El lugar de los movimientos sociales en el tablero del cordobesismo

Mientras Schiaretti busca nacionalizar el “modelo Córdoba”, las versiones locales de las organizaciones sociales mantienen relaciones de intensidad variable con el Gobierno provincial.

Ed Impresa22/07/2022 Nicolás Fassi
barrios de pie
En el universo de los movimientos sociales hay una importante diversidad de vínculos con el gobierno, que va desde la integración para algunos a la indiferencia para otros.

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Especial para La Nueva Mañana

La provincia de Córdoba y el cordobesismo de manera particular en el último tiempo, tuvo y tiene relaciones y articulaciones de distinta intensidad con las “orgas” cuya fluctuación no escapa a las generales de los vaivenes diarios en todos los aspectos.

Mientras en el teatro de operaciones argentino el gobernador Juan Schiaretti y, quizá más aún sus adláteres, buscan exportar el modelo cordobés a nivel nacional, puertas adentro hay una importante diversidad de vínculos que va desde la integración para algunos a la indiferencia para otros, pasando por “mesas de discusión” y colaboración de mayor o menor densidad.

Aunque sea un lugar común, entre esta relación hay mujeres (principalmente), hombres y niños que engrosan un ejército de esperanzados eternos. Como si fuera poco, además de las carencias, sufren la estigmatización hija del desconocimiento y el prejuicio.

Una ancha avenida

De todas las organizaciones que se encuentran en el universo social local, el Movimiento Evita es el que más cerca está del Gobierno provincial. Con funcionarios y dirigentes dentro de la estructura, reafirma esta línea como la más plausible para desarrollar sus políticas. Jorge Lorenzo, uno de sus principales referentes, sostiene ante la consulta de La Nueva Mañana que en esos espacios de gestión es donde “planteamos las demandas de nuestros sectores, pensando que hay que rediscutir un modelo de país, que incorpore las problemáticas actuales que vemos en el territorio y en la militancia”. 

Evita Cba y Vigo
Referentes del Movimiento Evita junto a Alejandra Vigo.

“Pensamos que el modelo debe incluir las experiencias de la economía popular porque si no es así, va a seguir dejando trabajadores excluidos que en las sucesivas crisis debieron reinventarse”, explica Lorenzo, quien además es subdirector del CPC de Villa El Libertador. “El enfoque es salir de lo asistencial. Cuando se habla de convertir los planes sociales en trabajo, se piensa que esa gente no está trabajando. No es así. Y si ese reconvertir los planes es buscar que sean mano de obra barata, no estamos de acuerdo. Hay que potenciar esas experiencias”, asegura.

Este concepto es el que “transversaliza” a las organizaciones, más allá de las diferencias. “En la calle nos vemos todos. A veces, las diferencias son más de forma que de fondo”, asevera a su turno Emanuel Berardo (Polo Obrero), dando un pantallazo rápido.

 “Hay un fenómeno en los comedores populares que es el de gente ‘nueva’. Es decir que nunca ha ido o hacía mucho que no iba a un comedor”, sostiene el referente de Unidad Piquetera.

Precisamente, desde el sector que a nivel nacional encabeza Eduardo Belliboni, se observa que la precarización viene desde el propio Estado, que a través del Potenciar Trabajo emplea a personas sin los mismos beneficios de un trabajador formal.

Desde un lugar propositivo, Silvia Quevedo (Barrios de Pie), señala que “tenemos muy buen diálogo (con el Gobierno provincial. Pero como dice Emilio Pérsico (líder del Movimiento Evita): la política nos escucha, pero no nos ve”. “Por lógica tenemos diálogo, propuestas y ejecución de programas nacionales con el Gobierno provincial y la Municipalidad”, señala Quevedo, quien también hace un llamamiento a realizar autocríticas “sin grieta”, pero con la finalidad de avanzar hacia un nuevo paradigma. “Se hicieron cosas, pero falta más. Y lo digo no para generar una grieta sino verdaderos diálogos efectivos”, finaliza.

Constanza San Pedro (Patria Grande y la Unión de Trabajadores de la Economía Popular), reivindica el reclamo por el Salario Básico Universal, que a nivel nacional enarbola Juan Grabois. “Se trabaja en articulación con el Gobierno provincial a través del programa de fortalecimiento de la economía popular. Consideramos que es en algún punto insuficiente, porque entendemos que los programas de empleo resultan precarizadores. No obstante, es un espacio donde se puede dialogar”, asegura la dirigenta, quien además aporta que el Salario Básico Universal “es una propuesta profundamente feminista”. “Las trabajadoras que realizan tareas de cuidado y que se desempeñan en hogares y comedores comunitarios no perciben ningún tipo de ingreso”, asevera en torno a la feminización de la pobreza. Además, también reclama un cambio en la matriz productiva provincial, que contemple distintas maneras de trabajar la tierra, como se reclama desde la rama Rural del Movimiento de Trabajadores Excluidos (MTE).

 Constanza San Pedro © enfant terrible
Constanza San Pedro (Patria Grande y la Unión de Trabajadores de la Economía Popular),

Algunos (pocos) puentes

Marisa Cariddi (Libres del Sur) cuestionó la poca vinculación existente con la Provincia, más allá de algunas reivindicaciones puntuales. “Hemos llevado propuestas a la Provincia, como a los municipios. Pero no hemos tenido posibilidad de sentarnos en una mesa de concertación para llegar a objetivos comunes”, expresó para remarcar que desde hace tiempo la organización realiza estudios propios acerca de la inflación y la malnutrición.

Marisa Cariddi
Marisa Cariddi (Libres del Sur).

“Creo que habría que preguntarles a ellos el motivo por el cual no nos reciben, pero me parece que el principal motivo es no darle jerarquía a los movimientos sociales en el trabajo conjunto de las políticas públicas”, indicó.

De cualquier manera, como hijos del estallido de 2001, la nueva dinámica política está lejos de mostrar a un referente que, en términos de ciencia política, haga “catch all”, es decir que se transforme en un referente indiscutido para darle mayor fuerza a los reclamos. Quizá el acercamiento entre Unidad Piquetera y la Ctep signifique un paso más del largo camino hacia la constitución de un partido de los trabajadores (con y sin empleo) que permita institucionalizar el movimiento y capitalizar la crisis de representación existente en el país. 

En palabras del autor de La nueva columna vertebral. Cómo nacieron, crecieron y se desarrollaron los movimientos sociales en la Argentina (1993-2019), Agustín Álvarez Rey: 
“El desafío de los movimientos sociales, más allá de su rol articulador con el Estado y las capas vulnerables, de la sociedad es consolidar el perfil político”.


Los movimientos en la historia

A lo largo de la historia, el peso de los movimientos sociales marcó gran parte del devenir político de Argentina. A finales del siglo XIX y principios del siglo XX, las oleadas inmigratorias alumbraron en nuestro país el nacimiento de las primeras organizaciones laborales y sindicales, que prontamente se extendieron a distintos aspectos de la vida cotidiana, haciéndose fuertes en sectores donde la presencia estatal no se interesaba por influir. 

Mutuales, sociedades de fomento, cooperativas, sindicatos por rama, fueron algunos de los emergentes del nuevo mundo con el que se topó la Argentina del Centenario. Ese choque arrojó hitos no exentos de represión salvaje pero que al mismo tiempo abonó la memoria y parte del camino que llega a nuestros días.

La fortaleza ganada a lo largo de los años reconoce puntos clave como el surgimiento del peronismo, quizá el punto máximo de la incidencia política del movimiento obrero organizado, la Resistencia, el Cordobazo, Rosariazo, Mendozazo, el clasismo combativo, entre otros, dotaron de volumen a las organizaciones del mundo del trabajo.

Precisamente, esta última acepción es la que caracterizó a grandes rasgos el desarrollo y las disputas por lo que hoy conocemos como “modelo de país”.

Una de las consecuencias del terror económico y social de la Dictadura Cívico Militar, además de descabezar a una generación de mujeres y hombres, fueron los índices de pobreza y desocupación. 

Respecto del primer ítem, el economista Julián Zícari da en la tecla al señalar que “en la década de 1970 la pobreza promedio fue de 5,7%, aunque ya en la década siguiente prácticamente se cuadriplicó al pasar al 19,6%”. Además, la desocupación se convirtió en un fenómeno “nuevo” en el país con Raúl Alfonsín recibiendo un 4,6% de desempleados. Siete años antes, Argentina estaba, técnicamente, en una situación de pleno empleo, con menos del 2% de la población económicamente activa sin trabajo.

Esta circunstancia significó un punto de partida para el surgimiento de los llamados movimientos de desocupados y sociales, que desde el advenimiento de la democracia, y a caballo de las recurrentes crisis económicas, hasta el estallido de 2001, experimentaron el crecimiento que hoy los tiene, como se señala unas líneas más arriba, como actores con peso propio dentro de la política local.

Para Agustín Álvarez Rey*, “la crisis de representación, el cambio de modelo de producción y la modificación del sistema de acumulación capitalista aportaron lo suyo para que el subsuelo de la patria modificara su matriz y avanzara nuevamente hacia la consolidación de un sujeto político dominante”.

*Autor de “La nueva columna vertebral. Cómo nacieron, crecieron y se desarrollaron los movimientos sociales en la Argentina (1993-2019)”.

 

 

LNM - Edición Impresa 268

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