El eslabón que faltaba, la condena de los hijos y familiares de los genocidas

Conforman el colectivo “Historias Desobedientes” y condenan a sus propios padres y familiares por participar en delitos de lesa humanidad durante la última dictadura.

País19/03/2018 Daniel Salazar
TAPA
Ilustración: Daniel "Pito" Campos

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Por: Daniel Salazar - especial para La Nueva Mañana

Aunque todavía no se encontraron los cuerpos de los desaparecidos, ni tampoco se recuperaron a muchos de los nietos perdidos, al menos la cadena de condenas a los hechos más aberrantes cometidos por militares y civiles durante la dictadura de 1976, encontró un nuevo eslabón: el rechazo de los propios hijos, hijas y familiares de los genocidas, como ellos mismos se definen. Sangre de su propia carne.
A las Madres y a las Abuelas de Plaza de Mayo, a los Hijos, a los Nietos Recuperados, a los Familiares y a los Sobrevivientes víctimas del terrorismo de estado, se sumarán por primera vez los integrantes del colectivo “Historias Desobedientes”, los hijos biológicos de los padres torturadores, de los genocidas que tiraban a las personas con vida al mar, de los apropiadores de bebés, de los violadores, de los saqueadores… a los reclamos por la Memoria, Verdad y Justicia, en el Día Nacional de la Memoria el 24 de marzo próximo.
A 42 años de aquella noche más oscura de la historia argentina, La Nueva Mañana quiso enfocar de manera distinta la recordación de lo sucedido en esa trágica fecha con los relatos impensados hasta un tiempo de hijas de genocidas, que como otras tantas convivieron con los protagonistas del horror, como prueba cabal de los delitos que cometieron.
El diálogo con Lorna Milera, la hija escritora de un suboficial principal de la Prefectura Naval Argentina ya fallecido sin juicio, que usa ese seudónimo para preservar su identidad como muchos otros ante el temor que sufren por las salidas en libertad condicional o bajo arresto domiciliario que el gobierno les está otorgando a los condenados por delitos de lesa humanidad, y María Laura Delgadillo, tal su nombre verdadero, hija del también fallecido Comisario Inspector de la Policía Bonaerense, Jorge Luis Delgadillo, muestran los testimonios que faltaban para terminar de comprender lo que sucedió con el terrorismo de estado en Argentina.

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“Decidimos hacer visible nuestro rechazo a lo que habían hecho nuestros padres, con las mismas consignas de Memoria, Verdad y Justicia.”

- ¿Cuál fue la situación personal que las llevó a participar del colectivo Historias Desobedientes?
Lorna: Hasta la adolescencia fui adoptando mandatos familiares y la ideología que tenía mi padre, que era la misma que tenía el Proceso de Reorganización Nacional o sea la dictadura. Una vez que empiezo a salir a la vida, a estudiar, a trabajar, empiezo a cuestionarme toda esa visión del mundo y llega un momento en que se me produce como un clic de pensar si durante la dictadura mi viejo había sido partícipe de los delitos que se cometieron. Es un camino interno muy trastornante porque el que era tu padre de repente pasa a ser alguien que pudo haber sido capaz de torturar gente, de violar mujeres, de asesinar, de hacer desaparecer. Mi padre murió en el 2008 y nunca fue acusado ni fue sometido a juicio, pero las cuestiones personales que a mí me indican que él tuvo participaciones en la dictadura tienen que ver con algunos relatos que hacía al interior de la familia de algunas torturas y cosas así, en su mayoría es como que uno les va borrando los detalles, porque cuesta pensar en eso.
María Laura: La mayoría de nosotros pensábamos que no había otras personas que tuvieran nuestras posturas, otros hijos o familiares que pensaran que lo que habían hecho sus padres o sus parientes era un horror. Tenemos historias solitarias, pero lo que actuó como disparador para nosotros fue el fallo del 2x1 y decidimos hacer visible nuestro rechazo a lo que habían hecho nuestros padres, con las mismas consignas de Memoria, Verdad y Justicia que tienen los organismos desde hace años. En el caso mío yo no tengo muchos datos concretos para ofrecer en un juicio pero podrían servir como indicios o como punto de partida de una investigación. Mi padre era comisario inspector de la bonaerense y, según tengo entendido por relatos familiares de mis hermanos y de mi madre, mi papá trabajaba haciendo cruces de información de agendas, actuaba en procedimientos y eso lo sé porque en una ocasión detuvo a una amiga mía que la dejó ir, de lo cual yo me entere después, con el tiempo, y eso me dio la certeza de que él participaba de procedimientos de detenciones e irrupciones en casas. También otro indicio de su participación en operativos es que a mi casa trajo cosas que después me enteré por mi madre que eran producto de los saqueos que hacían en las casas de las personas que detenían, eso que ellos le llamaban “botín de guerra”, pero que en realidad eran robos. Entonces estoy en esta etapa de investigar sobre su legajo para obtener algún dato más sobre su actuación durante la dictadura. En mi caso, por ejemplo, tengo desaparecida a una tía, hermana de mi papá. Justamente a raíz de eso es que nosotros supimos un montón de cosas con respecto a cómo se trabajaba y que pasaba.

- ¿Cómo es convivir dentro de una misma familia con padres condenados o sospechados de genocidas?
L: Las cuestiones familiares dentro del colectivo son totalmente diversas. Hay muchos que tuvieron muy buena relación con sus padres genocidas y después se enteraron de la participación en esos delitos; hay otros que nunca tuvieron buena relación con sus padres, o sea, la realidad en cada familia es distinta. Pero también está el tema de la convivencia entre los familiares: madres, hermanos o hermanas, que también es diversa. En mi caso yo tengo buena relación con mi madre y mi hermana, políticamente coincidimos en la mirada de los sucedido durante la dictadura, pero ese pasito de llegar a pensar que mi padre participó de esos crímenes todavía no lo pueden dar; pero tengo la suerte, por decirlo de alguna manera, de que ellas no están en una postura a favor de lo que pudiera haber hecho mi viejo.
ML: En mi caso yo soy la única en la familia que he condenado la responsabilidad que pudo haber tenido mi padre durante la dictadura; tengo cinco hermanos y a algunos les cuesta aceptarlo, y otros directamente tiene negación con el tema. Es muy difícil de digerir, a mí me llevó mucho tiempo, mucho trabajo personal, mucho diván, mucha ayuda psicológica porque hay que acomodar cosas que son sentimientos y afectos, estás hablando de la persona que te crio, que te dio de comer; es complejo.

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 “A mi casa (mi padre) trajo cosas que después me enteré por mi madre que eran producto de los saqueos que hacían en las casas de las personas que detenían”.

- Como colectivo presentaron un proyecto de ley en el Congreso para poder declarar contra sus padres…
L: Crecimos con un mandato de silencio que tuvimos que romper en luchas intrafamiliares y sabemos que hay hijos y familiares que tienen información para aportar, para denunciar o testificar contra sus padres o parientes en los juicios de lesa humanidad. En el Código Procesal Penal hay dos artículos (Art. 178 y 242 CPP) que literalmente prohíben denunciar o atestiguar contra familiares directos, salvo que sean víctimas de ese delito, entonces lo que se pide con este proyecto de ley es que se modifiquen esos artículos y se permita atestiguar o denunciar cuando se trate de delitos de lesa humanidad, sin que esto genere obligatoriedad para los familiares. El proyecto fue presentado por Pablo Verna, (hijo de Julio Alejandro Verna, médico acusado por las querellas en la megacausa de lesa humanidad de Campo de Mayo) y nosotros le damos apoyo para que puedan dar testimonio en los tribunales. O como el caso de Analía Kalinec, que como hija de un policía de la Federal (condenado por crímenes en los centros clandestinos de detención de Atlético, Banco y Olimpo) y el de Liliana Furió ( hija de Paulino Furió, un militar del Ejército condenado por delitos de lesa humanidad en Mendoza), que no pudieron dar testimonio por impedimento de la ley.

- ¿Cómo observan la política de derechos humanos del gobierno actual?
L: Es un desastre. Así como en su momento fue histórico que acá se hayan hechos los juicios y que nuestro país haya sido adelantado en lo que son los derechos humanos, en este momento el retroceso que estamos viviendo es preocupante, y no solamente con lo que tiene que ver con los juicios de lesa humanidad por esta nueva campaña que quieren hacer de negacionismo, o de liberar a los genocidas, sino además por los nuevos hechos que se están cometiendo con las políticas de seguridad que aplica Patricia Bullrich. Y resulta que ahora nos encontramos con que hay una desaparición forzada seguida de muerte, de Santiago Maldonado, otro chico que mataron por la espalda, (el joven mapuche Rafael Nahuel) y ahora este niño de 12 años (Facundo) Ferreira, en Tucumán, que también lo matan por el espalda y salió a bancar la ministra. Y el caso del policía (Luis) Chocobar; convengamos que el que está viendo lo que está pasando se da cuenta de que las fuerzas de seguridad están sacadas y están haciendo lo que quieren y lo que quieren hacer no es bueno.
ML: Un horror. Hemos vuelto a retroceder años, con el negacionismo, con la teoría de los dos demonios de vuelta cuando ya han sido cosas juzgadas, basadas en los testimonios del Nunca Más, con la amnistía encubierta que aplica este gobierno con los arrestos domiciliarios y la libertad condicional. Después de muchos años de ver que prosperaban los derechos humanos, que se hacían los juicios y que la gente iba presa por los crímenes que había cometido, ahora, de pronto, este gobierno tira todo para atrás

- ¿Es posible el llamado a la reconciliación y al perdón para los militares involucrados en los crímenes de la dictadura que hizo el presidente del bloque del PRO de la Cámara de Diputados, Nicolás Massot?
L: No, de ninguna manera; justamente eso es lo que tenemos en claro en el colectivo. Nosotros no nos reconciliamos, primero para que exista una reconciliación tiene que haber habido una disputa entre dos iguales y acá no la hubo, porque fue un genocidio, fue todo el poder del estado utilizado para eliminar a los que pensaban diferente y después porque no dan información, ni se arrepienten. Todos los señores estos que ahora están vivos tienen información que es fundamental para poder esclarecer dónde están los bebes apropiados, dónde están los cuerpos de los desaparecidos y poder esclarecer qué es lo que pasó y ninguno jamás dio información. Es imposible una reconciliación en esta forma.
ML: Es imposible, absolutamente inviable. No nos reconciliamos a menos que haya justicia de por medio y en este caso repudiamos las domiciliarias que está permitiendo este gobierno, o sea, abiertamente creo que los cómplices civiles durante la dictadura están dándoles impunidad a los genocidas en este momento al darles domiciliarias. Los quieren presentar como pobrecitos viejecitos pero estas personas tuvieron 20 años de impunidad al estar libres por las leyes de obediencia debida y punto final. Estamos dentro de un marco legal y la gente que comete delitos se tiene que someter a juicio y tiene que cumplir una condena según la ley; no hay otra posibilidad.

- ¿Qué les dicen a aquellas personas que aún descreen de los delitos que se cometieron durante la época de la dictadura a pesar de que ustedes convivieron con los protagonistas del horror?
L: Es difícil, en un momento en que me tocó hablar con alguien yo le decía ‘a vos qué te parece, qué justifica que se agarre una persona y se la torture, o que le cambien la identidad a un bebé y que lo regalen por ahí, ¿hay algo que justifique eso?, ¿qué es lo que tiene que hacer una persona de tan terrible para que se justifique eso?’. Entonces no hay forma de justificar lo que hicieron, te dicen no fue tan así; bueno, entonces por qué no hubo procesos y castigos judiciales legales, como corresponde, para aquellos que cometieron delitos. Evidentemente estaban haciendo algo que no había forma de hacerlo legal.
ML: Que la negación no es sana, no es sano negar realidades; lo que tienen que hacer es ir a escuchar en un juicio los testimonios de las personas que estuvieron en los centros de detención clandestinos, que sufrieron lo que sufrieron, que fueron arrastrados de sus casas, que los hicieron desaparecer. La única forma que hay de salir de esto es aplicando la ley.  

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