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La mirada de una niña en la voz de Cabuchi, los fantasmas de Nona Fernández, los seres fantásticos en Sibilejo y la búsqueda de una 'Hembra'.
Ed Impresa11/01/2019 Barbi Couto y Mauricio Micheloudpor Mauricio Micheloud
Diversas culturas siempre trataron de entender a su modo como es que determinados fenómenos de la naturaleza acontecían y daban sentido a lo que nos rodea. Son los rastros de las primeras ficciones y de la poesía misma.
Así se crearon legiones de seres fantásticos que engendraron la magia en el mundo: dragones, hadas, duendes, diablillos, etc. Pero como hablamos de literatura y la literatura es invención, podemos inventar nuevos seres llenos de magia para agregar otro personaje a ese coro tan polifónico.
El Sibilejo de Valeria Cervero es uno de ellos, porque él respira “y así nace/la brisa silenciosa de la noche” o porque tiene “una voz que cae/desde su boca/para rozar cada cosa/que quiere un nombre.”
Es el poder de nombrar las cosas para que cobren vida, para que tengan una entidad. El poema nombra al Sibilejo o a la tormenta o las hojas tiernas y ya la estamos viendo. Aunque en este caso hay una ayuda visual que proporciona Juan Lima y sus estampas se funden con cada poema, con cada giro del lenguaje. Y cada una de las ilustraciones que se enriquece del mundo vegetal para mimetizarse en la narración nos sigue dando pistas sobre este ser tan particular.
Cuando se cierra el libro se logra respirar hondo y oler el pasto húmedo por el que ya caminó el Sibilejo.
Sibilejo
Valeria Cervero
Ilustraciones de Juan Lima
Editorial Maravilla, Junio 2018
22 x 14 cm; 32 páginas; rústica
ISBN 978-987-42-8647-5
por Barbi Couto
La infancia se guarda en el recuerdo como una época y un territorio propio de los niños. Juegos, tareas, estudios, una rutina con compañeros habituales, donde los adultos cumplen su rol y este difícilmente es convertirse en compañero cómplice de esa infancia. Sin embargo, a veces irrumpe un personaje diferente en esas tardes de tiempos lentos. Un adulto, con mirada triste y tiempo pausado, con historias de otros parajes, autorizado por los padres para quedarse un tiempo, cómplice de los niños de la casa, un puente entre la infancia y la adultez, un amigo grande, con la sabiduría que le han dado los años pero con ganas y curiosidad aún jóvenes para compartir con los más pequeños.
Los 25 poemas de “El viajero” cuentan de un breve tiempo en que el viajero permaneció en la casa. La narradora encuentra su voz niña y lo recuerda convocando la magia, sentado bajo la higuera mirándolos jugar, tejiéndoles coronas de hojas verdes para sus cabezas, enseñándoles palabras en otro idioma, acompañándolos en paseos y labores y hablándoles de música. “El viajero y el mar se parecían” dice ella y el lector puede sondear a través de los versos el silencio del viajero en sus ojos de tristezas. Ella no sabe por qué vino, ni su historia o sus proyectos cuando se marchó, esas cosas no se le cuentan a los niños, pero la presencia del viajero perduró siempre en su memoria.
“Cuando sean grandes no dejen de buscar espejos al final de la lluvia”, dijo él y la niña herida hoy devenida poeta rastrea en su infancia cómo ver esos espejos en los charcos, cómo descubrir en el ruido de un papel metalizado de chocolate el sonido brevísimo de un ala de mariposa al quebrarse. La mirada de una infancia, tal vez la propia, guardada en unos inolvidables poemas que retratan el breve momento en que dos almas, tal vez gemelas, se cruzan y se encuentran fortuitamente, descubren en sus miradas tristes una complicidad que los unirá por siempre y se obsequian palabras para el camino.
>Podés leer "El viajero en este enace<
El viajero
Susana Cabuchi
Viento de fondo, Octubre 2018
20 x 14 cm; 60 páginas; rústica
ISBN 978-987-29042-6-5
Detrás de las cortinas,
la luna.
Silban
dos pájaros nocturnos
y el silencio.
Han llamado a la puerta.
Dijeron:
tiene los ojos tristes,
se nota
que no ha comido
en días,
su ropa está manchada.
Trae el olor del jume,
dice la madre,
el olor de mi pueblo
cuando soplaban los vientos del sur.
Puede quedarse.
Al ingresar a una sala
que no usamos,
el viajero descubrió
el viejo piano.
Apenas rozó algunas teclas
y salió
apresuradamente de la casa.
Se dirigió
hacia las colinas
como si tuviera que hacer
algo muy importante
pero creemos
que se alejaba
para que no lo viéramos llorar.
Poemas de “El viajero” de Susana Cabuchi.
Gentileza Viento de fondo
por Barbi Couto
Una escritura endiablada avanza sobre los cuentos, cada tanto vuelve sobre sus pasos, refuerza una imagen, una frase, una cierta palabra, deja un mojón para que el lector desprevenido confunda las historias y los personajes. “Encabezando el cuento, haciendo un llamado urgente a la página en blanco. Lo primero es esto, bautizar la historia, darle un carácter” dice la autora en uno de los relatos y hace lo propio en cada uno de los cuentos, cambiando la piel en cada uno, atravesándolos profundamente por la personalidad y la mirada de cada narrador.
Es el personaje devenido en Luis en el cuento “Marión”, donde el protagonista -en su búsqueda de un nuevo comienzo- acaba representando el rol del tal Luis cuidando a su enamorada en sus últimos días oscuros y demacrados, ánimas de un cuento.
Es la nieta de Blanca devenida en la misma Blanca en el cuento de igual nombre, donde un vestido y un abrigo la llevan por el tiempo a un encuentro con Octavio y la juventud desconocida de su abuela, el café, un licor de Toscana, naranjitas confitadas y una caja de cartas que guardarán por siempre la historia de ambos.
La autora vuelve a mutar y se transforma en escritor en “Emilia”, sondeando en las palabras para recuperar la historia de su antigua amante, buceando en los tambores de un Carnaval y una playa para descubrir a una mujer casi transparente, rota y crear un final para su historia en el bar El Limbo que les permita redimirse, quizás a ambos.
En “Zapato roto” quien cuenta la historia es Julio, un filósofo desempleado mientras escucha a su mujer Teresa tocar el piano en las puertas de la pobreza y halla entre sus melodías el recuerdo de la infancia que le devolverá la esperanza.
“Primero de noviembre” encuentra a un poeta, joven desaparecido, volviendo al abrazo con su padre moribundo para despedirse y en ese breve instante abrirle las puertas del cielo.
“Maltés” es la historia que cuenta La Gringa donde la pasión por escribir alcanza un clímax de locura: “Alcanzar un espacio sin tiempo y sin reglas donde cualquier cosa es posible. Una copia del mundo, pero a la medida del que escribe. Las palabras son la clave, basta con seguirles el ritmo, sentir sus pulsaciones, dejarlas jugar y sobreponerse unas a otras, como en una escalera mecánica". Maltés decía que había que darles espacio a las palabras, dejar que se cumplieran sus arrebatos, sus caprichos. Sólo a través de ellas puede inventarse un nuevo ritmo, un swing distinto. Palabras sincopadas reventando un tiempo muerto, palabras cadenciosas que se elevan de a poco, que despegan, que vuelan y que, en una de ésas, decía Maltés, si tienes suerte, te hacen golpear las puertas del Cielo”.
“El Cielo”, el cuento que da nombre al libro lo narra una vieja borracha en un departamento desvencijado donde conoce a Mara y su Tadeo. “Los muertos no vuelven”, dice. Mara le retruca: “pero igual penan, asustan”. Ella insiste: “Los muertos nunca vuelven”. Sin embargo sus fantasmas atraviesan las páginas del libro de página en página, dejándonos la sensación etérea de haber visitado la ciudad de la autora chilena en más de una ocasión, pero una ciudad subterránea, un inframundo poblado de criaturas translúcidas viviendo sus propios limbos en la búsqueda de, quizás, alguna forma de salvación.
El cielo
Nona Fernández
Caballo negro, Marzo 2018
20 x 14 cm; 170 páginas; rústica
ISBN 978-987-3612-28-2
por Mauricio Micheloud
Cuarta entrega de Camino Real, de esta particular serie de historieta que construye su guión a partir de una tirada de tarot. En esta oportunidad las cartas mostraron La torre, El ermitaño y La fuerza. Esta fortuna le reveló de algún modo a Matías Zanetti, el guionista en cuestión, que es lo que debía narrar: La posibilidad de pensar un mundo sin mujeres. ¿Cómo se piensa un mundo sin mujeres? Esta historia pivotea, por un lado, por contextos violentos y, por otro, por momentos reflexivos sobre la existencia del ser en un mundo no binario.
sto también tiene su correlato en el ambiente sórdido que crea Nicolás Brondo con trazos precisos, donde ninguna línea está puesta de más y con una paleta casi monocromática. Configura espacios donde vemos a hombres de expresiones severas que se desenvuelven en un juego de planos generales a página completa con la irrupción de primeros planos y planos detalle en la viñetas. De este modo enfoca el discurso en alguna expresión precisa o una acción determinada para puntualizar lo que se narra.
En el transcurrir de los acontecimientos históricos la mujer no está ausente: toma la forma de una incógnita o un mito y, sobre todo, una búsqueda.
Esta búsqueda a través de los tiempos la realiza un personaje que tiene alguna velada reminiscencia a Juan Salvo de El Eternauta y que en su periplo se pone en contacto con diversos hombres de diferentes épocas para hallar la hembra que pueda, al final, dar un nuevo comienzo.
Párrafo aparte de este libro es la tapa. El responsable es Emmanuel Figueroa. Por sí misma atrae al lector más desprevenido a darle al menos una hojeada al libro. Con ese bebé rojo sangre salido de las entrañas mismas de un guerrero caído. Toma una de las escenas de la historia y la sintetiza en la que sería una de las ideas fuertes de este mundo masculino: Cómo venimos al mundo sin el vientre de una mujer.
Camino Real - Episodio 4: Hembra
Guión y rotulación: Matías Zanetti
Dibujo y color: Nicolás Brondo
Ilustración de portada: Hugo Emmanuel Figueroa
Holograma, Noviembre 2018
25 x 15 cm; 24 páginas; rústica
ISBN 978-987-42-9939-0
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