El cine como herramienta de reflexión y discusión

Este viernes se proyecta “Toda esta sangre en el monte”, documental de Martín Céspedes dedicado al movimiento campesino santiagueño. Se exhibe en el Cineclub Municipal.

Cultura11/09/2018 Juan Manuel Pairone
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La película tiene como eje el juicio por el asesinato de Cristian Ferreyra,ocurrido en la localidad de Monte Quemado a fines de 2014.

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El cine es, a veces, mucho más que una sala en penumbras y una obra audiovisual en la pantalla. Esa es la sensación que queda dando vueltas en la cabeza tras ver los 71 minutos de Toda esta sangre en el monte, el documental de Martín Céspedes que se estrenará el próximo viernes en el Cineclub Municipal en función extraordinaria, con presencia del realizador, Martín Céspedes, y miembros del MOCASE, en diálogo con el público presentado y moderado por Ana Apontes.

Cuando una película desnuda una mirada sobre una realidad compleja y urgente, no es sólo una película. Es también una interpelación, una llamada. Y como si las imágenes, los testimonios y el relato en sí no fueran suficientes, la actividad que acompaña a la proyección termina de recubrir en los hechos el sentido de la película propiamente dicha.

Una mesa de debate, un diálogo, una puesta en común en relación a un conflicto, el del movimiento campesino de Santiago del Estero, que resulta tan atrapante como inabarcable en poco más de una hora de relato filmado.

El comienzo

“Según datos oficiales hay, por lo menos, 63.843 familias campesinas e indígenas amenazadas en Argentina. Son 9.293.233 hectáreas en disputa. Una zona equivalente a la superficie total de la provincia de Neuquén. Sólo en el año 2011 se contabilizaron en la provincia de Santiago del Estero 58 conflictos por la tierra, involucrando a 3.528 familias, en un total de 400 mil hectáreas”.

Ese es el comienzo de Toda esta sangre en el monte en su primera versión, un corto de poco más de 20 minutos subido a YouTube. Ese registro inicial hace foco en el asesinato del campesino Miguel Galván a manos de un vecino del paraje El Simbol (en el departamento santiagueño de Silípica) contratado por la empresa La Paz Agropecuaria. Galván era miembro activo del MOCASE (Movimiento Campesino de Santiago del Estero) y un agente activo de la defensa de las tierras ancestrales contra el avance del desalojo y el desmonte.

“La primera vez que viajé fue por la revista Crisis. No tenía idea a qué estaba yendo. Llevé la cámara para filmar algo como para acompañar la nota, pero en ningún momento se me cruzó por la cabeza hacer un trabajo audiovisual sobre este tema”, admite Martín Céspedes, director de aquel corto y también realizador (y camarógrafo) de la versión extendida que acaba de cumplir siete semanas de proyección en el Espacio INCAA del porteño Cine Gaumont.

“Cuando vi el nivel de violencia en el territorio y la complejidad del movimiento campesino me empecé a interesar en seguir viajando, pero tampoco tenía en claro qué hacer con el material”, explica Céspedes sobre su paulatino encuentro con el tema que profundiza en el largometraje.

“Cuando falleció Miguel Galván yo justo estaba ahí filmando y la prensa del MOCASE nos llama para que podamos estar en el funeral. Ahí decidí hacer un cortometraje lo más rápido posible, como para difundir lo que había pasado. Lo saqué casi inmediatamente, a fines de 2012”, recuerda.

La repercusión del corto, asegura Céspedes, fue inversamente proporcional a la sensación que le dejó ese material en relación a la complejidad del MOCASE y sus luchas. “Si bien servía como denuncia de ese caso puntual, se quedaba muy corto a la hora de adentrarse en lo que es el conflicto por la tierra y la organización campesina.

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Para el director Martín Céspedes , el cerco que se cierra sobre el escueto circuito del cine nacional y, más específicamente, sobre el género documental, era una barrera que había que romper.

Ahí me di cuenta de que el tema ameritaba un desarrollo y un trabajo más extenso”, relata el director, que pasó casi 6 años registrando y editando lo que se transformaría en su ópera prima como cineasta.
La película

Toda esta sangre en el monte gira en torno a otro caso de asesinato que atravesó las luchas por la defensa de la tierra en Santiago del Estero. Once meses antes de que Galván fuera ultimado, Cristian Ferreyra corrió la misma suerte en la comunidad originaria de San Antonio. ¿La causa? Nuevamente, el avance ilegal de empresarios y terratenientes sobre tierras pertenecientes por hecho y derecho a campesinos que habitan armoniosamente su lugar desde hace varias generaciones.

La película tiene como eje el juicio por el asesinato de Ferreyra, realizado en la localidad de Monte Quemado a fines de 2014. Ese hecho sirve como hilo conductor de un relato que indaga, además, en la organización y las contradicciones internas del MOCASE, en el rol del Estado como garante de los derechos de algunos y, en última instancia, en la relación del campesinado con el ecosistema que pretende defender de las garras del sistema capitalista y el supuesto progreso.

El documental no es sólo un retrato de la injusticia, sino que logra hacer foco en pequeñas escenas de la vida en el monte santiagueño, con especial atención a la forma en que los lugareños habitan ese espacio. “La lucha del MOCASE no es tanto por la tierra, sino por un modo de vida”, opina Céspedes. “En los territorios campesinos eso está en permanente reflexión, cosa que tal vez los que habitamos las ciudades lo tenemos relegado. Nosotros pensamos en cuánta renta podemos acaparar para vivir mejor, y allá eso va por otro lado.

Me pareció muy fuerte y necesitaba tener primeros planos de esos modos de vida, también para que se entienda por qué se lucha, para qué se quiere la tierra”, explica el realizador.toda esa00003
 La proyección:

“La iniciativa de proyectar la película acá y de generar la instancia de encuentro y de debate para nosotras se une al coro de voces que estamos tratando de generar en un momento en el que el neoliberalismo profundiza los aspectos más perversos de un proyecto de saqueo y depredación de nuestra tierra”, analiza Mercedes Ferrero, de Trabajadores Unidos por la Tierra y de la Confederación de Trabajadores de la Economía Popular (CTEP), dos de los espacios colectivos involucrados en el evento de este viernes en el Cineclub Municipal.

A ellos se suman: Encuentro de Organizaciones (EO), los movimientos campesinos de Córdoba (MCC) y Santiago del Estero (MOCASE), el Colectivo de Investigación El Llano En Llamas, el Colectivo de Trabajo Organizado (CTO), Ser Humano, Gallo Rojo y dos referentes en materia de medios alternativos como la revista Crisis y La tinta.

“Todos esos actores decidimos encontrarnos acá. El objetivo no es sólo la reflexión por la reflexión misma, sino la reflexión para la lucha”, expone la militante del valle de Paravachasca, que identifica al MOCASE como un proceso organizativo que lleva años de experiencias y saberes acumulados para compartir.

“La idea es analizar qué está pasando en la coyuntura actual en los distintos lugares, intercambiar miradas y posiciones y articularse para la resistencia”, asegura.

“La película nos resuena en la realidad actual que estamos viviendo en los territorios donde nos organizamos, adonde estamos luchando por la soberanía alimentaria. El quedarnos a debatir es seguir tejiendo la unidad desde abajo”, comenta Ferrero, que pone el foco en la consolidación de un tejido social comunitario en oposición al modelo neoliberal de producción. Para ella, el trabajo en torno a la recuperación de la tierra y el territorio es la clave que anuda esta experiencia de cine y debate.

En ese sentido, Mario Santucho, director de la revista Crisis, amplía la necesidad de generar este tipo de instancias de reflexión colectiva. “Nos parece que el ejercicio de ver una película como esta tiene un aspecto de contemplación y de mirada más artística, pero es un material para poder conversar y compartir sobre cuestiones que son trascendentales, realmente estratégicas en nuestro país. Vale la pena aprovechar ese espacio para discutir nociones tan de fondo como qué vamos a hacer con la vida campesina como sociedad o sobre el modelo productivo hegemónico”, comenta en relación al formato de presentaciones con mesas de debate que propone la estrategia de circulación del documental.

Crisis es, de hecho, un agente clave en la producción de Toda esta sangre en el monte, más allá del interés individual que desarrolló en la problemática el propio Céspedes. “La película surgió a partir de una iniciativa de reportaje en Santiago del Estero. Tenemos un vínculo muy estrecho con la gente del MOCASE y varios de nosotros participamos activamente en el juicio por el asesinato de Cristian Ferreyra. De alguna manera es un trabajo colectivo como revista y una iniciativa personal muy fuerte de Martín, que fue lo que terminó haciendo posible un producto como éste”, analiza Santucho.

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“Nuestra intención fue salir de los discursos más estandarizados para difundir y cronicar las luchas sociales, que son muy militantes, específicamente hechos para quienes poseen claves de lectura entrenadas en la lógica de la política partidaria o de la academia”, argumenta el director de la publicación.

“Lo más importante a la hora de hacer la película, tanto desde la realización como en la estrategia de difusión, fue pensar cómo hacer para ampliar el público y para que este conflicto llegue a gente que de otra forma no conocería el tema”, añade a su turno Céspedes.

Para el director, el cerco que se cierra sobre el escueto circuito del cine nacional y, más específicamente, sobre el género documental, era una barrera que había que romper. “Por eso apostamos a salir del típico documental de entrevistas, placas y voz en off y tratamos de explotar el costado más artístico, más parecido a una ficción”, explica.

Y resume este híbrido entre producción audiovisual y espacio de discusión de ideas con una descripción que se viste de invitación abierta: “Me parecía que estaba bueno que el documental no quedara relegado al poquísimo margen de público que va al cine. Me interesaba que sirviera a diferentes organizaciones para hablar de otros conflictos, de otras situaciones. Era una buena forma de abrir la película a la comunidad para que otros se la apropiaran”.



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