Ex imprenta del PRT: una marca de memoria que sale de la clandestinidad

Este sábado la Secretaría de DD.HH. de la Nación señalizará la vivienda de Fructuoso Rivera 1035 como sitio de memoria. La construcción militante intergeneracional.

Ed Impresa 23/07/2022 Pablo Javier Rodríguez Pablo Javier Rodríguez
Casa de la Memoria Imprenta Roberto Matthews (foto Centro Vecinal Barrio Observatorio)
Casa de la Memoria Imprenta Roberto Matthews. foto: Centro V. Barrio Observatorio.

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El sábado 23 de julio, al mediodía, la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación arribará por la vivienda ubicada en Fructuoso Rivera 1035 de barrio Observatorio para señalizarla como sitio de memoria.

En el subsuelo de esa casa, entre 1974 y 1976 se imprimieron de manera clandestina cientos de miles de ejemplares de “El Combatiente” y “Estrella Roja”, los periódicos del Partido Revolucionario del Pueblo (PRT) y el Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), que luego eran distribuidos en el noroeste del país.

Desde su caída a manos del Ejército, el 12 de julio de 1976, la vivienda fue convertida en un centro clandestino de detención y torturas. Entre 1979 y 2019, trámites apócrifos y burocracia jurídica permitieron que fuese habitada irregularmente por la familia de un mayordomo del Poder Judicial.

Desde hace tres años, militantes recuperaron el inmueble para erigir allí la “Casa de la Memoria Imprenta del Pueblo Roberto Matthews”, un proyecto que liga las luchas revolucionarias de los ‘70 con colectivos que sostienen luchas actuales.

“Desde un principio dijimos en la familia que la casa pertenece a la organización y que estaba bueno que quede ahí lo que pasó, por honor a mis viejos y a todos los militantes”, repasa Walter Martínez, hijo de Victoria “La Gorda” Abdonur y Héctor “El Negro” Martínez, la pareja que compró la casa en 1973 con dinero del PRT y sostuvo la pantalla de una vida familiar en el barrio, mientras en la clandestinidad arribaban decenas de militantes a trabajar en la construcción y puesta en marcha de la imprenta subterránea.

Imprenta del Pueblo Roberto Matthews (Foto Dante Camerano)
Imprenta del Pueblo Roberto Matthews. Foto: Adrián Camerano.

Reconocimiento comunitario

La Secretaría de Derechos Humanos de la Nación destaca que cada señalización permite profundizar investigaciones, realizar tareas de conservación y preservación de edificios, promover contenidos pedagógicos y de divulgación, y desarrollar actividades culturales vinculadas a la promoción de derechos. Para alcanzar estos objetivos, subrayan, “es fundamental la participación activa de la comunidad”.

Natalia Harkes forma parte de la comisión directiva del Centro Vecinal de Barrio Observatorio. En 2021 conoció la casa de Fructuoso Rivera 1035: “No se puede creer que a una cuadra o enfrente tuyo ocurrieron estos hechos. La tristeza, el dolor y la lucha están guardadas en estas paredes”.

El 24 de marzo pasado, en el marco del Día Nacional de la Memoria por la Verdad y la Justicia, el centro vecinal realizó una intervención con pañuelos blancos en el frente de la casa y plantó un árbol de la memoria en la Plazoleta José Antonio Balseiro. Además, la figura de la casa fue incluida en un imponente mural por los 150 años del barrio.

Explica Natalia Harkes que vecinas y vecinos de más edad vienen desempolvando recuerdos sobre lo custodiada que estaba la vivienda cuando la tomó el Ejército; y también afloran comentarios sobre la sábana blanca que utilizaba Victoria Abdonur para avisar que la casa estaba “despejada” para que la camioneta de Héctor Martínez pudiera ingresar con militantes.

Paralelamente, destaca que “la gente más joven se ha empezado a interesar por lo que ocurrió”; que a gente “más grande” le llama la atención la arquitectura de la vivienda; y que incluso circula la anécdota que contó hace unos años por televisión el cantante cuartetero Ángel “El Negro” Videla sobre las dos noches que pasó en el lugar, detenido ilegalmente por el Ejército.

Mural (Centro Vecinal Barrio Observatorio)
Mural. Foto: Centro Vecinal Barrio Observatorio.

La vida clandestina

“Mi vieja era la encargada de la seguridad”, recuerda Walter Martínez de sus años de infancia en Fructuoso Rivera 1035. “Hacía relaciones públicas”, apunta, detallando que estaba atenta a cualquier comentario del barrio que pudiera acarrear riesgo; y que incluso hacía las compras de comida en otros barrios para que no se notara que traía para muchas personas. 

“A veces, cuando eran varios, hablaban fuerte y se reían; entonces iba mi vieja a decirles que se callaran porque supuestamente éramos una familia y el barullo podía llamar la atención”, rememora Walter Martínez. 
Además del matrimonio de “La Gorda” y “El Negro”, con sus tres hijos Walter, Laura y César; también vivían otros dos militantes del PRT que estaban a cargo de la imprenta: Matilde Sánchez y Miguel “El Picante” Barberis.

Dos días antes de que “cayera” la casa, fueron advertidos de que las Fuerzas Armadas habían desbaratado una imprenta similar en Buenos Aires, por lo que abandonaron barrio Observatorio. Al año siguiente, el Ejército los encontró en Moreno, Buenos Aires, y mató a Héctor Martínez y secuestró a Victoria Abdonur, Matilde Sánchez y Miguel Barberis, quienes permanecen desaparecidos. 

Walter, Laura y César (que era un bebé) pudieron ser recuperados por la hermana de Victoria, María “Maruca” Abdonur, quien ha sido un pilar en la vida de los tres y tiene actualmente 93 años.

“Compañeros ex presos cuentan que escucharon cómo los milicos festejaban la caída de la imprenta, más que si hubiesen hecho un allanamiento de armas. Les tenían más miedo a las publicaciones”, interpreta Walter.

Justicia simbólica

Del día en que Walter Martínez volvió a bajar a la bóveda, le quedó una sensación movilizante: “Se sentía olor a pintura, a pesar de que hacía 40 años que ahí no funcionaba la imprenta. Había tarros secos. Era como que estaba impregnado en las paredes. Estaba todo húmedo y mojado, pero parecía que en ese lugar todavía había vida y actividad. Y cuando vimos en las paredes las letras y los símbolos de la organización, fue muy emocionante. Yo no soy muy religioso, pero sentía que estaban los compañeros diciéndonos ‘acá estamos’”.

46 años después de la caída de la casa; como en un acto de justicia simbólica, la historia que se narraba de manera clandestina y diez metros bajo tierra, sale a la superficie y concita la atención de la comunidad.

Y de la mano de una construcción militante intergeneracional, lejos de arriarse, las banderas históricas se abrazan a las demandas actuales, convirtiendo la casa clandestina en un espacio de debate abierto por la justicia social.

 

 

LNM - Edición Impresa 268

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