Luis Eduardo Santillán, buscando justicia por un hombre bueno

En medio del fragor de una década sangrienta, un joven militante fue asesinado en extrañas circunstancias. A la vuelta de los años, se busca echar luz sobre este episodio trágico.

Ed Impresa 08/02/2020 Miguel Angel Perin Miguel Angel Perin
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Mirta Liliana Luna o Paxi Quillán, referente de la Comunidad Sanavirones Kancharis, vocera del reclamo por el esclarecimiento sobre la muerte de Luis Eduardo Santillán. Foto: gentileza

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Especial para La Nueva Mañana

Vivió muy pocos años pero dejó una impronta. A casi 46 años de su asesinato, la sombra de Luis Eduardo Santillán vaga por nuestra tierra, buscando ese destino final al que estaba predestinado: ser cóndor que sobrevuela los últimos restos de la comunidad de sus ancestros.

Nació en Río Segundo, el 19 de mayo de 1952, era hijo de Sanavirones Kancharis del Este. Lucinda y Ernesto, sus padres, forjaron en sus fibras el sentimiento profundo del amor a su pueblo. 

A los 18 años ingresó como estudiante en el IPEA N° 3 de El Brete. Y se convirtió en un líder social para la comunidad campesina de la región. Su figura se tornó atractiva para la política en tiempos en que el país se desangraba mientras marchaba hacia la noche más oscura. Lo mataron por la espalda, como matan los peores asesinos, los cobardes, los infames. 

Por estos días, familiares de Santillán e integrantes de la Comunidad de Sanavirones Kancharis buscan certezas. Quieren saber por qué no existen registros de su sepultura en ninguno de los dos lugares en donde supuestamente se depositó su cuerpo. Quieren que el alma de Luis Eduardo Santillán sea honrado como merece por los integrantes de su etnia. Quieren que el hombre bueno que fue encuentre la paz y se transforme en ser de luz.


Piden que la Justicia investigue

Mirta Liliana Luna, o Paxi Quillán, referente de la Comunidad Sanavirones Kancharis, oficia de vocera de este reclamo por el esclarecimiento sobre la muerte de Luis Eduardo Santillán. “Ante esta situación de incertidumbre, nos vemos en la necesidad de solicitarle a la Justicia Federal, así como al gobierno, que se instrumenten las medidas para dar con los restos de Santillán”, dice Paxi Quillán, quien lo conoció en su adolescencia.

La presentación se hará en los próximos días en los Tribunales Federales de Córdoba, luego de haberse hecho una recopilación de datos y testimonios que siembran las dudas sobre el destino final del cuerpo de Santillán.


Relatos contradictorios

Lo que se podría denominar como “versión oficial” de la muerte de Luis Eduardo Santillán refiere una serie de acontecimientos que se sucedieron en la zona de El Brete y Media Naranja, en el noroeste cordobés.

Se habla de un supuesto congreso de Montoneros en la zona, de la llegada de un grupo operativo de la Triple A, del secuestro de tres jóvenes, de un trágico desenlace. Allí Santillán muere acribillado al lado del camino y los otros dos retenidos por los esbirros lograron salvar sus vidas. Al parecer, todo ocurrió cerca de San Esteban. Se radica una denuncia policial en Capilla del Monte pero supuestamente el vehículo descrito en la denuncia no debía ser investigado. Todo habría ocurrido el 29 de septiembre de 1974.

Para los familiares y amigos de Santillán en ese relato hay inconsistencias que se tornan muy evidentes al rescatar el testimonio de personas que fueron cercanas al protagonista de esta fatal historia.

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Luis Eduardo Santillán fue asesinado en 1974. Foto: gentileza

Según la recopilación de los hechos que hicieron los “santillaneros”, no hubo tal congreso ni tal secuestro. Por esos días Luis estaba concentrado en organizar una chocolateada para los niños de la zona. El joven había recibido amenazas concretas de muerte a través de cartas que le llegaron directamente a su cama, en el internado del colegio. Conocedor de esa situación, el director del IPEA N° 3, Andrés Py, afirma que le pagó el pasaje a Santillán para que huyera hacia Córdoba. El ex docente asegura que hizo subir al micro a su alumno.

La historia rescatada por los familiares y amigos indica que el jueves 26 de septiembre de 1974 Santillán llega a Córdoba y se encontró con algunas personas de su entorno cercano. Luego fue a Río Segundo. Él se comunicó con su tía Mercedes Dominga Santillán, a quien le comentó que iría al Cementerio local a visitar la tumba de sus abuelos.

En la tarde del viernes 27 los lugareños señalan que se produjo una balacera para el lado del Cementerio. Ese sería el momento final de la vida de Santillán. Él o los asesinos cargaron su cuerpo y huyeron, deshaciéndose del cadáver en inmediaciones del Camino al Pan de Azúcar.

El cuerpo de Santillán fue velado en Cruz del Eje. Pero aquí también hay controversias. Por un lado se dice que las honras fúnebres fueron pagadas por Montoneros y que el velorio fue en un local partidario. Por el otro, se afirma que fue la solidaridad de la gente que lo conoció la que cubrió los gastos de un velorio que se realizó en un local comercial. Los propietarios de Lubricantes Romero cedieron el espacio para el último adiós al joven estudiante.


Dos tumbas para un cuerpo

Los matices de la historia según quién la cuente deberán ser contrastados en el proceso de investigación que se debería desencadenar tras la presentación del caso ante la Justicia Federal.

Pero lo más evidente es que, para unos, Santillán está sepultado en Cruz del Eje; para otros, está en un nicho del Cementerio de Río Segundo. Pero en ninguna de las dos localidades existe un documento que pruebe que su cadáver esté allí.

En el nicho 35/3, calle 3, manzana F, zona 2, del Cementerio de Río Segundo, se supone que está el cuerpo de Santillán. Sobre la tapa del nicho hay una placa metálica con su nombre, que se habría quitado del féretro, dejando en evidencia que pudo haber sido profanado.

Todos estos interrogantes parecen ser materia suficiente como para que la Justicia se ocupe de echar luz sobre este joven, que para su comunidad es un ser de luz. 

Saber sobre el destino final de Santillán será cerrar una herida abierta en sus seres cercanos, y facilitar el homenaje de su pueblo a ese elegido cuya vida fue truncada. 

 

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