Con el cambio del slogan oficial, "Primero la Gente", inicia una nueva etapa de gestión, que busca poner el foco en la recuperación del poder adquisitivo del salario.
Ed Impresa 27/05/2022
César Martín Pucheta
“Cuando el pan falta en tantas familias es cuando más tenemos que pensar en nuestro prójimo y sus necesidades básicas: educación, salud, justicia”. Esa fue una de las frases más destacadas en el Tedeum a cargo del cardenal Mario Poli, que tuvo lugar en Catedral Metropolitana, el miércoles 25 de Mayo. Benevolente con el momento histórico y con la administración de Fernández, Poli brindó el que acaso sea su último mensaje (una complicación con el manejo de fondos precipitaría su jubilación a finales de este 2022) en sintonía con la nueva etapa con la que la gestión del Frente de Todos intenta relanzarse a partir, precisamente, de este nuevo aniversario patrio.
“Primero la gente” reza el nuevo slogan con el que Alberto Fernández busca, una vez más, reconquistar la esperanza de los argentinos y argentinas que parecen haberle quitado el apoyo con el que gozaba a comienzos de su gestión y que llegó a sobrevivir, incluso, a los primeros meses de pandemia. Con el coronavirus en aparente retirada y la guerra en Ucrania en uno de sus puntos más críticos, la administración nacional se apoya en algunos números de la macroeconomía, que le son favorables, para proponer un momento en el que el crecimiento llegue a los sectores más golpeados de la sociedad argentina, cuya situación se complejiza con la escalada de precios que se agudizó desde comienzos de este 2022.
De allí surge la nueva propuesta que fue elaborada por el equipo de comunicación presidencial y dejará atrás a los viejos latiguillos “Argentina unida” y “Reconstrucción argentina”, que habían acompañado a la comunicación de la Casa Rosada desde diciembre del 2019. Para algunos anuncios puntuales, por ejemplo para acompañar el accionar de la cartera de obra pública que dirige Gabriel Katopodis, las antiguas fórmulas de comunicación continuarán presentes.
Si bien el “Primero la gente” parece estar traspolado desde el título del libro que Bernardo Kliksberg, uno de los pensadores preferidos del equipo económico presidencial, escribió junto al premio Nobel Amartya Sen, a los cordobeses y cordobesas les puede sonar familiar desde el otro extremo del pensamiento.
Primero la Gente es el nombre del partido que supo tener como máximo referente a Sebastián García Díaz, hoy dentro de Juntos por el Cambio. Si bien la fuerza llegó a formar parte de la estructura del primer gobierno de Schiaretti, en el que García Díaz fue funcionario, su presencia se fue diluyendo con el paso del tiempo, hasta que hace un par de años sus referentes volvieron a los primeros planos de la política convocados por los halcones amarillos. De hecho, junto a García Díaz, una de las fundadoras de Primero la Gente fue la actual senadora nacional Cármen Álvarez Rivero. De allí que el nuevo slogan pueda presentar alguna dificultad para la instalación en tierras mediterráneas. Otra más.
Cuando salió del Tedeum, el Presidente aseguró que es “tiempo de reencuentro”. “La unidad depende de nosotros. Es una decisión individual y no quiero que piensen como yo, pero lo primero es la gente. Tenemos que unir esfuerzos porque vivimos en un mundo muy conmocionado, convulsionado y dañado”, aseguró al ser abordado por la prensa antes de irse al locro que compartió con algunos de sus aliados más cercanos, organizado por el Movimiento Evita.
“Necesitamos, antes que nada, respetarnos en la diversidad, no tenemos por qué ser todos iguales, podemos tener una lógica diferente y podemos estar unidos”, dijo el Presidente desde el encuentro, cerrado, que fue transmitido sólo por las redes de la organización. “Esa unidad es primordial, porque enfrente tenemos la amenaza de siempre, la amenaza de los que gobernaron cuatro años e hicieron caer el salario real 20 puntos, la amenaza de los que condenaron a la pobreza a millones de argentinos, la amenaza de los que piensan que el trabajo es un costo y hay que abaratarlo, de los que dicen que los que trabajan no tienen derecho a ser indemnizados si los despiden”, aseveró en una nueva convocatoria a la unidad que tiene como destinatario directo al kirchnerismo, el otro lado de la grieta interna de la coalición gobernante.
El último capítulo de la interna llegó a comienzos de semana con la renuncia de Roberto Feletti a la Secretaría de Comercio de la Nación. En términos políticos, no se trata de victorias ni derrotas de ninguno de los dos grandes espacios que protagonizan la disputa actual sino de una acumulación de poder por parte de Martín Guzmán que, ahora, juega con un arma de doble filo. Será el hacedor de la tan mentada recuperación o el responsable del fracaso económico definitivo.
Esa suerte, en una medida excluyente, dependerá del comportamiento de dos variables, la inflación y el poder adquisitivo de los salarios. El propio Alberto Fernández había dicho el fin de semana pasado que “la misión” de todo el Gabinete nacional era hacer lo necesario para que salario real crezca “y recuperemos el salario real de una vez y para siempre”.
Según los últimos datos oficiales, los altos números de la inflación que marcaron el pulso del 2022 fueron relativamente acompañados por la suba en el salario promedio de los trabajadores registrados. El siguiente cuadro es el detalle de la evolución del RIPTE, que se define como la remuneración promedio sujeta a aportes al Sistema Integrado Previsional Argentino (SIPA) que perciben los trabajadores que se encuentran bajo relación de dependencia y que han sido declarados en forma continua durante los últimos 13 meses y que el Estado nacional toma como referencia.
Más allá de eso, la dinámica de los precios abre nuevos desafíos en los que las revisiones de acuerdos paritarios se hace cada vez más habitual por la inestabilidad que complejiza la evaluación de los acuerdos.
Un informe del Centro de Investigación y Formación de la República Argentina (Cifra-CTA) señala que en 2021 el desempeño de las paritarias fue “dispar”. “En la mayoría de los grandes gremios con ajustes de último momento se pudo empatar la inflación punta a punta del ciclo, pero no siempre se logró sostener el poder de compra del salario de manera continua, dado que el escalonamiento de los incrementos salariales en períodos de inflación en aumento genera pérdidas de poder adquisitivo que luego no son compensadas retroactivamente”, señala el informe que también advierte que “en promedio, el poder adquisitivo de los ingresos laborales aumentó sólo 1,6% entre los cuartos trimestres de 2019 y de 2021; de modo que queda aún 18,1% por debajo si se compara la situación con la vigente en el último trimestre de 2017, previo a la fuerte caída que tuvo lugar al final del gobierno de Mauricio Macri”, que los datos oficiales ubican en alrededor del 20%.
En ese desafío, los trabajadores registrados avanzan en acuerdos partirarios que rompen techos históricos, aún ante la inseguridad de que eso conlleve una seguridad respecto a la suficiencia de esos arreglos.
Los gremios Fatrasep (Federación Argentina de Trabajadores de la Seguridad Privada) y Uspra (Unión Personal de Seguridad Privada) cerraron la paritaria nacional más alta, que por el momento es del 85,7%, sólo superada por el 96% que el gobierno de Axel Kicillof definió para los investigadores de la Comisión de Investigaciones Científicas (CIC) de la Provincia de Buenos Aires. Los vigiladores cobrarán ese incremento interanual en 5 cuotas, que terminará de materializarse en abril del 2023.
Más atrás vienen los trabajadores nucleados en la Uocra (Unión Obrera de la Construcción), liderada por Gerardo Martínez, que cerró una paritaria del 62% a pagar en ocho tramos. El detalle, que da cuenta de las complejas proyecciones oficiales, es que el acuerdo contempla una cláusula de revisión en noviembre. Lo mismo sucede con los capataces.
Le siguen gastronómicos y bancarios, con un 60% de aumento; los empleados de comercio, con un 59,5%; los trabajadores del rubro sanidad, con un 59%; y los obreros navales, con un 50%. Todos con cláusulas de revisión que, en el mejor de los casos, se establecerán a partir de monitoreos permanentes con foco en la evolución de los precios.
Hace un par de semanas, el Gobierno se hizo eco de un pedido del diputado Máximo Kirchner y adelantó dos cuotas del salario mínimo, que alcanzará un aumento del 45% entre los meses de junio y agosto. Así, los trabajadores registrados cobrarán un piso de 47.850 pesos, mientras que la prestación por desempleo será de 13.292. Allí, el Estado puso la vara para las negociaciones paritarias que deberán terminar de cerrarse, a más tardar, en el próximo mes. Una actualización que de mínima ubica el aumento semestral en casi un 50% y que prefiere establecer condiciones para la revisión en vez de arriesgarse a una proyección anual que ni los más optimistas se animan a mirar.
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