Alto al fuego: las brigadas forestales que guardianan el monte cordobés

Inchín, Calaguala, Kamchira, Colibrí: detrás de los nombres de las brigadas forestales comunitarias, las historias de quienes dejan todo para cuidar la casa común.

Ed Impresa 10/02/2023 Adrián Camerano Adrián Camerano
Brigadas Forestañes © Brigada Colibri00004
“En 2020 vivimos una situación límite, un quiebre, porque las brigadas forestales eran las menos". Fotos: Brigada Colibrí

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Es octubre de 2021, y un incendio sin control amenaza a aleros, pictografías, flora y fauna nativa de la reserva natural y cultural más importante de Córdoba. En la zona de amortiguación del Cerro Colorado, 120 brigadistas forestales luchan contra las llamas. Llevan dos semanas en ese enclave del territorio provincial, para muchos de ellos el asunto ya es algo personal. El viento arrecia, el panorama es negro… hasta que, fuera de todo cálculo, llueve. Irú, de la Brigada Calaguala (Calamuchita), lo recuerda así: “Pudimos contener el incendio antes de que entre al parque, en la zona de amortiguación; fue un trabajo de 15 días a brazo quebrado, repartido entre Churqui Cañada y El Pantano, según los vientos. Lo lamentable es que se quemaron más de 10 mil hectáreas, pero lo pudimos contener ahí hasta que llovió, muy extrañamente en esa época, y dimos por terminado el trabajo. Y muy humildemente, para nosotros fue muy importante: en la brigada convergemos personas con identidad indígena”.

“En 2020 vivimos una situación límite, un quiebre”

Dos décadas antes, y a menos de cien kilómetros de Cerro Colorado, en el límite entre el monte nativo y el pueblo de Deán Funes, desde su cama de niña Eugenia Torres tiene vista directa a los fuegos. No imagina aún un futuro de brigadista, aunque con sus padres es habitual visitante a los cuarteles de bomberos para llevar agua y frutas, cocinar y dar una mano en lo que hiciera falta. Hoy combatiente forestal, la docente y artista señala que “el incendio es algo que me interpela en la identidad por haber crecido muy cerca del monte” y marca a 2020 como el año en el que vivimos entre el fuego. “Las brigadas forestales eran las menos y ese año fue una situación límite, un quiebre, y hubo necesidad de hacer algo ante la inacción de quienes tenían el poder político y la responsabilidad de hacerlo”, recuerda y señala que “lo que me lleva a elegir salir a apagar incendios es haber estado viviendo en 2020 en San Marcos Sierras, ver incendios muchos días alrededor del pueblo, que no se apagaban, y haber participado de una asamblea en el pueblo ante esta situación”.

Para Torres, “una, uno, une no es individuo, sino un colectivo que dice ´nos organicemos que algo hay que hacer´”. Antes en la Brigada Sacha (San Marcos Sierras), hoy parte de la Inchín (Saldán), quien comenzó haciendo tareas de prensa y difusión y dando manos en cocina y limpieza reivindica que “el brigadista no es solo el combatiente; hay un montón de tareas igualmente fundamentales e importantes: no puede un brigadista ir al fuego sin logística, planificación recursos y vecinos que apoyen”. Y abunda: “La tarea del brigadista tiene que estar pensada antes, durante y post fuegos, no solo cuando los incendios están activos”. Capacitaciones, charlas en las escuelas y acompañamiento a brigadas en formación son algunas de las actividades habituales durante la denominada “temporada baja” de fuegos.

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Interbrigadas
Las brigadas forestales que actúan en el territorio provincial tienen matices, y elementos comunes: capacitación continua externa e interna, equipamiento, horizontalidad, asambleas, autogestión, compromiso, amor por el monte, solidaridad, articulación. En ese andar han sabido construirse y encontrar bases de acuerdo, puntos en común y modos de organización como la Interbrigadas en Sierras Chicas, que integran diez colectivos (dos de ellos en formación), o la Base Operativa Comunitaria, que agrupa a siete. 

“En el fuego no hay tiempo para debatir todo”

La Brigada Forestal Colibrí nació a partir de vecinos de La Granja que “pudieron canalizar esa preocupación por el monte con el cuartel de bomberos y accionar para apagar los incendios lo más rápido posible” historiza Iara, parte de ese colectivo. La brigadista señala que “varios tomamos un curso y nos capacitamos y certificamos como combatientes forestales”, pero distingue que justamente en 2020, cuando “surgieron muchísimas brigadas forestales comunitarias, se dejaron de brindar esos cursos de parte del Estado, ya sea Nación o Provincia, y hoy en día hay algunes integrantes de la brigada que todavía no pudieron realizar ese curso y obtener la certificación”. 

“El ser parte de una brigada y el convertirse en brigadista tiene las mismas raíces: las ganas de defender el territorio. Pero la tarea no es solo ir y apagar el fuego, sino que requiere de muchísimos otros trabajos que se invisibilizan”, explica. Autogestión y horizontalidad asamblearia son algunas de las características de la Colibrí, que en temporada alta cambia la dinámica: “Como necesitamos más agilidad nos dividimos en grupos, resolvemos según diferentes áreas y las decisiones luego se validan entre todes. Cuando hay un incidente la lógica horizontal cambia y se convierte en una lógica vertical, basada en un sistema internacional llamado Sistema de Comando de Incidentes”.

En esa instancia crítica “el objetivo es hablar un idioma común; no siempre funciona y en los fuegos se complica coordinar entre los diferentes organismos que están ahí, combatiendo. Ahí en el fuego no hay tiempo para debatir todo, como en una asamblea; entonces tenemos un jefe de brigada que se elige a través de la confianza y el consenso; si sale más de una cuadrilla, jefes de cuadrilla; y un jefe de logística que se queda en la base de comunicaciones y enlaza a los combatientes con la base baja, que es donde están las personas de logística. Este comando de incidentes no es tan sencillo, hay parámetros establecidos pero después llevarlos a la práctica tiene desafíos”, detalla.

“A nivel provincial no hay reconocimiento”

Rifas, bonos, charlas en escuelas, forestaciones, capacitaciones, ferias y festivales son algunas de las actividades de financiamiento y de formación que realiza esta brigada, una de cuyas particularidades es que articula con entes como la Defensa Civil de La Granja. “Tenemos muy buen vínculo con la Muni; por ejemplo, nos pagan el seguro de vida, que para nosotros es clave, y nos hacen llegar donaciones y alimentos. En todos los pueblos debería ser así, pero lo cierto es que la relación con el Estado varía mucho dependiendo de la brigada y del pueblo”, diagnostica. 

Es más, a la hora de evaluar la situación en los territorios, señala que “por lo general no existe un buen vínculo, porque las brigadas forestales comunitarias no están siendo reconocidas, aunque cada vez más si”. “A nivel provincial no hay reconocimiento, mas bien invisibilizar o poner trabas, y con los bomberos la relación también varía”. “Hay cuarteles que nos abren las puertas de par en par, con otros no hay aceptación. Con Etac no hay gran vínculo, pero en los incendios se puede coordinar” precisa, antes de hacer eje en la articulación interbrigada y dejar resonando un alerta: “La temporada de riesgo extremo está empezando a ser más larga y la de bajo riesgo dura cada vez menos”. 

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Surgimiento
Casualidad o causalidad, en el año de la pandemia Córdoba fue castigada por la serie de incendios intencionales más crítica del pasado reciente; la respuesta comunitaria a esa acción devastadora fue el surgimiento de brigadas comunitarias con legitimación social en buena parte del territorio provincial.

“No tenemos relaciones con el Estado; nos autogestionamos”

La Calaguala sostiene una lógica más autonomista del Estado. Lo pone en palabras Irú, músico, albañil y artesano de origen paraguayo, con muchos años de residencia en el país. Aunque opta por no entrar en enfrentamientos y reservarse la opinión acerca de algunas agencias del Estado, explica que “somos muy conscientes de qué actores trabajan en los incendios y cómo se desarrollan; muchas veces hay intereses por detrás, un mar de fondo... la mayor parte de los incendios son provocados por la ambición del ser humano, en su cosmovisión del infierno provocan estos desequilibrios para enriquecerse y más que nada lo que se ambiciona es el acceso al poder, a través del incendio, del dinero o de muchas otras cosas”.

La brigada calamuchitana sostiene una dinámica asamblearia, con reuniones “en las que todos y todas se expresan y de ahí sacamos acuerdos y desacuerdos. Nosotros respetamos el desacuerdo y lo sostenemos si es necesario: no creemos en la supremacía de la mayoría sobre la minoría, no es nuestra cosmovisión la democracia”, define. Irú explicita que “no tenemos relaciones con el Estado ni con instituciones; consideramos que están en una decadencia muy fuerte pero no entramos en polémicas, simplemente estamos construyendo por otro lado”. Y prefiere remarcar que “somos vecinos y vecinas apoyados por vecinos y vecinas”.

“Trabajamos mucho en las relaciones igualitarias. Esa es nuestra identidad fuerte, nos autogestionamos con donaciones, un taller de herramientas y una bolsa de trabajo, para que las personas que tenemos oficios podamos seguir dedicándonos a esta pasión que es ser brigadista. No consideramos que tengamos que tener una paga; este trabajo es totalmente voluntario y es algo que nos apasiona pero también implica poner mucho, incluso el patrimonio de la familia; como queremos seguir dedicándonos a esto tenemos la bolsa de trabajo”, completa.

Lejos en el tiempo y la experiencia quedó aquel primer incendio en La Serranita, al que acudió con ropa vieja y zapatillas de lona. “Ese incendio fue grande y teníamos un grado de ingenuidad muy elevado también; ese fue mi principio como brigadista, tocó aprender de esa forma. Después empecé a detectar falencias en cuanto a la seguridad y surgió la necesidad de organizarnos en brigadas”, relata.

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Cuál es el equipo básico de brigadista
Listar un equipo básico de brigadista forestal comunitario en Córdoba (el EPP, Equipo de Protección Personal) es relativamente sencillo: casco, protector tipo monjita, antiparras, guantes, ropa ignífuga, borceguíes de cuero con suela de caucho, mochilas de agua, linterna, handy, chicote, zapa. También seguro de vida, certificado Emac y de combatiente forestal.

“Extinguido el fuego, la gente se queda sin recursos”

Irú señala algo de lo que poco se habla: extinguido el fuego, “la gente se queda sin recursos, sin pasturas y sin agua y muchas veces abandonan, ni siquiera venden los campos, y emigran a las ciudades”. Es por eso que la brigada trabaja en acciones concretas como la construcción de cisternas de ferrocemento, “para que la gente quede fijada en los territorios, porque consideramos que el monte debe ser guardianado por las personas que lo habitan y los que van a habitarlo”.

Calaguala tiene experiencia en incendios en toda la provincia, he incluso actuó en grandes focos forestales en Misiones y El Bolsón. “Nuestro compromiso con el territorio es muy amplio, para nosotros el territorio es hasta donde podamos llegar”, cierra.

Parte de Kamchira, en Villa Cerro Azul, Yeni Villafañe explica que “nuestra brigada también se percibe como un movimiento de resistencia”. “Tuvimos la necesidad de hacernos brigadistas como vecinos y vecinas con la inquietud de saber qué estaba pasando con tanto monte quemado, por qué ocurría eso, de qué manera el Plan de Manejo del Fuego intenta controlar el incendio y cómo lo trabaja”, historiza. La Kamchira también es producto del desmadre de 2020, cuando ardieron unas 300 mil hectáreas de monte nativo y pastizales, y vecinos movilizados acudieron al fuego “con trapos, apagando las llamas con lo que se podía”. Luego vino el tiempo de la organización, la capacitación, la conformación de un colectivo que ante un incendio “lo primero que hacemos es ponernos a disposición de la mesa operativa oficial que está actuando”. 

Villafañe señala que “a veces no hemos trabajado mancomunadamente” y que “en estas instituciones hay diferentes sensibilidades”, pero destaca que “en general somos bien recibidos, son más las experiencias agradables que las negativas”.

No obstante, un ojo alerta, siempre: “A la vez somos vigías en el frente de batalla, y los ojos también de un pueblo que está ahí, viendo de qué se trata”.


Satisfacciones de un brigadista forestal

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(Foto: Natalia Roca)

¿Cuál es la mayor satisfacción para un combatiente forestal?; ¿reconocimientos, una paga, premios? Iara desgrana una respuesta tan sencilla como compleja: “Que no haya incendios”. “Para un brigadista es la mayor satisfacción, porque podemos hacer un montón de actividades para seguir protegiendo y restaurando el monte, y porque básicamente nosotros no queremos ver el monte arder. Nuestra utopía es que no haya más incendios intencionales y voraces”, completa.

Torres coincide en que “la satisfacción más grande será cuando las brigadas no sean necesarias; cuando abramos el mapa y no haya ningún punto caliente, ningún incendio”. 

Irú dice que “nuestra gran alegría, nuestra gran satisfacción es que llueva; la lluvia nos acompaña y es un síntoma de que estamos en el camino. Nosotros no extinguimos el fuego: muchas veces el fuego nos deja actuar y podemos contenerlo hasta que el clima lo apaga. Nosotros lo acompañamos y tratamos de equilibrar esa energía”, ensaya. 

Yeni disfruta con todas sus fuerzas “entrar profundo en el monte, apagar ese fuego y salir enterxs a abrazar lxs cumpas y comer ese arroz que nos estaba esperando, el arroz más rico del mundo”.

  

 

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