Córdoba perdió más de 27 mil hectáreas de vegetación en el último incendio forestal

De la superficie quemada, más de 3.000 hectáreas son de bosque nativo. La Provincia convocó a un Plan de Reforestación Ambiental para los próximos dos años. Reordenamiento del suelo para un monte que ya cedió en un 97%.

Ed Impresa 04/09/2020 Miriam Campos Miriam Campos
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Todo lo que se incendió ya se había quemado “entre una y seis veces en los últimos 30 años”.

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INCENDIOS - REMEDIACIÓN: 

‘27.153 hectáreas’ es el dato que revelan las imágenes del Centinel 2A, un satélite de la Agencia Espacial Europea (ESA) de distribución gratuita, que cada dos días repite el mismo trazado de ruta y permite hacer un seguimiento bastante rápido de las zonas afectadas por los incendios en Córdoba.

Para medir la superficie -el dato más importante- se debe aplicar una técnica para separar en las imágenes lo quemado de lo no quemado. Después, esos datos se cruzan con la cartografía del tipo de vegetación y el resultado puede mostrar dónde, cuánto y qué es lo que se devoró el fuego. 

“Las 27.153 hectáreas perdidas corresponden a este último incendio forestal y se trata de un dato blando porque puede haber un cierto error y podrían llegar 30.000. Lo que está claro es que fue un fuego muy grande, con mucha afectación”, dice a La Nueva Mañana, Nicolás Mari, técnico de la Agencia de Extensión Rural INTA Cruz del Eje y quien, hace tiempo, desarrolló un sistema de alerta y respuestas tempranas a incendios de vegetación. 

En lo que va del año, la cifra del total acumulado de tierras arrasadas por el fuego suman 48.000 hectáreas y esto se dio en tan solo cuatro meses. La dimensión fue tal que el Gobierno provincial declaró la emergencia agropecuaria y las localidades afectadas fueron catalogadas como zona de desastre. 

En cuanto a la vegetación perdida, el 50% de lo que se quemó corresponde a arbustales y matorrales, el 38%, a pastizales y el 12% es bosque nativo, es decir, más de 3.000 hectáreas. Ese 50% de arbustos y matorrales, seguramente en el pasado, gran parte era bosque y en lo que se llama “la sucesión ecológica” (después de que se quema la vegetación), en el rebrote, el bosque puede haberse “arbustizado”, que es un proceso muy común en ambientes que están sometidos a pulso de fuego, es decir, a una alta frecuencia de incendios.

“Con esos porcentajes, se puede hablar de la necesidad de reforestar, restaurar, porque los espacios que se queman son los relictos de bosque -los remanentes que sobrevivieron-. Estamos entonces hablando de esos últimos restitos de bosques nativos que se están quemando”, explica Mari y agrega que los primeros análisis del relevamiento técnico que el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) proporciona a la Provincia revela que estas zonas, previo al incendio, ya se habían quemado “entre una y seis veces en los últimos 30 años”.

Este tipo de análisis retrospectivo no es un fenómeno fortuito del que se pueda decir que es un accidente, porque no es la primera vez que pasa. “Hay una línea de trabajo o pensamiento en la que decimos: acá está pasando algo y es algo muy groso”, dice el técnico y agrega que esto tiene una historia muy fuerte del uso del fuego, con distintos fines, donde el 90% de los incendios forestales, con distintas motivaciones, son intencionales.

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Algarrobos (Gentileza: INTA)

La trama del fuego

El mapeo de la superficie y la forma del incendio, es decir, cómo se distribuye la cicatriz quemada a lo largo del territorio, muestran que este último gran fuego se generó en las inmediaciones de Villa Albertina, el día 15 y se expandió hasta el 30 de agosto, que se declaró oficialmente extinto. 

“15 días de quema, en los que fuimos viendo la evolución del fuego, fuimos viendo esa propagación que empezó en una zona de pastilazales, matorrales, arbustales, que son campos de uso ganadero. Y luego cruzó las sierras por la zona de Ischilín, Copacabana y traspasó desde el lado este de las sierras al oeste. Ahí empezó a afectar todas las laderas que dan al oeste de las Sierras Chicas, en particular la localidad de Charbonier. Después de eso se dirigió hacia Capilla del Monte”, dice Mari sobre la trama del fuego que enmarcó también el horizonte de la capital cordobesa y el humo, algo tenue, se respiró en los distintos barrios.

Para el técnico, en los lugares que hubo mucha quema, el planteo es una estrategia de reordenamiento territorial que significa planificar el espacio de reforestación con especies nativas y esto tiene que ir de la mano de la Ley de Bosques y de la ayuda del Estado en restaurar las áreas quemadas. 

“Debe ser un trabajo intersectorial donde haya acuerdos comunes e ir al hueso, donde eso significa ponerse de acuerdo entre la cuestión ambiental y la cuestión productiva”, dice Mari e ilustra: “Si se destruye el paisaje de la provincia, por ejemplo, perdemos una fuente de ingresos económicos por lo que, en definitiva, estamos todos agarrados del mismo hilo en todo este problema. Hay que buscar el consenso, el diálogo y dejar atrás las mezquindades”.

Después de la quema

“Venían más o menos pilotéandola con la sequía y ahora hay cero pasto. Después del incendio las familias tienen que salir todos los días para dar respuesta al alimento de los animales. Eso en la urgencia. Y a mediano plazo, todos los campos quedaron abiertos porque se quemaron los alambrados y hay que reponer toda la infraestructura”, cuenta desde Quilino el agrónomo Horacio Britos, quien asesora a pequeños productores y forma parte del Movimiento Campesino de norte de Córdoba. 

En las zonas urbanas de Charbonier se perdieron casas. En Copacabana, unas 10 familias que se dedican a la cestería de palma también perdieron todo ese valle, con lo que se destruyeron casi todos los recursos para los trabajos. Hay productores apícolas a los que se les incendiaron las colmenas. La Provincia, hasta el momento, relevó más de 600 familias afectadas, el 90% de ellas son pequeños productores. Este miércoles hubo anuncios sobre asistencia en distintos aspectos pero la situación seguirá siendo dramática por un tiempo largo.

En ese contexto, Britos analiza la situación con preocupación: “El peligro todavía no ha pasado, tenemos una perspectiva de que será una primavera más seca de lo normal, así que no podemos relajarnos hasta octubre prácticamente”. 

Tras el fuego, ahora hay una discusión de cómo restaurar estos ambientes y hacerlos “más resilientes”. Para el agrónomo, ahí es donde el Estado debe atender la emergencia y “pensar en un esquema de monitoreo del fuego y también un esquema de ordenamiento territorial de las áreas de sierras". Sería necesario detectar zonas donde sí o sí ya hace falta clausurar y recuperar el bosque, áreas de mucha pendiente, quebradas o donde hay bosquecillo, por ejemplo. 

“Otra cuestión sería trabajar de cómo fortalecer a los pequeños productores para que hagan prácticas de manejo. Que bajen la carga de pastoreo porque el pastizal crece, aumenta porque la vaca elige lo que quiere comer, y el pajonal no lo come, todos los años aumenta la cantidad y en algún momento se va a quemar para renovar el sistema”, explica Britos. 

“Hay ciclos y evidentemente está faltando una estrategia de ordenamiento de territorio que no solamente tenga que ver con restauración sino que vaya orientando las tecnologías y los sistemas productivos hacia una recuperación del bosque”, indica el agrónomo y cierra: “No es un tema que será fácil pero ya hay que pensar acciones directas por parte del Estado”.

En esa línea, Juan Cruz Molina, director Regional del INTA, explica que la disminución de la capacidad de producción ocasionada por el fuego, vista desde una figura productiva,  en esa zona más del 70% son ganaderos y ahí  “hay un impacto muy alto" a nivel de la producción para los próximos 365 días. "Ese ciclo ganadero está muy condicionado para el próximo año”, dice.

“Ahora que estamos en la etapa de relevamiento, es importante que desde el INTA podamos definir con precisiones el impacto, porque luego estos números disparan algunos procesos administrativos”, explica el director y sobre la zona consumida por el fuego, indica: “Una de las estrategias importantes, desde mi mirada, es fundamental todo lo vinculado a la Ley de Ordenamiento Territorial de Bosque Nativo, que en Córdoba tiene autoridad aplicación, se haga un adecuado cumplimiento de la misma, que seguramente tendrá que tener algunas modificaciones”. 

Plan de reforestación  

“Tenemos que esperar las primeras lluvias, vamos a ver cómo reacciona la flora y la fauna y mientras tanto, vamos haciendo los estudios. Por eso hemos convocado a un equipo intesectorial, gente tanto del ámbito científico, académico como de organización social, universidades e institutos”, dice Juan Carlos Scotto, secretario de Ambiente de la Provincia, quien coordinó el viernes pasado la primera reunión de lo que el Gobierno presentó como “Plan de Reforestación Ambiental”, a lo que se destinarán 25 millones del fondo permanente para atención de situaciones de desastre, anunciado en conferencia de prensa por el propio Juan Schiaretti. 

El objetivo es avanzar en un plan de reforestación para el que se prevé la plantación de 400.000 plantas nativas en un plazo de dos años. “Ahora, para una reforestación inmediata, tenemos 60.000 disponibles, entre lo proporcionado por los viveros provinciales, el Inta, el ministerio de Agricultura, donaciones privadas, entre otras”, dice el funcionario y agrega que el gobierno de Misiones, ofreció 5.000 plantas nativas hechas con semillas locales. 

“Tenemos como para empezar la reforestación, eso de manera inmediata. Y después en la compensación -las plantaciones en otros sitios no necesariamente quemados-, que se estima llevará dos años, vamos a llegar a las 400.000, el árbol nativo es lento y de difícil producción”, dice Scotto.

El plan de forestación que propone la Provincia implica que los más de 65 sectores convocados trabajen en distintos grupos bajo seis ejes, uno de ellos será el “ordenamiento ambiental del territorio”, un reclamo que se viene planteando desde hace años.

En ese marco, la agrónoma Eugenia Sosa de la Unión Campesina Traslasierra, que trabaja en los departamentos de Pocho, San Alberto y San Javier, cuenta que este año en esa zona no tuvieron incendios pero desde hace tiempo, desde el Movimiento Campesino, sí se realiza un trabajo muy fuerte en lo que es bosque nativo. “Básicamente nuestras comunidades están en el bosque conviven y producen, y viven allí, entonces es un eje muy fuerte para nosotros, por eso sentimos que tenemos mucho para aportar en un plan de cómo trabajar el tema de los incendios que vienen siendo recurrente, sobre todo, en las zonas de las sierras”.

“Creemos que la salida es a mediano y largo plazo, tiene que ser construcción participativa, tienen que estar las comunidades locales, las principales afectadas, los pobladores y fortalecerlas en el uso, en el ordenamiento territorial, en cómo restaurar esas zonas quemadas. Va a tener que haber un fuerte protagonismo en las comunidades locales”, explica Sosa.

“Nosotros tenemos la experiencia con la Ley de Bosques, acá en nuestra zona tenemos 150 planes de conservación, conservamos más de 50 mil hectáreas de bosque nativo, hemos hecho obras de agua para tener disponible a la hora que haya un incendio, mejorar todos los accesos, las conectividades, son roles que cumplimos quienes estamos en el territorio porque también nos favorecen para otras cosas”, dice la agrónoma y agrega que el hecho de tener los accesos en condiciones, o tener agua disponible, ayuda a las comunidades tanto para la producción como para una situación de incendio forestal. "Y esta es la experiencia que queremos aportar”, cierra.

 

 

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