Las trabas al biodiésel argentino dejan sin reacción al Gobierno

Con el objetivo de proteger su mercado interno y de desplazar a la Argentina de la comercialización mundial, EE.UU. le aumentó hasta un 60% los aranceles al biodiésel argentino. En tanto, el Gobierno nacional, consideró como “un gran logro” redireccionar hacia China la soja y el aceite, insumos básicos para la producción del biodiésel.

País 28/08/2017 Facundo Piai - Especial
Donald Trump - Ilust. Leandro Cirico
Ilustración: Leandro Cirico

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Por Facundo Piai - Especial

Una vez más la Argentina es acusada de dumping por una potencia y debe litigar en la OMC (Organización Mundial de Comercio), lo cual genera incertidumbre en los productores locales de biodiésel. Los Estados Unidos, el principal mercado que tiene el biodiésel argentino, toma medidas para proteger su mercado interno aumentando hasta en un 60% los aranceles. Anteriormente fue la Unión Europea quien había acusado a nuestro país de comercializar el combustible de origen vegetal a un precio por debajo del costo de producción. Acusación que fue revocada por la OMC, que falló a favor de la Argentina. ¿Qué hay detrás de las estrategias comerciales arancelarias?, ¿por qué el biocombustible local es una amenaza para las potencias?, ¿cómo afectan estas decisiones al sector?

Se facilitó la inserción de trasnacionales en el jugoso negocio de los combustibles y girar las ganancias a sus casas matrices aprovechando la laxitud de leyes hechas a su medida, como la Ley de Inversiones Extranjeras que les permite girar divisas cuando quieran y en las cantidades que deseen.

El biodiésel es un combustible hecho a partir del aceite de soja, apreciado por el bajo nivel de gases contaminantes al combustionar, en relación a los combustibles tradicionales de origen fósil. Las plantas de biodiésel se encuentran distribuidas en Buenos Aires y Santa Fe, principalmente. La cuenca del Paraná es un paraíso terrenal para quienes invierten en este producto al combinar la fertilidad de la pampa húmeda para la cosecha de la soja; el cordón industrial de Rosario, con capacidad instalada, para agregar valor; las rutas fluviales dadas por la red de ríos y el puerto de Rosario, que es el portal hacia el comercio internacional. Es decir, en un territorio concentrado se cosecha, produce y comercializa este biocombustible; ahí radican las ventajas competitivas del combustible producido en Argentina respecto a los de otros países.
Las ventajas comparativas permitieron que esta industria se desarrolle en poco tiempo y como resultado de situaciones fortuitas. Cuando en el 2007 los chinos dejaron de comprar aceite de soja y disminuyeron la importación del grano por sus buenas cosechas, se generaron las condiciones propicias para el desarrollo de esta industria que utiliza al aceita como principal insumo. Tal es así, que solo tres años le llevó a la Argentina posicionarse como el principal exportador mundial de biodiesel.

Un negocio lucrativo anhelado por todos

En el año 2012 la Unión Europea desarrolló una estrategia comercial que denominó “antidumping” en contra del biodiésel producido en Argentina. Esto generó, naturalmente, fuertes repercusiones en los productores locales, con consecuencias en la composición accionaria y societaria del sector.
En aquel momento fue España quien comenzó las acciones en contra de la Argentina, posiblemente, como efecto de la estatización de Repsol-YPF, lo que implicó que perdieran también su parte en el negocio de producir el diésel en nuestro país. Al ser Europa el principal comprador, perder ese mercado tuvo fuertes repercusiones, ya que uno nuevo no se consigue de la noche a la mañana. Precisamente, durante ese tiempo, muchas empresas de capitales locales debieron cerrar o buscar asociaciones con accionistas extranjeros.

Según un informe de la Bolsa de Comercio de Rosario, en el año 2013 había una capacidad instalada para producir más de 2,45 millones de toneladas por año, entre capitales extranjeros, locales y pymes, quienes representaban el 17% de lo producido. Siendo las más importantes: Dreyfus, Vicentín, Molinos Río de la Plata, Cargil, Patagonía Bioenergía, Aceitera General Deheza y Bunge. Para este año, el mismo organismo declara en su informe número 1793 que la capacidad instalada del sector es de “5.400.000 millones de litros por año” y “de las 38 plantas instaladas, sólo 12 poseen una capacidad igual o mayor a 100 mil toneladas al año”, las cuales representan casi el 80% de la producción. Hoy, luego del conflicto con los europeos, las pymes perdieron terreno al igual que las plantas de capital local. En el nuevo mapa de productores desaparecen los nacionales y aparecen nuevas firmas como Renova, que es la fusión de empresas locales (Vicentín y, la criollísima, Moreno Hermanos) con la compañía Suiza Glencore, la asociación de la Aceitera General Deheza con la trasnacional Bunge (Ecofuel) y también la firma Patagonia Bioenergía se asoció con capitales norteamericanos y holandeses.
La estrategia de Europa implicó una concentración del sector y su extranjerización, ya que permitió a muchas trasnacionales, principalmente de origen europeo, ganar terreno en el negocio de la producción del combustible vegetal producido en Argentina o directamente ingresar en el negocio asociándose con firmas locales dañadas de muerte por no conseguir mercado. Este mecanismo facilitó la inserción de trasnacionales en el jugoso negocio de los combustibles y girar las ganancias a sus casas matrices aprovechando la laxitud de leyes hechas a su medida, como la Ley de Inversiones Extranjeras que les permite girar divisas cuando quieran y en las cantidades que deseen.

El proteccionismo yanqui

Las medidas que tomaron los norteamericanos, principales importadores de nuestro combustible luego del conflicto con Europa, son consecuentes con el proteccionismo que Donald Trump pregonaba durante su campaña. Logrando los norteamericanos el autoabastecimiento del combustible vegetal deciden proteger su industria y desplazar a la Argentina como principal exportador del mundo. EEUU quiere debilitar la posición del diésel de soja argentino en el comercio internacional para ocupar ese lugar. A diferencia de los europeos, los yanquis no tienen intereses en nuestro país, la participación de capitales norteamericanos en las empresas que producen desde la cuenca del Paraná es mínima.
Respecto a las acciones que tomará la alianza de Gobierno para salvaguardar al sector se abre un gran interrogante. Por un lado, genera dudas la presencia de Juan. J. Aranguren manejando los hilos de la energía, puesto que es hombre de Shell y las petroleras son las principales lobistas del combustible fósil y se oponen al desarrollo de la diversificación energética. Por otro lado, el Gobierno sigue obstinado en sostener medidas aperturistas a ultranza, cuyas consecuencias son negativas. El último informe de Intercambio Comercial Argentino del Indec revela un pasivo comercial de u$s 2613 millones. Es el balance deficitario más profundo desde el mismo lapso de 1994. Respecto a la vocación que el macrismo tiene de abrir las importaciones, Roberto Urquía, director de la Aceitera General Deheza, consideró “infantil” la política comercial del país, al señalar que Estados Unidos nos cierra las puertas y nosotros les permitimos “ingresar cerdos” y materias primas que producimos con calidad en nuestro país. “Argentina debería mostrarles las uñas y los dientes a los norteamericanos”, dejando sin efecto los anteriores convenios, concluyó el empresario en una entrevista a Radio Nacional Córdoba.

Logrando los norteamericanos el autoabastecimiento del combustible vegetal deciden proteger su industria y desplazar a la Argentina como principal exportador del mundo. EE.UU. quiere debilitar la posición del diésel de soja argentino en el comercio internacional para ocupar ese lugar.

Sin embargo, pareciera que las acciones de la Alianza Cambiemos irán en otra dirección. Recientemente, el ministro de Agroindustria, el contador Ricardo Bruyaile, consideró como “un gran logro” poder redireccionar hacia China la soja y el aceite, insumos del sector boicoteado por los yanquis, en lugar de buscar un nuevo mercado para un producto de alto valor agregado y competitivo mundialmente. Pareciera ser que el ministro celebra la reprimarización de la economía.
Fortalecer la estructura primaria de la economía a través de la soja y obturar las posibilidades de crecer en un sector estratégico como el del biodiésel no es sustentable en el mediano plazo. No solo porque la actividad primaria genera poco empleo, si no porque los avances en materia de biología molecular aplicados a la soja permitirán que en poco tiempo se pueda sembrar en regiones hoy impensadas. La soja perderá valor en poco tiempo. Dejará de ser un commoditie redituable. Los Estados con previsión se encargan de utilizar sus ventajas competitivas para agregar valor y transformar la producción agraria. Quienes no lo hacen están hipotecando su futuro y perdiendo grandes oportunidades de cara al porvenir.
Para que el sector no pierda un lugar de privilegio a la vanguardia de la producción del combustible vegetal y evitar el deterioro de la capacidad instalada por falta de mercado, una posibilidad es agrandar el mercado interno aumentando los porcentajes de participación de los biocombustibles en cortes con gasoil o nafta (para lo cual debería intervenir la Comisión Nacional Asesora para la Promoción de la Producción de los Biocombustibles, tal cual lo deja sentado la ley 26.093 en su artículo 4), privilegiando a las pymes con una participación mayor en la cuota local. Y, por otro lado, buscar nuevos mercados en aquellos países que adhieren a las normativas de cuidado ambiental y utilizan combustibles de origen vegetal (India, Filipinas, Tailandia,
Sudáfrica, Perú, Guatemala), conjunto al reclamo, en los foros y cumbre internacionales, para que las potencias apliquen e incrementen el uso de biodiésel por sobre otros combustibles más contaminantes.

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