: “La economía no es ni ha sido nunca libre: o se la dirige y controla por el Estado en beneficio del Pueblo o la manejan los grandes monopolios en perjuicio de la Nación”.
Pero también habrá que definir la composición del Congreso Nacional, factor clave para sostener un modelo de país, aunque a Cambiemos siendo minoría en ambas Cámaras no le fue mal en estos tres años.
Con el apoyo del peronismo federal, - hoy transformado pretensiosamente en herramienta electoral como Alternativa Federal, apoyado por algunos gobernadores, entre ellos Juan Schiaretti- (Miguel Pichetto, Pablo Kosiner, Diego Bossio; grupo al que también pertenecen todos los diputados y el senador de Unión por Córdoba) y del Frente Renovador (Sergio Massa, Graciela Camaño, Marco Lavagna), el oficialismo logró que le aprobaran absolutamente todas las leyes requeridas por el Poder Ejecutivo.
Sin embargo, la debilidad parlamentaria del gobierno quedó expuesta por la falta de herramientas que tuvo Mauricio Macri para enfrentar lo que denomina los dos ejes del mal de la economía Argentina, la reforma laboral, modificar convenios y achicar salarios, que supuestamente frenan las inversiones y la modificación profunda del sistema jubilatorio, que consideran inviable, acordados con el Fondo Monetario Internacional.
Y si bien las elecciones presidenciales de este año tienen una gran incógnita, quién será el próximo presidente, tiene una certeza que al gobierno lo desvela, que difícilmente en el Congreso cuente para un nuevo periodo con mayoría propia para impulsar esos cambios. Una situación que por ahora, las encuestas de opinión no prevén.
Esa certeza reavivó la pelea interna de Cambiemos entre el ala política conformada por el ministro del Interior, Rogelio Frigerio, el presidente de la Cámara de Diputados Emilio Monzó, que decidió no renovar este año su banca y el jefe del bloque PRO, Nicolás Massot y el entorno del jefe de Gabinete Marcos Peña, no solo sobre la estrategia electoral para asegurar el triunfo en las presidenciales sino también para que esa presunta victoria se traduzca en más bancas en el Congreso.
Para lograr ese objetivo el “ala política” propone sumar dirigentes de otros partidos políticos que ayuden al oficialismo en esas peleas de fondo. El problema lo planteó tiempo atrás el cordobés Massot: “Es absolutamente prioritario convocar al peronismo republicano en un segundo mandato de Macri. No para ganar una elección, sino para gobernar. Cambiemos no ha podido materializar el ciento por ciento de sus propuestas de gobierno. Hay que reflexionar sobre lo que nos pasó y entender que solos no podemos”. Por ahora la estrategia sigue siendo resistida por los integrantes de la alianza gobernante.
En la actualidad el interbloque oficialista de diputados cuenta con 108 escaños, le faltarían 21 para tener mayoría propia que para conseguirlo debería arrasar en las elecciones en las que pondrá en juego 44 bancas, el 40% del bloque. En tanto, en el Senado aunque no alcanzaría el quórum propio la situación es distinta, allí hay paridad de fuerzas entre el oficialismo y el PJ y no descartan desde el gobierno “llegar a un acuerdo con el peronismo u otras fuerzas provinciales garantizándoles continuidad a cambio de nombres propios en la lista de legisladores en el Senado.”
No obstante, está claro que la reforma laboral y las modificaciones al sistema previsional, oficialismo no la planteará para este año electoral, pero de ganar las elecciones serán los temas centrales de la agenda parlamentaria del año que viene.
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