Límites y desafíos de la aventura nacional cordobesista

Schiaretti sigue dilatando el lanzamiento nacional. La dificultad de los partidos provinciales para proyectarse en el país. Una advertencia: la grieta no se cierra si no se rompen sus partes.

Ed Impresa 23/09/2022 César Martín Pucheta César Martín Pucheta
Schiaretti en Expoagro de Palermo para portada
“Schiaretti no tiene penetración nacional, sin alguien que lo apadrine difícilmente pueda encabezar una fórmula”. Foto: gentileza.

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En medio de un timonazo al interior de la gestión que busca calmar aguas fronteras adentro, el peronismo cordobés vuelve a hacer trascender un lanzamiento nacional de Schiaretti que desde hace tiempo se viene postergando. La principal razón parece ser la necesaria atención sobre los problemas domésticos, que en este número son detallados en la nota de Nicolás Fassi (ver nota de pag 2y3), pero también una situación que el gobernador no logra resolver: cómo lograr su instalación a nivel país.

“Schiaretti no tiene penetración nacional, sin alguien que lo apadrine difícilmente pueda encabezar una fórmula”, dicen desde las oficinas porteñas que analizan los movimientos del cordobés a la distancia. Lo cierto es que el gobernador es quien cumple el rol de “ese padrino”, que alguien le exige a su lado para saciar su apetito de proyección. Y si uno mira alrededor, no hay nadie más que él por encima de esa epopeya anti grieta que se propone desde el centro del país.

“Lo que suceda con la polarización va a depender de lo que hagan los autores de la grieta”, dice Raúl Aragón a La Nueva Mañana. Conocedor del peronismo, el consultor advierte que el gobernador es “primero cordobés y después peronista”, lo que puede significar un problema a la hora de conseguir aliados que se desprendan del Frente de Todos para sumarse a una tercera alternativa, hoy inexistente en la práctica, más allá del outsider libertario Javier Milei, que como señaló el sondeo de opinión de Zuban - Córdoba del que este medio daba cuenta la semana pasada, transita momentos de una paulatina recuperación entre las consideraciones electorales.

En el centro del poder existe una particular curiosidad por la experiencia de los llamados “partidos provinciales”, esas fuerzas que no responden a ninguna de las lógicas estructurales del esquema político nacional. Desde ese prisma se suele mirar a la coalición que tiene al peronismo provincial como principal socio y que el propio Schiaretti nombró alguna vez como “partido cordobés”.  

A lo largo de la historia argentina, ninguna de esas experiencias, entre las que se pueden nombrar casos emblemáticos como el Movimiento Popular Neuquino o, con matices, el armado puntano comandado por los hermanos Rodriguez Saá, lograron imponerse a nivel nacional. Más bien, todas las fórmulas que alguna vez fueron encabezadas por referentes provinciales y alcanzaron la victoria a nivel país debieron apalancarse en las estructuras tradicionales de los partidos nacionales. La más reciente, la del Frente para la Victoria santacruceño que en 2003 encontró su sostén en el pejotismo bonaerense (y porteño) que logró encolumnar  a otros gobernadores a partir de la figura del entonces Presidente interino, Eduardo Duhalde.

De la Sota y Reutemann. El cordobés fue el elegido por Duhalde para ser candidato en 2003, pero su imagen nacional nunca despegó.
De la Sota y Reutemann. El cordobés fue el elegido por Duhalde para ser candidato en 2003, pero su imagen nacional nunca despegó.

Quizás ese sea el principal desafío del armado cordobés si es que pretende encabezar un proceso de nacionalización del Modelo de Gestión que inauguró José Manuel De la Sota allá por 1999. Vale recordar que en la previa al acuerdo que sellaron Duhalde y Néstor Kirchner, el fundador de Unión por Córdoba había sido uno de los elegidos por el ex gobernador de la Provincia de Buenos Aires para enfrentar los intentos de vuelta de Carlos Menem; el primero había sido el santafesino Carlos Reutemann, pero “Lole” vio cosas que no le gustaron y enseguida se corrió. De la Sota transitaba su primer mandato y contaba con una gran aprobación por parte del electorado cordobés, además de ser visto con muy buenos ojos por sus pares a lo largo del país, sin embargo su imagen nacional nunca despegó. Duhalde abortó la estrategia y “el gallego” se quedó en Córdoba. Schiaretti, de reojo, mira aquel viejo espejo y busca otro reflejo.

La primavera massista

En las redacciones nacionales se filtró quirúrgicamente la idea de un lanzamiento de Schiaretti al que se denominó Plan Primavera. La idea parece señalar que el anuncio será durante esta temporada y no ya en septiembre, como muchos lo habían anticipado. Quizás en ese recálculo temporal haya influido la derrota en Marcos Juárez, que aunque en la interna lo nieguen estaba destinada a convertirse en la nueva ciudad emblema del peronismo. Eso no pasó.

Lo concreto es que, además del contexto adverso a nivel provincial, a Schiaretti se le para enfrente otra primavera que atenta contra sus planes, la que protagoniza Sergio Massa desde la llegada al ministerio de Economía.

“Más allá de los problemas que sigue manifestando la economía, Massa ha logrado acomodar un poco las cosas. Los actores económicos están conformes y su gestión está siendo exitosa, a pesar de que la plata todavía no llegue a los sectores más postergados”, dice Aragón quien entiende que un virtual final feliz en la gestión del tigrense podría acomodar a todo el oficialismo, asi como al peronismo nacional, y lo potenciaría para una eventual candidatura.

Del otro lado de la grieta, las cosas parecen estar más complicadas, principalmente por las internas que genera la sobreoferta de candidatos. “La interna es muy fuerte y las peleas son públicas porque viven en la televisión”, advierte Aragón dando cuenta que, a un año de las elecciones, no se advierte un movimiento interno que pueda garantizar la unidad del espacio opositor, lo que hace muy posible una eventual ruptura que bifurque espacios y candidaturas. “En ese contexto, es posible el surgimiento de una tercera alternativa competitiva”, asegura aunque afirma que sin ruptura de las actuales conformaciones paradas en los extremos de la grieta cualquier intento en esa dirección suena a utopía. De esa clave también se desprende el sentido de una campaña destinada a afianzar un electorado que, sin opción de centro, optaría por algún candidato opositor. Por transición, también se explica el endurecimiento del ya tradicional perfil antikirchnerista del gobernador. 

Massa tuvo una buena reunión con Georgieva. El crecimiento del tigrense fortalece al Frente de Todos y disminuye las chances de la ruptura que espera Schiaretti.
Massa tuvo una buena reunión con Georgieva. El crecimiento del tigrense fortalece al Frente de Todos y disminuye las chances de la ruptura que espera Schiaretti.

Una consideración final de cara al presunto armado nacional schiarettista obliga a poner el acento en los armados provinciales. Allí vuelve a jugar un rol fundamental el dilema entre la unidad o la ruptura de los grandes frentes electorales. Si al fin y al cabo la matemática se impone sobre las ideas en las estrategias electorales, el cordobés deberá hacerse de aliados con el potencial suficiente como para poder sumar votos en cada uno de los territorios. En ese cálculo, le resultará fundamental pararse al lado de gobernadores que puedan poner a jugar sus aparatos y garantizar sus adhesiones históricas. Sin ruptura del Frente de Todos, el espacio con mayor cantidad de gobernadores entre sus filas, ese plan resultará demasiado complicado.

Si bien en la Cámara de Diputados, Hacemos por Córdoba congenia con bancas que representan a dos de los distritos más grandes del país, el bonaerense y el santafesino, lo concreto es que se trata de espacios menores en la representación provincial (el PJ antikirchnerista de Buenos Aires y el socialismo de Santa Fe). Construir desde esa base para sumar nuevos aliados, si es que ya no los sumó, se presenta casi como el primer paso necesario antes de pensar un eventual salto nacional que a esta altura parece haberse dilatado demasiado.

 

 

La Nueva Mañana - Edición Impresa 277

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