El pasado es un prólogo (Shakespeare)

Siempre resulta tentador decirles a los demás que nuestros males lo reconocen como fuente; así nos despegamos de nuestra propia responsabilidad, cargamos al de enfrente con la mochila de la frustración, la derrota y la vergüenza.

Opinión 20/04/2024 Néstor Pérez (*)
Chaplin tiempos modernos copia
Charles Chaplin en "Tiempos modernos". Captura de video.

Frecuentemente leo en redes sociales (anti, al decir de Vertbisky) que los electores de Milei se dispararon en el pie; o son esclavos que aclaman al traficante; o son tan estúpidos que no distinguen entre la justicia distributiva y la plusvalía más desenfrenada; o despreciaron la preciosa chance de Massa, quien nos haría navegar por aguas mansas y nos devolvería la mesa de frutos maduros.  

Leo y no puedo dar crédito a tan artera amonestación sobre un sujeto político nacido en el hambre, el trabajo precario, la nada de laburo, el maltrato de muchos agentes del Estado, una dirigencia política que le exige lealtad como si lo que distribuye le perteneciera, tratando al beneficiado como deudor imperecedero; que gritaba su desesperación por un costo de vida insufrible; aquel elector no buscaba -aún sospecha el cronista- otra cosa que no sea un alivio a la tortura cotidiana de la inflación; no tenía cómo saber que el bombero echaría al fuego un barril de combustible tras otro. 

Siempre resulta tentador decirles a los demás que nuestros males lo reconocen como fuente; así nos despegamos de nuestra propia responsabilidad, cargamos al de enfrente con la mochila de la frustración, la derrota y la vergüenza. Hasta aquí, al progresismo le resultó menos traumático disparar sobre un elector sin más convicción que su necesidad de alimento y abrigo que cargar contra aquel que tiene toda la lectura política ordenada por la cátedra o la militancia. Ahí, en ese espacio hay responsabilidades políticas aún derivando sin que alguien las tome de la mano. 

El kirchnerismo -lo pongo más claro- desatendió el pliego de urgencias dentro del radio en el que actuaba con solvencia; por ejemplo, la regularización del empleo público: compañeros precarizados diez, quince, veinte años. Esos que no encontraron donde ponerse a cubierto cuando sobre ellos se desató la cacería libertaria. Aquí no hay a quien acusar, el modelo distributivo del peronismo que hoy se debate en la confusión y la acefalía no fue capaz de resolver conflictos de baja intensidad –en tiempos de bonanza -, como esta incorporación de trabajadores al elenco estable; ajustar el esquema de tarifas desde los años previos al descalce de la economía (2011/2012); litigar con los actores concentrados de la economía insuflando aire nuevo en los gastados pulmones de las organizaciones sindicales, por citar lo más rocoso; revolviendo el diseño del saqueo y drenaje que significa la primarización repetida de la economía nacional; apelando a mirar más lejos y definir un plan que superara la coyuntura; organizar la proyección de dirigentes sin sangre real. 

Tardamos en reaccionar. 

Cedemos terreno. 

Vacilamos.

Revolvemos la media llena de bosta en la cabeza equivocada en lugar de enfrentar un modelo cruel como ningún predecesor elegido por el voto ciudadano, que apela al sufrimiento sostenido de los nadie para inclinar la cancha y drenar oportunidades hacia los ganadores de siempre; que se burla de quienes pierden la fuente de trabajo.

 ¿Cómo no protestar tanta brutalidad? 

La mansedumbre no es digna de un pueblo que soportó y enfrentó dictaduras. Murió en el helado suelo patrio de Malvinas. Levantó sus puños contra las pretensiones saqueadoras y contaminantes de tanta multinacional. Que hizo huir al galope a tanto impostor, traidor de sus fuentes de legitimidad.

La pared que mea al perro -o el FMI pidiendo clemencia al presidente sediento de sangre-; el gobernador cordobés -que de contestario tiene lo que el cronista de alemán- diciendo que ya basta, porque “es imposible vivir así”, casi rogando que el libertario frene el “ajuste brutal”, despiadado desde hace cuatro meses; el gesto desolado de Jorge Lanata, hombre de prensa sin afinidades izquierdosas: “Alguien tiene que parar a Milei”; Elisa Carrió: “Estamos frente al mayor ataque a la clase media de la historia”, deberían relevar de argumentos al que sufre lo indecible. 

Son voces institucionales o institucionalizadas que alertan sobre la tragedia social que es la administración Milei. No son invectivas de veinteañeros setentistas perfumados de guevarismo. 

gandhi

 La literatura política da cuenta de innumerables formas de desobediencia bajo regímenes democráticos; se suele citar a Bertrand Russell aunque casi siempre la luz hace foco en Henry David Thoreau, cuando la postulaba para atacar la esclavitud y la guerra contra México. En la conclusión nos remitimos al pacifista de Gandhi para aventar malos vientos interpretativos: 

“El poder es otorgado a alguien por el soporte de una mayoría, y si esta retira ese apoyo entonces el poder ya no puede ser ejercitado legalmente por quien lo recibió en representación”, la cita no es textual pero su enfoque es transparente.

Cuatro meses atrás respirábamos aires envenenados. El desasosiego insuflaba vida a un artefacto político que no enamoraba a nadie pero que amenazaba maridarse con los más rotos de un sistema desvencijado, puro fraude democrático. Hoy el peor de los presagios nos planta la cara, desafiante. ¿Estaremos a la altura del momento histórico?... 

                                           (*) Periodista, autor de "Democracia, el destierro de la ilusión" (Ediciones del Callejón) y "La palabra incómoda" (Raíz de Dos/Nuevos Editores).

 

 

 

 

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