Argentina, el “supermercado del mundo” que la política no consiguió

El gobierno argentino anheló convertir al país en el “supermercado del mundo”, pero la realidad le dio una bofetada. Una industria en apremios y la reducción de consumo interno indican que este sueño puede transformarse en pesadilla.

País 29/01/2018 Facundo Piai
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Por: Facundo Piai - Especial para La Nueva Mañana

Al cuarto día de haber asumido como presidente de la Nación, Mauricio Macri anunciaba la prometida quita de impuestos al sector agropecuario, al tiempo que declaraba lo que en apariencia era el programa productivo para dicho sector. Aquel 14 de diciembre del 2015, el líder de Cambiemos dijo que debíamos exportar más productos con valor agregado para que Argentina se convierta “en el supermercado del mundo”.
En el mismo sentido, Multimedios Agro Empresarios organizó un megacongreso bajo el lema “Argentina Supermercado del Mundo 2017”. Por allí desfilaron funcionarios del Gobierno nacional, gobernadores, empresarios y disertaron más de 300 conferencistas en el hotel Sheraton. “No podemos esperar el futuro, lo tenemos que hacer hoy”, “el mundo quiere alimentos argentinos”, “Argentina puede ser un excelente proveedor de alimentos para el mundo”, “hay que participar en la política para generar acciones a favor de la producción”, éstas son algunas de las frases de los ministros y secretarios de Estado en el evento que pretendía darle sustento a las declaraciones del presidente en aquel encuentro con los ruralistas cuando comunicaba la quita de las retenciones.

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Argentina como “supermercado del mundo” no solo está lejos, sino que ni siquiera la producción del sector agropecuario está orientada hacia allí.

Con la información publicada recientemente por organismos oficiales podemos afirmar que, luego de dos años de gestión de Cambiemos, “Argentina como supermercado del mundo” no solo está lejos, sino que ni siquiera la producción del sector agropecuario está orientada hacia allí. Con la quita de las retenciones a los granos y la reducción de la retención a la soja, el Gobierno esperaba un aumento en la frontera agropecuaria (cosa que sí sucedió) que se tradujera en más materia prima para que fuera transformada dentro del país. Anhelo que se puede traducir en la siguiente ecuación: menos impuestos + aumento de las tierras cosechadas= más alimentos y manufacturas de origen agropecuario. Lo que ocurrió fue que el aumento de las tierras cosechadas devino en mayor acopio por parte de las empresas exportadoras de cereales, quienes retienen cosecha presionando por un dólar más favorable de acuerdo a sus intereses y por mayor quita de retención a la soja. De este modo, el monto liquidado desde comienzos del año pasado hasta el 29 de diciembre del 2017 fue de los más bajos de los últimos ocho años, siendo de U$S 21.399.084.083, de acuerdo a los números reportados por la Cámara de la Industria Aceitera de la República Argentina (CIARA) y el Centro de Exportadores de Cereales (CEC). Es decir, un 10% inferior al de la campaña 2016, pese a que la cosecha del 2017 presentó un record de 136,6 millones de toneladas.

Un error de cálculo

La predicción del gobierno falló respecto al accionar del sector agropecuario porque desconoció que los terratenientes actúan en cuanto rentista y no como burgueses. Una conducta esperable en un burgués tipo es la de comprar materias primas, adquirir maquinarias/instrumentos y contratar trabajadores para que el obrero transforme productivamente las materias primas mediante los instrumentos de trabajo, y, de este modo, logre un nuevo producto. Así, el empresario obtiene un bien más complejo y, al venderlo, una ganancia que se transforma en capital al ser reinvertida en maquinas o más trabajadores. Ahora bien, la renta agropecuaria (ganancia extraordinaria por producir en las tierras más fértiles del mundo, que es potenciada en caso de devaluaciones) descompone el accionar antes mencionado, ya que los terratenientes gozan de una elevada rentabilidad, entonces no necesitan invertir para transformar sustancialmente la materia prima y obtener la ganancia de ese proceso productivo. La estrategia parasitaria de los grandes terratenientes del país consiste en presionar para acumular mayor renta, producto de quita de impuestos o generando las condiciones para un aumento del poder del dólar en el mercado local, posible mediante una devaluación del peso.
Se profundiza crisis de la industria alimentaria.

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De acuerdo al último relevamiento sobre la industria del INDEC publicado en diciembre del año pasado, la producción de alimentos lleva dos años en bajas consecutivas.

Tras el anuncio de que el país debería especializarse en la exportación de alimentos al mundo, era de esperarse un crecimiento de la industria alimenticia. Sin embargo, los números tampoco son auspiciosos en este sector para las expectativas del Gobierno. De acuerdo al último relevamiento sobre la industria del INDEC publicado en diciembre del año pasado, la producción de alimentos lleva dos años en bajas consecutivas. El Estimador Mensual Industrial del año 2016 reflejó que la industria alimenticia cayó 1.2% en comparación con el 2015 y las nuevas estimaciones dan cuenta que el año pasado hubo una baja de casi un punto. Es decir que si tomamos el año 2015 como referencia, el sector acumula una merma de casi 2.1%.

En la industria alimenticia hay sectores que se encuentran en una situación crítica, pese a que la economía rebotó el año pasado luego de la recesión del 2016. El sector lácteo es de los más castigados, presenta una merma de casi 20 puntos acumulados. Parece ser que cuando cae el consumo ni siquiera los alimentos de primera necesidad escapan al deterioro. De acuerdo a un informe que elaboró el Centro de Almaceneros, Autoservicios y Comerciantes Minoristas de la provincia de Córdoba los consumidores argentinos pagan el segundo precio más alto para adquirir un litro de leche (US$ 1,55), detrás de Canadá (US$ 1,86). En el mismo sentido, el sector bebidas tampoco logra salir de la recesión y acumula un negativo de casi cinco puntos.

Cae el consumo de alimentos

Según la consultora Focus Market, que analiza los tickets de ventas en supermercados, la venta en autoservicios cayó poco más de tres puntos de acuerdo al promedio anual. En el análisis desagregado por rubros se observa que el consumo de alimentos se retrotrajo 5,6% respecto al del año 2016 que también fue malo para los autoservicios, siendo la caída acumulada en alimentos de 10% respecto del año 2015. Es indudable que esta merma es resultante de la pérdida de poder adquisitivo del salario, el aumento de la canasta básica de alimentos, los incrementos de las tarifas de luz, agua y gas, como de los altos índices de desempleo y pobreza. También, es evidente la relación entre el consumo y la performance de la industria de alimentos, al ser esta última dependiente del mercado interno. De este modo, si la Argentina eligiera especializarse en la producción de alimentos para insertarse al mundo desde allí, paraluego desarrollar encadenamientos productivos en torno a esa actividad, debería en principio activar el consumo, no congelarlo; puesto que ese modelo económico de desarr llo implica dinamizar
la industria de alimentos, la cual es altamente sensible a los vaivenes del consumo y del poder adquisitivo de los salarios.

Apertura contraproducente

Otro aspecto negativo para la industria de alimentos, que deberían revisar en caso de erigir a la Argentina como “supermercado del mundo”, es la apertura indiscriminada de las importaciones. El aperturismo a ultranza colocó en las góndolas de los supermercados y almacenes nacionales alimentos hechos afuera. Según el informe de Intercambio Comercial Argentino publicado por INDEC, las importaciones de alimentos crecieron un 26% respecto al año pasado, mientras que las exportaciones del mismo rubro lo hicieron sólo un 2.3%. Se destinaron más de 1.500 millones de dólares para comprar alimentos y bebidas que nuestra economía produce.

Los principales alimentos importados fueron: carne congelada de cerdo, salmón, lácteos, frutos secos, manzanas y bananas, enlatados de atún, obleas, tomates conservados y vinos espumantes, de acuerdo a un relevamiento de Fecoba (Federación de Comercio e Industria de la Ciudad de Buenos Aires). El sentido común más básico dicta que para dejar de ser “granero del mundo” y comenzar a pensarnos como “supermercado del mundo”, al menos, en las góndolas de los supermercados argentinos debería de haber alimentos producidos fronteras adentro.

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