Pascua trágica en el Kempes: seguimos crucificando a Jesucristo

Lo que pasó el sábado en el Estadio Kempes es la muestra de que la brutalidad y la violencia hacia el prójimo continúan 2.000 años después.

Opinión17/04/2017 Mariano Saravia
balbo

Una turba en la popular Willington linchó a Emanuel Balbo (fotos), tirándolo por uno de los ingresos y dejándolo al borde de la muerte. 

Más allá de los antecedentes que puedan haber habido con otro hincha por cuentas pendientes, lo importante para reflexionar es la actitud de un grupo grande de personas que enceguecidas, querían linchar a otra persona, y terminaron provocandolé muerte cerebral sólo porque alguien dijo que era de Talleres.

Aquel Viernes Santo de hace 2.000 años una turba se dejó llevar por los sacerdotes y los fariseos, que le metieron en la cabeza la versión de que Jesús era un impostor y que debía morir. Incluso Poncio Pilatos se lavó las manos y dio a elegir a la multitud entre Jesús y Barrabás, un probado delincuente. Y la turba pidió que liberaran a Barrabás. Pero además, pidió la muerte en la Cruz para Jesús.

Es lo que se llama hoy "opinión pública". ¿Qué diferencia hay entre aquellos que sin conocer a Jesús pidieron su crucifixión llevados por una propaganda mentirosa con los que hoy se dejan llevar por la crucifixión mediática de tal o cual persona? Con la excusa de supuestos hechos de corrupción o con cualquier otra excusa. Y mucho más, ¿qué diferencia hay entre aquello que ocurrió hace 2.000 años con lo que pasó este sábado en el Kempes?

Alguien que tenía una rencilla con Emanuel Balbo, cobardemente lo apuntó y gritó: "Es hincha de Talleres". Actuó como un Judas, apuntando al otro, señalándolo, escudándose en la traición. Y allí fue la turba, a asesinarlo. En ese momento, era "la opinión pública" de esa tribuna, convencida de que era hincha de Talleres. Y más aún, que por ser hincha de Talleres, había que matarlo, literalmente.

Incluso ya caído e inconsciente había seres humanos que pedían que mataran o que tiraran afuera a otro ser humano.

En estas Pascuas, todos somos Jesús y todos somos Judas.

Todos somos Jesús porque en cualquier momento un Judas puede señalarnos con una mentira y una turba puede masacrarnos. A cualquiera le podría haber pasado el sábado en el Kempes, si alguien que no lo quiere lo hubiera señalado diciendo que era hincha de Talleres.

Pero también todos somos Judas. Es muy fácil y muy tranquilizador decir: "Son todos unas bestias", porque entones estamos al resguardo, lejos de las bestias. Porque nosotros no somos como ellos. Pero lo que más duele es pensar que muchos de los que formaron parte de esa turba quizá eran personas comunes, no bestias. Capaz que un amigo tuyo o mío estuvo en esa tribuna. Quizá colaboró con una piña o una patada al linchamiento de otra persona acusada del grave pecado de ser hincha de otro club. Quizá participó por obra u omisión del asesinato. Quizá miró de cerca atraído por el morbo. Quizá se lavó las manos como Poncio Pilatos. Nadie se animó a parar la masacre.

Lo que más duele es darnos cuenta de que los que mataron a Jesús no son los bestias lejanos. Somos nosotros, que 2.000 años después, seguimos crucificándolo.

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