Historias de camisetas: Escape a la victoria

Mauri Ardiles es portador de un apellido glorioso, su pasión por la Gloria lo llevó a infiltrarse en un Estadio donde sólo podían acudir los hinchas de Talleres por ser locales. Un apellido ilustre, una anécdota por contar. Un clásico inolvidable para los hinchas gloriosos.

Deportes 16/08/2017 Juan Manuel del Campillo
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Un par de décadas atrás, Osvaldo Ardiles interpretaba en una película a un prisionero que debía jugar en París un partido de fútbol que podía costarle la vida. El volante argentino se luce en la pantalla, incluso realizando una perfecta bicicleta. El final de la película es impactante, con un suspenso que mantiene en vilo al espectador hasta la última jugada. Lo que nadie intuyó en ese momento, es que años después, en octubre del 2013, el sobrino de Osvaldo palpitó en carne propia un clásico con un final para el infarto, que ni siquiera el director de aquella película hubiera imaginado para aquel desenlace.

Probablemente Mauri Ardiles vivió ese día como uno de los más intensos de su vida. Portador de un apellido glorioso, su pasión por la Gloria lo llevó a infiltrarse en un Estadio donde sólo podían acudir los hinchas de Talleres por ser locales. Un carnet de prensa le permitió ser testigo de uno de los triunfos más recordados por los hinchas en las últimas décadas.
El coleccionista fanático devenido en periodista ficticio, soportó la apertura del marcador del clásico rival con cierto nerviosismo, pero confiado al ver la respuesta futbolística de algunos jugadores de la Gloria, a los que no parecía afectarlos el marco adverso. Sobre todo a Federico Vismara, quien jugó esa tarde, quizás, el mejor partido que se le haya visto en su paso por Instituto. Lo suyo fue un concierto de caños, todos tirados con una enorme jerarquía, bien de potrero. Pero fue ya promediando el segundo tiempo en que las pulsaciones de Mauri llegaron a mil. Primero fue Wanchope Ábila, que empató el partido de cabeza. Y cuando todo estaba por terminar, ocurrió lo que haría de este partido, un clásico para el verdadero infarto. Sobre los 89 minutos con 50 segundos, el delantero de Talleres Sánchez Sotelo se colaba por el medio del área y su remate pegaba en los dos palos de un Julio Chiarini vencido, y en el rechazo desesperado de la defensa albirroja, Pablo Burzio se la jugaba y desbordaba por derecha para mandar un centro bajo que Lucas Godoy se encargó de empujar de lleno a la red. En tiempo de descuento. Increíble. Pero real.

Imaginen nomás por un segundo lo que sentía en ese preciso momento el infiltrado Mauri, una explosión interna difícil de explicar. La mirada cómplice con los periodistas partidarios, los golpecitos casi imperceptibles en las piernas del camarógrafo que tenía al lado para reprimir ese alarido feroz que le nacía en las tripas y se le ahogaba en las muelas. El corazón a punto de estallar y la certeza de estar viviendo un momento mágico, único, irrepetible. Sin poder expresarlo.


Para completar la tarde más Gloriosa de este hincha/coleccionista/periodista ficticio, su credencial le permitió el acceso a los vestuarios, donde recibió de manos de uno de sus ídolos, Pablo Burzio, la camiseta recién transpirada por el delantero. Qué más se le puede pedir a la vida y al fútbol. Tanta alegría seguida te puede hacer mal, dicen Los Decadentes.
La camiseta es la tradicional de Instituto, con los bastones rojos y blancos gruesos. El detalle que la hace especial  es la cantidad de parches que posee. Son siete publicidades en total. Una enormidad para una camiseta. Dos en el frente, dos en la espalda y tres en cada manga. Lo que demuestra el delicado momento institucional  que pasaba Instituto al momento de jugar aquel mítico partido. La cantidad de publicidades en una camiseta suele ser proporcional al estado crítico de las arcas de los equipos.
El número 17 de goma brilla en una casaca histórica que los hinchas de Instituto recordarán siempre al emparentarla con un partido salido de un verdadero guión cinemátográfico, similar al que el tío de Mauri Ardiles  interpretara décadas atrás junto a figuras de la talla de  Pelé y Stallone en la inolvidable “Escape a la Victoria”.

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