El caso Milei, o cómo la derecha usa y desecha a sus propias caricaturas

No hizo falta crearlo; estaba esperando que alguien se asomara. La derecha mediática le abrió las puertas, no sin antes trazarle un camino de inicio y otro de salida.

Ed Impresa10/06/2022 Santiago Bibiloni
Milei
El poder mediático le soltó la mano y el libertario saborea ahora los tragos amargos propios de semejante aventura.Foto: gentileza

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Especial para La Nueva Mañana

OPINIÓN

No hizo falta crearlo; estaba ahí, esperando que alguien se asomara por la ventana y lo invitara. La derecha mediática, que es el 90% de los medios de comunicación en Argentina, le abrió las puertas no sin antes trazarle un camino de inicio y otro de salida. Como toda caricatura, Milei exagera sus rasgos, busca en cada nueva actuación superar la anterior debido a que el tenor de sus dichos no permite detenerse en ningún análisis o reflexión, sino que sus frases necesitan subir la apuesta todo el tiempo para mantener al tope su exposición mediática. Esto genera necesariamente que sus puestas en escena sean cada vez más forzadas y su discurso cada vez más ridículo, lo que hace presumir que su tiempo se acaba y va camino hacia la puerta de atrás. Igual se lleva mucho: varias bancas de la arena legislativa y unos buenos billetes de la política alimentarán sus bolsillos por algunos años, lo que es pura ganancia para un friki que se sentó a la mesa sólo a jugar el juego de la provocación.

Pero ¿cómo y con qué fin utiliza la derecha a este personaje? Alentó su discurso intenso, su modo violento, subrayó sus extremos presentándolos como seductores ante una sociedad supuestamente asqueada “de lo mismo”, lo convirtió en fenómeno replicándolo día y noche en cada una de sus mil pantallas, y durante ese vertiginoso acontecer cumplió con su objetivo: arrastró a Juntos por el Cambio hacia el fangoso terreno de la verdadera derecha, la rancia, donde no hay medias tintas ni eufemismos.

Allí lo quiere y allí está ahora. El lugar para la acción está listo, la mafia periodística les viene guardando sus sets televisivos desde hace tiempo, y ya viene ensayando repetidos actos con Wolff, Bullrich, Juez (casi la versión cordobesa de Milei), Iglesias y otros. ¿Para qué? Para dejar las cosas bien en claro: ni se le ocurra a la alianza opositora dudar cuál es el norte que debe seguir y refrescarle, además, a quiénes debe siempre obedecer. 

Trueque. Sale Milei, ya impresentable para tomarlo de la mano y visitar las fiestas del círculo rojo, y entra Macri, el elegido para liderar aunque no sea candidato. Macri ya lo tiene claro; a la derecha de él, todo; al centro y a su izquierda no quiere a nadie, por eso Larreta y el radicalismo están entre ceja y ceja del ex presidente. Los radicales -siempre un obstáculo para los planes del macrismo- o se ajustan a los nuevos tiempos de Juntos o se pueden ir por donde vinieron.

En el radicalismo ya empezaron a llorar de antemano por lo que más les importa: cuántos puestos de la generosa política perderán si se descuelgan de Macri. ¿Y Milei? Cada aparición, un nuevo derrape; el poder mediático le soltó la mano y el libertario locuaz saborea ahora los tragos amargos propios de semejante aventura. La criatura se quedó sin padre. Nadie fue, todos lo desconocen. Milei anda con cara de malo, patalea contra sus ex aduladores, y ya es consciente de que uno de los brazos visibles de la derecha fáctica lo usó como un medio para conseguir un fin. Pronto será un descarte; y quizás –sólo si es muy necesario- un posible aliado en el futuro para que devuelva los favores recibidos. 

 

 

LNM - Edición Impresa 262

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