Un lungo que no paró de crecer

Una historia de adolescentes que tiene como protagonista a un ex jugador de la Selección argentina y leyenda de Atenas.

Deportes 18/06/2020 Gustavo Scarpetta
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Una imagen del recuerdo de esa época inolvidable. Foto: gentileza.

Nadie podía imaginar como terminaría esta historia. Visto a la distancia era un simple campeonato organizado en la semana del estudiante en un pueblo de la provincia de Córdoba; pero que nos regala un sinfín de recuerdos y emociones.

Por la mañana comenzaba el campeonato de fútbol y  la tarde era el tiempo de los demás deportes como básquet y vóley.

En el colegio estaba la tradición de que esa semana había poca clase, un día era enteramente deportivo organizado por los profesores de gimnasia. El 21 de setiembre era feriado y el viernes a la noche, que podía o no coincidir con el 21, era la fiesta del estudiante donde todos nos poníamos las mejores ropas y se concretaban algunos amores que habían estado flotando en el aula. En aquel entonces, un momento especial era la elección de la reina –esto lo incluyo a pesar de las quejas de mi hija adolescente- pero era parte de la historia.

Nosotros estábamos en cuarto año y por tamaño y edad deberíamos ser candidatos en todos los deportes solamente compitiendo con quinto que eran más grandes que nosotros. 

Después de una terrible eliminación el año anterior ante primer año, era el momento de la revancha.

Sí, el año 1986 de la gloriosa consagración argentina en México, tuvimos casi 10 jugadores queriendo emular a Diego Maradona. Teníamos un muy buen arquero, un elegante 2 y un prolijo número 3. Esa mística que sobrevolaba por Argentina, en donde todos jugaban de “Maradona”, nuestro arquero decidió jugar de 9, el 2 de puntero derecho y el 3  casi de Valdano.

El resultado fue increíble, los chicos de tercero que la mitad no habían pegado el estirón, se llevaron un 3-1 inolvidable. A mí me tocó al arco, y comerme tres goles de los chicos de primero. Éramos un equipo sin defensa y con un arquero sin manos. En consecuencia, teníamos menos posibilidad que Holanda salga campeón alguna vez…

Pero la historia se repitió de la peor manera.

Nos preparamos mejor, el 2 jugo de defensor, el 3 de marcador de punta. El arquero no, un año después, seguía aspirando a ser el delantero del equipo. El resultado fue más justo, pero igual de triste. Perdimos contra tercero por 1-0, gol sobre la hora pero que nos eliminaba en primera ronda. Solo nos quedaba el año que viene para intentar levantar la copa.

Alguien tiró: "¡Ahora tenemos que intentar al básquet, que se jugaba por la tarde!".

Todos miraron con cara de incrédulos. Quinto, el año que se iba tenían un lungo de 2,07 metros, que le apodaban la Tere, no sabemos porque, pero jugaba al básquet en el club del pueblo y ya se hablaba que lo estaban buscando de los equipos grandes de la Liga Nacional.  Se la tiraban y la metía casi sin esfuerzo ante tantos petisos. 

Aunque no había opción, estábamos anotados, y tal vez no hubiéramos jugado si estábamos con esperanza en el fútbol, pero claramente la única ficha que quedaba era el básquet.

Encima, el sorteo no ayudó. Cuarto enfrenta a Quinto.

Éramos un equipo bajo. Dos jugadores de 1,90, dos buenos bases, uno que la metía, y un conjunto de voluntades.

El partido no podía haber empezado peor. 10-2 a favor de quinto. 10 puntos del lungo. Pedimos minuto, nos reordenamos. Todo parecía perdido, pero era bueno intentarlo. Entró uno de los más picapiedras, esos que juegan al básquet sin saber bien las reglas, pero marcó un rato al lungo y lo hostigó. 

Nuestra estrella afinó la puntería, y nos acercamos en el tanteador al final del primer tiempo. El lungo la volcó y fue un momento muy decepcionante. Es una jugada que vale dos puntos pero psicológicamente es mucho más. 26 a 18 terminó el primer tiempo. 

Había que cambiar de estrategia. Los dos más altos marcarían al jugador más alto  y los otros tres marcarían una zona y a correr. En el segundo tiempo no le llegó más la pelota y pronto empatamos. Cuando los superamos en el marcador, los nervios pasaron a estar de su lado.

El calendario jugó a nuestro favor, porque ellos sabían que no tendrían revancha al año siguiente ya que eran la promoción que egresaba. Nosotros rotamos todo el banco. Había que descansar e intentar llegar al final enteros. 

El profe de educación física que hacía de árbitro no lo podía creer. La directora que había grabado la copa con el nombre de Quinto no sabía que hacer. Le estábamos arruinando la despedida a quinto. 

Cuando le sacamos 5 puntos, nuestro base que era futbolero, pero jugaba muy bien al básquet, se animó con un triple que fue desmoralizante. ¡Nadie nos podía quitar ese triunfo!

Le habíamos ganado a Quinto con un lungo de 2,07 metros. Inolvidable. Era setiembre de 1987. 

En 1988 ese alto jugador al que habíamos vencido se fue a jugar a Atenas y salió campeón con el equipo griego ese año, y también en 1990. 

En 1990 se organizó el Campeonato Mundial de Básquet en Argentina y con 20 años fue titular de la Selección Argentina que jugó la primera ronda en Córdoba.

Fue el más joven de ese plantel que compartía con Milanesio, Campana y Cortijo entre otros. Tres años después de aquel partido que le ganamos. 

Con los años se convirtió en el jugador con más partidos en la Liga Nacional de Básquet. Jugó tres mundiales y fue a unos Juegos Olímpicos después de haber sido campeón Panamericano en Mar del Plata. Levantó el Olimpia de Plata en básquet. Es el mayor taponador de esa liga y el cuarto goleador histórico. 

Fui a verlo jugar en el Mundial 90, el día que llegó a los 1.000 partidos y cuando colgaron su camiseta N°11 en la cancha donde siempre vistió los colores de Atenas de Córdoba. 

Todo nuestro equipo se alegraba infinitamente por cada logro de Diego Osella. Porque era un gran jugador, y porque cada triunfo de Diego, hacía más inolvidable nuestro triunfo.osella atenas

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