Agustín Gribaudo: saber decir que “no” a tiempo

El juvenil se desempeña en las inferiores de Belgrano y en diálogo con La Nueva Mañana contó cómo es superar las tentaciones que hay en la calle y sus sueños de llegar a ser jugador profesional.

Ed Impresa 13/09/2019 Marcos J. Villalobo Marcos J. Villalobo
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"Yo cuando tenía 16 años salía con ellos a vender, de todo, de lo que te imaginés" cuenta Agustín, para quien el deporte y su familia lo apartaron del mal camino. Foto: gentileza

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Especial para La Nueva Mañana

La meta parece lejana, pero no por ello imposible. El objetivo tiene varias pruebas en el camino por superar. Y las tentaciones… Ay, las tentaciones a abandonar o tropezar aparecen constantemente. Debilidades pueden aparecer, pero la idea de llegar a ese sueño está latente y es más fuerte. Y entonces, esas pruebas, esas tentaciones, esas flaquezas, son superadas… y se prosigue a la meta.

Cientos de juveniles anhelan con llegar a jugar al fútbol de manera profesional. Se dice que por uno que llega a Primera, miles quedan en el camino. Vivir del deporte más hermoso del mundo. No es una tarea sencilla. Todo el tiempo, en Argentina, ciento de pibes se resignan, porque no lejos está de ser una empresa sin sacrificios.

Esas pruebas y tentaciones aparecen disfrazadas de muchas maneras, y en cualquier dialogo con los pibes que están en las inferiores de los clubes cordobeses encontraremos cientos de anécdotas, y de las más variadas.

En ese marco, en La Nueva Mañana charlamos con Agustín Gribaudo, un juvenil de Belgrano, que actualmente está jugando en la Cuarta división que milita en el torneo de AFA, y que también juega en la Primera local. Nos propusimos charlar con el pibe que con 19 años (10 de enero de 2000) está en la edad donde comienzan a decidirse el futuro deportivo. Una edad que para cualquier chico “normal” es el inicio, pero para un pibe con ilusiones futboleras profesionales es una franja etaria especial para su vida. ¡Las cosas del fútbol!

Gribaudo es marcador central. Pero sus inicios en Escuela Presidente Roca son de enganche. Un enganche zurdo. Hace cinco años en un partido entre los “panzas negras” y Belgrano, en su equipo faltaba un defensor, él se ofreció a jugar en esa posición e hizo un gran partido, a tal punto que los de barrio Alberdi lo invitaron a ir a probarse a Villa Esquiú. 

Siempre había sido enganche, pero fue al predio del Celeste a probarse como zaguero. Y volvió a destacarse y quedó. Desde el año 2014 que juega en las inferiores “Piratas”, y de segundo marcador central. ¡Esas cosas del fútbol!

Han pasado cinco años y sigue firme en el “Pirata”. Pero no ha sido sencillo este tiempo. Como a muchos pibes que sueñan con llegar. Gribaudo ya tiene compañeros que entrenan en el primer equipo de Belgrano, y eso lo motiva. Además, Joaquin Novillo y Bruno Amione, dos de las mejores apariciones del club de los últimos años, también son centrales formados en las inferiores celeste. Y eso, motiva mucho más. “Todos los días me levanto con ganas de superarme”, explica el pibe, aunque aclara que esas motivaciones suelen tener dificultades.

¿Qué tipo de dificultades? Hace unas semanas se recuperó de una lesión en la rodilla. Pero no fue nada grave. Todos los pibes sufren lesiones, golpes, que provocan cimbronazos. ¿Y entonces?, preguntará, usted lector, apresurado. Ahí vamos...

Agustín, que está terminando el secundario en un acelerado que le paga el club, vive en barrio IPV camino a Villa Posse. “Es un barrio humilde, me crié ahí. Muchos chicos son vendedores ambulantes, han cometido errores pero ahora tratan de ganarse la vida vendiendo en la calle cosas. Yo cuando tenía 16 años salía con ellos a vender. De todo, de lo que te imaginés, lo primero que vendimos eran rejillas, después bolsas, artículos de limpieza. Yo quería ganarme unas monedas, pero desde Belgrano se enteraron y no fui más, porque me dieron una beca..."

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"Estaba en una edad donde seguía el camino a desviarme o hacer las cosas bien, y en mi casa siempre nos hablaron para que hiciéramos las cosas bien", se emiciona Agustín. Foto: gentileza

"Me gustaba hacerlo, y me servía para ver la realidad, si lo tuviera que volver a hacer, lo hago... Estaba en una edad donde seguía el camino a desviarme o hacer las cosas bien, y en mi casa siempre nos hablaron para que hiciéramos las cosas bien, y sobre todo por el fútbol...

A mí me gustaba mucho la calle, no era de echarme moco, pero andaba con malas juntas... Hubo un momento donde el ambiente era jodido en la zona, pero me pasó que los propios chicos me cuidaban. Los chicos con los que me crié, fui al colegio, y me quieren de verdad, cuando están por mandarse una macana o fumar un porro, me apartan. Eso lo tengo siempre presente. Me decían, ‘no, vos no, te vas a tu casa’. Me cuidaban, siempre.

A veces pienso y envidio un poco a esos chicos que pueden juntarse en su barrio y tomar una coca, pero tranqui. Pero no, estos arrancan con una coca y se tientan con algo más. Por eso trato ya de no juntarme. La luché mucho, eh…

No me podía alejar de ellos, porque después me iban a decir que me agrandé porque juego en Belgrano. No podía no verlos, no me gusta que me hagan fama de carteludo. Después se cortó, porque uno de ellos cayó preso, a otro lo mataron y varios amigos terminaron quedando en el camino… Ahora el barrio está tranquilo y esas juntas ya no están más. Era un barrio áspero, pero ahora está mejor…”, relata Gribaudo.

Mientras habla se toca las manos, sabe que no es un tema fácil el que está abordando. Por eso en un momento de la charla confiesa: “A veces me deprimo, por los problemas que hay y sin querer los llevo a la cancha. Yo sé que ellos me ayudaron y también el haber conocido a Cristo”.

Por eso se aferra a su lectura en la Biblia y su admiración y creencia en Jesús, además de los consejos de su papá Mario, que jugó en Racing de Nueva Italia y logró un ascenso histórico con Central Córdoba de Santiago del Estero. Y también escucha, y mucho, lo que le dice su hermano Pablo, que está en las inferiores de Instituto.

“Mi hermano tiene una cabeza muy fuerte”, resalta, y agrega: “Mi viejo siempre me habló, me decía que ‘no te quiero ver nunca con un cigarro, ni te andes quemándote con los traficantes’, porque si me llegan a ver que ando con ellos lo primero que dirán es que es el chico que juega en Belgrano. Mi papá me habló siempre bien”.

Y en eso se basa, en fortalecer la cabeza. Pero con un condimento. “Muchas veces me creí fuerte, y pensé que en esa fortaleza en mi me iba a ayudar, y entonces algo pasaba. Entonces, entendí que mi fuerza viene de Dios. Allí radica mi fuerza. A me gusta ese versículo que dice ‘esfuérzate y se valiente’”, sentencia el pibe que no se da por vencido y prosigue a la meta. “La oportunidad llegará, tengo que estar preparado, y me preparo para cuando llegue la oportunidad”, cierra la charla.

“Escucha lo que te mando: Esfuérzate y sé valiente. No temas ni desmayes, que yo soy el Señor tu Dios, y estaré contigo por dondequiera que vayas”. (Josue 1:9)

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