Mujeres indígenas contra el terricidio: "Destrozan cerros y nos contaminan el agua"

Mujeres de la comunidad Tapiete, en el norte salteño, llevan recorridos a pie más de 1.500 kilómetros. En su paso por Córdoba, denunciaron: “Nos estamos muriendo".

Ed Impresa 14/05/2021 Miriam Campos Miriam Campos
01 © gentileza Mujeres Indígenas por el Buen Vivir
“Nuestras madres, abuelas, ellas nunca salieron a hacer caminatas ni marchas, siempre nos dijeron que las mujeres deben estar en la casa, lavar, cocinar y cuidar a los niños; pero nosotras dijimos basta, hasta aquí, no más”. Foto: gentileza Enfant Terrible

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PASARON POR CÓRDOBA 

Para nosotras el buen vivir no es tener una linda casa, o tener un auto, sino es que haya paz y podamos vivir tranquilas. Es decir, cultivando nuestras cosas para que esos alimentos sean de todos nuestros niños y niñas, porque en el Chaco estamos sufriendo mucho de esa necesidad”, dice Esther Rodas frente al auditorio que la escucha en el Centro Cultural La Piojera de barrio Alberdi en la capital cordobesa. 

Esther tiene 46 años, ocho hijos y desde el 14 de marzo ya cruzó medio país caminando junto a sus compañeras: Fabiola, Débora, Patricia y Judith. Las cinco son de Tapiete, una comunidad indígena típicamente chaqueña cerca de Tartagal, bien al norte de Salta. Tienen una cultura similar a la de los matacos y chorotis pero hablan un dialecto guaraní de sus vecinos chiriguanos. 

Desde su comunidad, emprendieron un viaje a pie hacia Buenos Aires, un recorrido que tendrá más de 2.200 kilómetros para reclamar contra el terricidio: ríos contaminados, bosques mutilados, cerros diezmados, comunidades fumigadas y necesidades postergadas en una tierra que se fue quedando seca y cuarteada. 

Ellas representan el bloque norte, unidas en el Movimiento de Mujeres Indígenas por el Buen Vivir, y acá en Córdoba, las cobijaron sus hermanas del bloque centro, del Movimiento de Mujeres y Disidencias Indígenas de Córdoba, Jaruma. En el camino se van sumando otras mujeres, todas acompañando desde donde pueden: un plato de comida, un abrigo, un abrazo, un tejido inagotable de sororidad. 

Desde distintos puntos del país caminan también otras mujeres indígenas hacia la capital argentina, donde está previsto llegar el 22 de mayo, para pedirle a la Nación que se declare al terricidio como delito de lesa humanidad y lesa naturaleza. 

Las palabras salen de nuestros pies porque cuando la boca se cansa de gritar y su sonido se vuelve inaudible, es necesario entonces hablar con los pies”, dice el manifiesto de una caminata que tuvo sus inicios en 2015 y de la que formaron parte 36 naciones originarias. La misma empezó a gestarse unos años atrás, cuando en 2012 se hicieron una serie de encuentros con mujeres de distintas comunidades de pueblos originarios, coordinado por la referente mapuche Moira Millán

© gentileza Mujeres Indígenas por el Buen Vivir

Si uno le pregunta a Esther cómo surgió en Tapiete la decisión de hacer la caminata, con la voz pausada pero sin vueltas responde: “Estábamos peleando por querer hacer cosas, asumir o ser algo en nuestra comunidad, como cacique o presidenta pero nunca nos dieron participación por el hecho de ser mujeres”.

En esa línea, momentos antes, en la conferencia de prensa donde contaron sobre el recorrido, Esther graficó la pujanza de la caminata de una manera muy simple: “Nuestras madres, abuelas, ellas nunca salieron a hacer caminatas ni marchas, siempre nos dijeron que las mujeres deben estar en la casa, lavar, cocinar y cuidar a los niños, pero nosotras dijimos basta, hasta aquí, no más. Nosotras también podemos como mujeres, también podemos salir. Hemos salido sin el permiso de nuestros caciques, con el fin de llegar a Buenos Aires para decir basta de terricidio”.

Fabiola Rodas fue la que sacudió la rutina hace unos meses en esa comunidad norteña de poco más de 400 personas. “Mi hermana inició la idea, pero no tenía apoyo de nadie, así que nosotras la apoyamos. Al principio nos parecía una locura, salir y caminar hasta la capital, pero Fabiola nos motivó para salir”, cuenta Esther a La Nueva Mañana. 

La primera parada fue en la capital salteña, allí fueron menospreciadas, “mal recibidas”, pero el viaje continuó por otros lugares donde la gente fue ayudándolas, acercándolas en algún vehículo hacia un lugar seguro cuando caía la noche o recibiéndolas bajo un techo para descansar. En el pase hacia La Rioja, el 7 de mayo, las detuvieron. Unos 25 policías las rodearon en el puesto camionero 2 norte, de la Ruta 38, allí les dijeron que no podían entrar por cuestiones sanitarias, por la pandemia pero en un primer momento, tampoco les permitieron ser testeadas contra el Covid-19. 

“Cuando nos detuvieron yo le explicaba al comisario que allá en el interior, no nos estamos muriendo con la pandemia, nos estamos muriendo por otras enfermedades; nuestros niños y niñas mueren por desnutrición, muchos de la comunidad se enferman de cáncer y eso viene con la contaminación”, cuenta Esther. Varias horas después, ese día, fueron hisopadas con la ayuda de algunas personas y lograron sortear el atropello. 

Fabiola, que iba al frente de la marcha, se enfermó poco antes de que emprendieran el viaje a Córdoba, tuvo que ser hospitalizada y cuando la caminata parecía truncarse fue Esther, con el corazón apretado, quien le dijo que iban a seguir para poder llegar a Buenos Aires el 22 de mayo. “Yo le propuse seguir junto con las chicas, así que me animé aunque no tenía mucho conocimiento”, dice.

03 © gentileza Mujeres Indígenas por el Buen Vivir

-¿Cómo recibieron los hombres de Tapiete la idea de emprender la caminata?

-Ellos nunca se preocuparon por esto; hacían oídos sordos y nosotras no pedimos permiso, organizamos todo y salimos, por lo que si el cacique y los que están al mando se enteraron, será ahora por las redes, por los medios.

-¿Qué fue lo más difícil para vos en todo este trayecto?

-Más que nada siempre estoy pensando en mis hijos, en cómo están, que los extraño. Mi hija más chica tiene 13. Toda vez que podemos, nos comunicamos con nuestras familias. En todo lo que pasó se enfermó la hija de una de las hermanas, y ella quería volverse. Es difícil pero acá seguimos y desde allá nos avisaron que lograron conseguirle el medicamento a la niña para que esté mejor. Por ejemplo, tener un centro de salud en la comunidad es una cosa importante, porque a veces no hay médicos o no pueden llegar hacia nuestro lugar. Es complicado todo, hasta para sacarse una muela. Mucha gente se enferma, está mal y puede llegar a morir. 

-¿Qué te gustaría que pasara en Buenos Aires?

- Queremos llegar y que el Estado nos escuche y quien tenga la responsabilidad de hacerlo, nos pueda recibir dignamente. Nos destrozan el cerro, nos contaminan el agua, morimos, por eso me gustaría que se ajusticie a los que hacen mal a nuestra tierra, con la deforestación y la falta de agua porque ahí nacimos y ese es nuestro territorio.

  

 

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