El otro inicio de clases: cómo funcionan las escuelas que buscan sostener la vida en el campo

Cecilia Suau y Carolina Moyano son docentes y coordinadoras de instituciones campesinas ubicadas en los parajes rurales de El Quicho, Las Abras y Las Cortaderas. Surgieron en 2009 como una demanda del Movimiento Campesino de Córdoba.

Córdoba 29/02/2024 Lucia Ceresole Lucia Ceresole
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Uno de los principales desafíos de estas escuelas es no perder los principios educativos del Movimiento Campesino. Fotos: gentileza

Sostener la vida en el campo es una lucha. La tenencia de la tierra no garantiza la permanencia en ella si no que tiene que estar acompañada de una serie de condiciones que posibiliten una vida digna, entre ellas, la educación. Así, transformar la realidad socio territorial del norte y el noroeste provincial es el fundamento de la creación en 2009, a partir de demandas del Movimiento Campesino de Córdoba, de escuelas con programas de terminalidad secundaria para adultos y jóvenes de 14 a 17 años. 

Cecilia Suau y Carolina Moyano son docentes y coordinadoras de escuelas campesinas ubicadas en los parajes rurales de El Quicho, Las Abras y Las Cortaderas. En total son el IPEM N° 306 Amadeo Sabatini (Extensión Áulica paraje El Quicho) y CENMA Villa de Soto Sede Los Escalones (El Quicho y Las Abras) en el departamento Cruz del Eje. El Instituto Villa Las Rosas (Extensión Aúlica Las Cortaderas) en el departamento San Alberto. Y el CENMA Dean Funes sede La Concepción en el Departamento Ischilin. En el Quicho reciben a 15 jóvenes y cuatro adultos y por jornada asisten seis docentes, aunque son diez. En Las Cortaderas son 20 estudiantes y 7 personas conforman el plantel docente. 

“Una ruralidad de mucho aislamiento geográfico”

Antes de que llegaran estas escuelas campesinas, hace más de doce años, en la zona no había instituciones de nivel medio. Ahora las hay, pero igual las y los jóvenes hacen varios kilómetros por caminos de tierra y en malas condiciones para llegar. Lo mismo sus docentes: Cecilia recorre los más de 50 kilómetros que la separan de El Quicho y Carolina viaja cuatro horas para ir y volver a Las Cortaderas. 

“Hay toda una realidad que tiene que ver con una escuela en una ruralidad poco conocida. Una ruralidad de mucho aislamiento geográfico, hacemos muchos kilómetros para llegar a donde están las escuelas y asisten chicos que les queda a más de una hora cualquier centro urbano. Entonces ese paisaje, esa cultura, esa identidad cultural productiva y social está en juego en el mensaje. En ese aislamiento, hay muchísimas familias campesinas que producen y viven en el campo y necesitan espacios para el arraigo de sus jóvenes en ese territorio”, dice Carolina. 

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Por esas distancias, las docentes marcan como uno de los importantes aciertos acomodar el cursado en tres días a la semana de forma intensiva en doble jornada. Esta modalidad les permite concentrar esfuerzos y garantizar asistencia, presencialidad y continuidad. “Son adolescentes que trabajan con sus familias en el campo y son condiciones que hay que hacerlas compatibles con las escuelas. Históricamente son jóvenes que cuando terminaban la primaria pasaban a ser adultos trabajadores prácticamente”, dice Cecilia.  

“Son adolescentes que trabajan con sus familias en el campo y esas condiciones que hay que hacerlas compatibles con las escuelas”

Agroecología y formación laboral, entre los contenidos

Uno de los principales desafíos de estas escuelas, que son escuelas del Estado, fue diseñar e implementar una propuesta educativa que tenga en cuenta las reglamentaciones oficiales pero que no perdiera los principios educativos del Movimiento Campesino, que también entiende a estas instituciones como espacios de formación para la lucha organizada. 

De este modo, los aprendizajes se proponen a partir de ejes temáticos como identidad y territorio; comunidad, participación y derechos; modelos productivos, reforma agraria, soberanía alimentaria, producción campesina y agroecología; bienes naturales y energías; trabajo y educación y proyecto de vida. Estos contenidos se abordan al tiempo que se desarrollan las capacidades prioritarias educativas que propone el Ministerio de Educación de Córdoba como comprensión y producción oral, lectura y escritura; abordaje y resolución de situaciones problemáticas; pensamiento crítico y creativo; trabajo en colaboración para aprender a relacionarse e interactuar.

“La agroecología es el eje para conducir la escuela. No solo la materia en si misma sino tratamos que sea como la base y recuperar los saberes que existen para ponerlos en diálogo con otros saberes más escolares y científicos. La curricula es más acotada que la secundaria común, pero tenemos lengua, matemáticas, ciencias naturales, ciencias sociales, humanidades, inglés, educación física, plástica y teatro”, explica Cecilia. En las escuelas campesinas esta materia está vinculada a la producción de la zona que es el ganado caprino. En Las Cortaderas, por ejemplo, la escuela está en un predio de una asociación civil del Movimiento Campesino donde está funcionando una fábrica de quesos cooperativa. 

En todos los espacios también está presente la formación laboral desde la producción campesina. Dice Cecilia: “Cuándo terminan las clases hay toda una disyuntiva sobre todo porque el acceso a la tierra acá es muy acotado. En ese sentido también hemos trabajado como orientación en la escuela para que puedan seguir trabajando en el campo. Criar más cabras exige más tierras y no hay acceso a más tierras, con la formación laboral intentamos buscar alternativas productivas, como la apicultura”. 

“La agroecología es el eje para conducir la escuela; tratamos que sea como la base y recuperar los saberes que existen para ponerlos en diálogo con otros saberes más escolares y científicos”

Hacer la escuela entre todos: asambleas y toma de decisiones colectivas

Para Carolina, las escuelas campesinas “ubican a los jóvenes como protagonistas” y proponen que el espacio educativo “se construya entre todos”. Una de las modalidades es la realización de una asamblea donde se definen las actividades escolares, se discuten conflictos y se distribuyen tareas de mantenimiento. “Es muy eficiente la asamblea porque desarrollan la participación ciudadana de los chicos, el debate y la argumentación. La verdad que en esa estrategia aprenden muchísimo más que si se los dieran como contenido en una clase de formación ciudadana. También, por ejemplo, en época de cabritos se ajustan los horarios y toda la escuela se debate en esa asamblea”, explica Cecilia. 

“Es muy eficiente la asamblea porque los chicos desarrollan la participación ciudadana, el debate y la argumentación”

Otras de las propuestas consisten en elegir un coordinador docente y uno estudiantil por mes que van regulando los horarios del recreo y de la jornada escolar, además de elegir lo que se va a leer en la jornada de lectura diaria. 

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“Por ejemplo un año habíamos determinado hacer el eje de agroecología sobre el bosque nativo y un par de meses de avanzado el año los mismos chicos dijeron que no les interesaba el tema y les interesaba la huerta. Lo debatimos en asamblea, charlamos y pasamos a trabajar con huerta agroecológica. También ahí se debaten cuestiones de disciplina, cuando hay algún problema más grave constituimos un comité de disciplina. Los estudiantes eligen un docente y los docentes elegimos un estudiante y se reúnen a debatir que hacemos con este problema y esto funciona muy bien. Es una instancia donde desarrollan el compromiso”, detallan. 

Son la primera generación de estudiantes secundarios

Para las docentes las escuelas permiten garantizar la educación de campesinas y campesinos, jóvenes y adultos, además de considerar la permanencia en el campo. “La mayoría elige seguir trabajando en el campo y en los pueblos cercanos. No ha habido mucha migración hacia las ciudades. Algunos siguieron actividades productivas con algunos temas que han visto en las escuelas campesinas. Son la primera generación de estudiantes secundarios en sus familias”, dice la coordinadora en el Quicho. 

Para la coordinadora de Las Cortaderas, estas escuelas “cumplen una función vital para el arraigo de las familias campesinas en el noroeste cordobés”. En ese sentido, explica que “permiten una sociabilidad cuidada con aprendizajes que promueven la sostenibilidad de la vida en el campo y desarrollar proyectos de vida para lograr arraigo. Este modelo de producción del agronegocio, los desmontes y el monocultivo van achicando el territorio, pero la escuela genera un espacio de formación. El sistema es expulsivo y la escuela no lo revierte, sino que ayuda a que esa expulsión no ocurra a los doce años”.  

Estas escuelas “cumplen una función vital para el arraigo de las familias campesinas en el noroeste cordobés”

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