Sin comida: estiman que se duplicó la demanda en los comedores de Córdoba

Durante el aislamiento obligatorio se visibilizaron unos 150 comedores más, sumando un total de 450 en la provincia, donde comen más de 58.000 personas. La ayuda estatal nunca llegó.

Ed Impresa 24/04/2020 Miriam Campos Miriam Campos
Ed 151 © Pito Campos
Ilustración: Daniel "Pito" Campos

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HAMBRE Y CUARENTENA|

“Vienen a pedir hasta una tacita de azúcar pero a veces no hay nada para repartir”, dice Elena Cahuana Fernández, que tiene 53 años, forma parte del Movimiento de Trabajadorxs Excluidos (MTE), y en su casa de barrio Hogar III funciona el comedor Sin Fronteras. Allí, desde antes y ahora, durante el aislamiento social por la pandemia de coronavirus, los martes y jueves unos 150 niños, niñas -y ahora también adultos- tienen merienda y cena.

“Cuando empezó la cuarentena, todo fue tan de repente que no queríamos exponer a nadie, así que resolvimos entregar bolsones pero fue una entrega simbólica porque eran 40 familias y no alcanzó. En ese bolsón no había aceite, ni fideos, ni arroz porque no teníamos. Pudimos entregar arvejas, batatas, choclo y algunas cositas más”, detalla Elena y explica que desde que comenzó el aislamiento no llegó la asistencia del Ministerio de Desarrollo Social de la Provincia que se brinda a los comedores comunitarios y copa de leche.

Este jueves desde Desarrollo indicaron a La Nueva Mañana que el pago total, incluso lo atrasado -como planteaban algunos espacios comunitarios- ya había sido depositado el miércoles, pero desde el Encuentro de Organizaciones precisaron que nada había llegado, que solo hubo un mensaje señalando que se iba a revertir la situación pero que hasta ayer "nunca hubo ningún depósito de la Provincia".

Por su parte, la ayuda de Nación, tras el escándalo por la compra de alimentos a precios altos, por el momento, tampoco apareció. 

“Hacemos pastafrola, trenzas y otros panes, los vendemos y eso es un fondo que tenemos donde nosotras mismas aportamos para el comedor”, cuenta Elena, que trabaja junto a una quincena de mujeres, pero que ahora, dado que varias son población de riesgo, funciona solo con 10, que se reparten el tiempo entre la casa, las tareas y el comedor comunitario.

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Muchas de las mujeres que trabajan en los comedores se reparten en el tiempo entre las tareas del hogar y la ayuda social, sin recibir ninguna retribución por ello. (Foto: gentileza Encuentro de Organizaciones) 

“Todo lo que nos traen lo cocinamos, no queda nada”

Varias de estas mujeres no reciben ninguna retribución económica por hacer ese trabajo y durante la cuarentena, volvieron a trabajar para organizar un sistema de viandas para que las familias busquen y puedan alimentarse en sus viviendas. Cocinar y no tener que repartir la mercadería es una manera de optimizar los recursos, hace más rendidoras y llenadoras las comidas. “Todo lo que nos traen lo cocinamos, no queda nada. Se hace lo que hay”, dice Elena desde su casa, ya con las cosas listas para el día siguiente.

Para el jueves había duraznos, por lo que ese día estaba previsto que los chicos comieran postre. En el menú de los días siguientes, una opción era arroz amarillo con guiso de pollo, pero en plena tarde de ese día, las proyecciones quedaron en suspenso.Un niño de tres años, que junto a sus hermanos también comía de las viandas del comedor, dio positivo en Covid-19.El barrio, que está en un terreno que antiguamente fue un basural y el plomo históricamente ha afectado a los vecinos y vecinas, ahora está aislado y durante cinco días, las familias tendrán que quedarse en sus casas. 

“Siempre hemos luchado por la parte de salud, y cuando planteamos el comedor fue para mejorar la calidad de la alimentación”, explica Elena que sueña con convertir ese espacio en una “escuela de valores”, como dice ella, “para que las mamás puedan dejar tranquilas a sus hijos mientras van a trabajar”. 

Hambre en la cuarentena 

A fines de 2019, un relevamiento preliminar de la UNC en conjunto con organizaciones sociales, reportó que en los últimos cuatro años en Córdoba se cuadruplicaron los comedores y merenderos. El informe mostró que unas 22.275 personas, al menos, no tenían comida en sus casas y recurrían a alguno de los 305 comedores barriales identificados, en los que trabajan 2.225 personas.

Durante la cuarentena, en el marco de una campaña de donaciones para cubrir el faltante de mercadería, desde el Encuentro de Organizaciones (EO) hicieron una revisión de ese relevamiento y la cifra ascendió a 450 comedores. Es decir que en la actualización se visibilizaron unos 150 espacios más. “No diría que son comedores o merenderos que se abrieron durante la cuarentena, al menos no todos, sino que muchos de ellos en el primer relevamiento no se llegaron a sumar a la lista”, explica Lisandro Levstein, docente universitario e integrante del Encuentro de Organizaciones y Utep, quien trabajó durante el relevamiento, coordinado por la abogada Victoria Fernández, quien también forma parte del EO.  

De los datos recogidos en las semanas de aislamiento social, también surgió que más de 58.000 personas en Córdoba están recurriendo a los comedores y merenderos. Por lo que el número -que ahora sumó espacios que también venían trabajando desde hace tiempo-, comparado con la del informe de hace cuatro meses, resulta abrumador. 

En ese contexto vale destacar que en las zonas más vulnerables, donde existen asentamientos, el 65% de esos barrios no cuentan con acceso formal a la energía eléctrica y el 99% no tiene red cloacal, según los datos aportados por el Relevamiento de Asentamientos Informales del período 2015-2016 vigente hasta el momento. 

Casi la totalidad de esas zonas no tienen agua corriente, por lo que lavarse las manos con jabón frecuentemente no es una medida preventiva tan simple de aplicar en muchos casos. No es lo mismo abrir una canilla en el baño, a tener que caminar dos cuadras para proveerse de agua. En esa misma línea, el 88% de los barrios vulnerables usa gas a garrafa, y con el confinamiento, a veces, aunque llegue un bolsón de mercadería, no todas las familias pueden pagar la recarga de gas, para preparar el almuerzo y comer en casa. 

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La totalidad de los espacios comunitarios que brindan ayuda alimentaria a las familias, se vieron afectados por la falta de ayuda económica de la Provincia, sobre todo en estas semanas de confinamiento. (Foto: gentileza Encuentro de Organizaciones) 

Pandemia y epidemia 

“Nosotros a partir de ahora, con el tema de la cuarentena, empezamos a trabajar de lunes a lunes. Antes eran solo cuatro días pero ahora hay muchas familias que es lo único que tienen”, dice Maricel López, que tiene 32 años y trabaja cada día en el Comedor Sonrisa de Ángel en villa La Tela. 

Cada semana, en este espacio se preparan más de 700 raciones, para unos 100 niños y niñas y como pasó en la mayoría de los lugares, ahora también se contempla a familias enteras que piden comida. 

“Hay vecinos que se acercan y piden ayuda, son vecinos a los que no les alcanzó y no es solo el tema de la comida”, cuenta la mujer y agrega: “Cuando empezó lo de la pandemia acá, en todos lados había miedo, así que a través de los talleres textiles se hicieron barbijos y con las donaciones se pudo comprar alcohol, lavandina, jabón, repasadores. A las fuentes que traen las familias les pasamos una rejilla con alcohol y hablamos con las mamás que vienen sobre los cuidados para prevenir”. En los barrios populares el acatamiento del aislamiento también se hizo rutina y como en todos lados, surgieron las estrategias preventivas entre los vecinos para informarse y prevenir. 

En el comedor de villa La Tela lograron adquirir también un bien preciado: un botiquín con termómetros, guantes descartables, paracetamol y cosas para combatir los mosquitos: repelentes y espirales, porque en esta zona, además de la pandemia, también se enfrenta al dengue. “Tenemos estas cosas por si algún vecino necesita un termómetro, alguna pastilla para bajar la fiebre por el dengue”, explica Maricel. 

En esa línea, Nadya Scherbovsky, que es promotora de salud del EO, en barrio Maldonado, cuenta que cuando empezó la cuarentena había mucho miedo, nadie sabía qué hacer, qué medidas tomar. “Lo primero que hicimos fue difundir. Armamos un audio para poder difundir información entre los vecinos y contar cómo era la situación sobre la pandemia el Covid-19”, cuenta Nadya y agrega que a eso se sumaron algunos videos, fotografías explicativas y una cartilla donde se va actualizando dónde pueden recurrir las personas en caso de tener síntomas compatibles con dengue o coronavirus.

“El problema mayor que estamos teniendo en realidad es el dengue, hay zonas donde muchas vecinas están afectadas, con fiebre y problemas de salud relacionados con el mosquito y no con el Covid-19. Eso es muy alarmante”, dice Nadya y agrega que con toda esta situación de confinamiento y epidemias, “se decidió sostener, aunque sea con lo básico, las copas de leche y los comedores porque la alimentación es fundamental”.

En la provincia hay muchos lugares que tuvieron que cerrar sus puertas porque se les impuso la realidad de no tener qué ofrecer a los vecinos, es por ello que algunos desde hace dos meses, reclaman los aportes estatales, las ayudas para comprar mercadería, insumos incluso kits preventivos. Atravesar una epidemia, una pandemia, sin dinero es díficil, pero sin comida, imposible.

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El trabajo comunitario, de alimentación, información preventiva y solidaria, mientras se demora la ayuda estatal, es lo que estuvo asistiendo en estas semanas a las personas que se quedaron sin poder ganarse el día. 



 

 

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