En el ya convulsionado escenario político, Cambiemos afronta una denuncia por supuesta financiación de la campaña electoral bonaerense de 2017 realizada con aportantes falsos.
Política 24/07/2018 Alejandro Eloy Rodríguez
De las grandes crisis políticas suelen surgir nuevos líderes capaces de recomponer las relaciones entre las clases dominantes y subalternas. Cuando los bloques hegemónicos pierden legitimidad aparecen estos líderes carismáticos que devuelven la confianza al sistema político en crisis.
La convulsión social del 2001, por ejemplo, tuvo como resultado el desprestigio de los principales partidos políticos y de la representación social en el sistema democrático, algo que se visibilizó en las elecciones presidenciales del 2003, en el escaso porcentaje de votos de los candidatos y del elevado voto en blanco de la ciudadanía. No es casualidad que en aquella elección presidencial el ganador fuera un candidato desconocido para las mayorías, que en cierta forma respondía a la consigna popular del ‘que se vayan todos’, o por lo menos una figura política alejada de aquellas caras visibles que habían llevado al país a la calamidad.
De aquella crisis política el país salió adelante a través de un líder carismático capaz de devolverle legitimidad a la política, respondiendo demandas de la sociedad civil y ofreciéndole a los grandes grupos económicos la posibilidad de crecimiento. Néstor Kirchner fundó así una nueva época política y las bases de un movimiento social que nacería en el primer gobierno de Cristina Fernández.
La crisis económica y política que empieza hacer erupción en este 2018 tiene algunas características semejantes de aquella tragedia de comienzo de siglo. Según sondeos y encuestas de los últimos meses, el descontento con la política es general y abarca tanto a oficialistas como opositores.
En los últimos años no solo en Argentina sino en América Latina se ejerció desde las corporaciones mediáticas un desprestigio hacia los gobiernos llamados ‘populistas’, aquellos que habían llegado y mantenido el poder luego de las respectivas crisis de comienzos de siglo en su países: Néstor Kirchner en Argentina, Lula da Silva en Brasil, Rafael Correa en Ecuador.
Ahora, por consecuencias de sus modelos económicos, también los gobiernos neoliberales que reemplazaron a los ‘populistas’ están en desprestigio: Michel Temer en Brasil, Mauricio Macri en Argentina. Los representantes de estos proyectos políticos adversos buscaron dañarse tanto entre sí que se olvidaron de solucionar o responder las demandas de la sociedad civil.
Como consecuencia de estas confrontaciones, la imagen negativa de los principales referentes políticos en Argentina es siempre más elevada que la imagen positiva. La única figura política que parece escapar a este descontento es María Eugenia Vidal, su imagen positiva es la más alta de la clase política desde el 2015.
No necesariamente su pertenencia a Cambiemos puede hundir esa imagen: que Néstor Kirchner perteneciera al Partido Justicialista desprestigiado tras la crisis, no lo vetó de legitimación para construir poder y una nueva hegemonía política. Lo mismo podríamos suponer de María Eugenia Vidal, más en una época donde los partidos políticos ya no son principios ideológicos sino primordialmente plataformas electorales.
Sin embargo, con el reciente escándalo de los aportantes falsos en la provincia de Buenos Aires, se abre un nuevo panorama. La investigación periodística que Juan Amorín realizó a través de ‘El Destape’, podría tener consecuencias gravísimas para María Eugenia Vidal, presidenta del partido (PRO) en Buenos Aires.
La investigación expone que la financiación de la campaña electoral bonaerense del año pasado fue realizada con aportantes falsos, es decir que los datos de las personas que figuran como aportantes de dinero en efectivo podrían haber sido simulados para ocultar el verdadero origen de los fondos electorales.
En muchos casos, se trata de gente humilde y carenciada que ha expresado ya públicamente, a través de la investigación periodística, que no realizó aportes. En el Poder Judicial ya han llegado varias causas judiciales, entre las que se encuentran falsificación de datos públicos y lavado de dinero. Presuntamente utilizaron a personas pobres y que recibían planes sociales para lavar dinero, primero afiliándolos al PRO, y luego utilizando sus datos para simular aportes económicos que podrían haber llegado de terceros, como empresas privadas, cuyos aportes a campañas electorales están prohibido por la ley de financiamiento electoral. El mayor escándalo político en el transcurso de este año.
Como sucede con los grandes escándalos políticos surgidos a partir de investigaciones periodísticas, la trama se hace cada vez más grande y compleja, cuyos resultados finales son imposibles de determinar. El modo de operación electoral expuesto no solamente indaga sobre la elección del año pasado, sino también de las presidenciales del 2015.
Cada día que pasa aparecen más ciudadanos declarando que ellos no hicieron aportes económicos para la campaña del 2015, contrariando los informes de financiamiento electoral de Cambiemos. Las causas judiciales se multiplican mientras pasan los días, y aparecen cada vez más datos e irregularidades.
El escándalo podría extenderse también a otros distritos electorales, donde el modo operandi electoral podría haber sido similar. Veremos hasta dónde puede llegar la eficacia del silencio oficial y el blindaje mediático.
La coalición gobernante ha contado con herramientas políticas muy importantes para esta época, algunas de las principales son la comunicación y el marketing político, la planificación electoral, el discurso simplista, y sobretodo el gran blindaje mediático para ocultar o silenciar tanto sus errores de gestión como las consecuencias de su modelo económico. Todavía cuentan con todo ello.
Las consecuencias de este escándalo nacional pueden tener varios desenlaces. Sin duda la principal perjudicada podría ser María Eugenia Vidal, aquella figura que tiene una gran imagen positiva, pese al degaste que pudiera causarle este escándalo. La ilusión de poder vivir mejor descansa sobre esta figura política para una gran parte del electorado. Las encuestas y los sondeos de imagen siguen sosteniendo a Vidal como una posible candidata electoral a futuro, incluso la que mejor mide.
Lo que muchos desprevenidos comienzan a darse cuenta es que Mauricio Macri no es un líder político, y mucho menos un líder carismático a los ojos de la sociedad civil, etiquetarlo de esa manera por el simple hecho de ganar elecciones sería un error. No será él quien recomponga al sistema político en crisis, mucho menos con su modelo económico y los casos de corrupción propios y de su gabinete.
Tampoco hay que olvidarse de que su gobierno no solamente responde a un proyecto partidario o de clase, sino también a un proyecto político mayor aplicado a toda América Latina. No es curioso que empiece a recibir presiones de los grupos de poder para que dé un paso al costado en las elecciones del año próximo y en cambio garantizar una posible elección de Vidal, que mide mucho mejor en términos electorales.
Los grupos dominantes de poder parecen encontrar en la gobernadora de Buenos Aires aquella líder carismática necesaria para renovar, por lo menos transitoriamente, la confianza en el proyecto político de Cambiemos. El mayor enemigo del proyecto personal de Mauricio Macri no está en la oposición, sino en su propia casa.
Será clave a partir de ahora observar cómo continúa la causa de fraude en la rendición de gastos de campaña, que incluyen denuncias por falsedad de datos públicos y lavado de dinero.
Puede resultar fatal para Cambiemos en general, pero la eficacia del blindaje mediático mostrado hasta aquí no hace pensar eso. Dependerá también, fundamentalmente, del humor social a partir del deterioro económico de los ciudadanos.
Si sucediera una profundización de este escándalo político, no solamente serán María Eugenia Vidal y Cambiemos los perjudicados, sino también todo el sistema político, profundizando la crisis de representación.
Sin fuerza política que capitalice el descontento popular
Como en 2001, lo más preocupante de esta crisis política no pasa por la elección presidencial, sino por la estabilidad del mismo sistema democrático: mientras la clase política está cada vez más deslegitimada, la ciudadanía civil empieza a considerar (una vez más) que el sistema de representación política no ha mejorado su calidad de vida.
Todavía ninguna figura política puede capitalizar todo ese descontento popular, aunque tampoco hay que descartar aquí a Cristina Fernández, la figura central de la política nacional por sobrados motivos históricos. Será clave para determinar una posible candidatura de Fernández lo que suceda en Brasil con el ex presidente Lula da Silva.
Observando el panorama social, y aproximándose la elección presidencial, la pregunta no solamente es quién tiene el capital electoral para ser presidente, sino quién lo tendrá para gobernar. Además, ¿quién querrá recibir el país mega endeudado y devastado que dejará Mauricio Macri, quién pensará que podrá construir poder hegemónico en medio de semejante crisis económica y política? Las gravísimas consecuencias del modelo económico oficialista todavía no estallaron en la superficie.
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