Córdoba y Austria, un solo corazón

Tres austríacos, afectados al mundial de paracaidismo celebrado en la Escuela de Aviación, fueron la punta del ovillo para trazar la historia que une al Estadio Mario Kempes con el legendario Hanz Krankl.

Ed Impresa 01/06/2019 Federico Jelic Federico Jelic
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Córdoba representa un hito en la historia del fútbol austríaco, el escenario de una fecha histórica frente al rival de siempre.

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Especial para La Nueva Mañana

“Aquí llega Krankl, entra en el área, chuta... gol, gol, gol, gol, gol. Me estoy volviendo loco. Señoras y señores, estamos abrazándonos todos aquí, mi colega Rippel, el ingeniero de sonido, Posch. Estamos besándonos. Ojalá nos vieran. Creo que los hemos batido”.

Minuto 42 del segundo tiempo, Austria convertía el 3 a 2 final con el que vencería finalmente a Alemania en el mundial ’78, eliminando al vigente campeón y dando pie a una de las leyendas futbolísticas más pintorescas en la historia.

La narración del gol en el relato de Edi Finger se sigue escuchando con pasión en esas tierras, al punto que su apellido bautiza la calle de la “Plaza Córdoba”, en homenaje a los héroes de aquella gesta deportiva en el ex Chateau Carreras.

El revisionismo histórico con ribetes bélicos y sociales dejaron sentadas las bases para el orgullo austríaco, que pudo conseguir el primer triunfo sobre su adversario de toda la vida, con Córdoba como testigo.

Pero, ¿tanto puede significar Córdoba para aquellos nostalgiosos de un partido que no sirvió un título, sino más bien de un desquite? Evidentemente sí.

Hans Krankl es ahora el máximo ídolo de Austria, incluso por encima del tricampeón de Fórmula 1, el metódico Niki Lauda, por haberle convertido dos goles a Alemania Occidental, aquel miércoles 21 de junio del ’78 en el ex Estadio Córdoba, colaborando para que Holanda sea finalista de la copa frente a Argentina.

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Krank festejaba su conquista frente a Alemania, el estadio Córdoba fue el marco. Foto: Gentileza



Edi Finger es célebre por esa emocionante narración, como si fuera un desaforado relator brasileño o argentino, en un deporte que culturalmente no impacta tanto en el corazón como en estas latitudes. A partir de ahí, Córdoba es el argumento de la chicana, de la cargada, del honor, motivo de canciones de los austríacos cada vez que enfrentan a los teutones, con un cántico no tan ingenioso ni inocente como efectivo: “otra vez Córdoba, la la la lá”.

Y en esta ocasión, el cuento indica que tres austríacos, paracaidistas afectados al mundial de la disciplina en la Escuela de Aviación, no dejaran pasar oportunidad para sentir y vivir en piel propia ese triunfo vitalicio, como quien asiste a un museo o a un monumento. 

Córdoba, monumento y honor

A raíz de esa hazaña, es muy frecuente encontrar austríacos que llegan al estilo turistas, solo para fotografiarse en el escenario ahora remodelado de aquella leyenda, sobre todo en el arco Norte, que a sus espaldas tiene a la tribuna “Willington”, donde Krankl convirtió su doblete perpetuo.

Para ellos, es un renglón en el olimpo de los mortales. En Austria, su batalla “libertadora” a nivel mundial se dio en Córdoba, en un joven Estadio Córdoba con menos de un año de vida. Representa el orgullo austríaco, similar a la “Gergovia” de los Galos en las aventuras de Ásterix ante el Imperio Romano; la inmortal batalla en San Lorenzo del libertador José de San Martín, el “Día D” de los aliados en Normandía ante los nazis en la Segunda Guerra Mundial, el Leningrado de los rusos frente a la misma amenaza alemana en la misma batalla, denominada para ellos la “Gran guerra Patria”.

Manuel Sulzbacher, Gernot Alic y Sebastián Graser piden respetuosamente permiso para tomar fotos. Se ubican en el Sector W del Mario Kempes, e imaginan a Krankl corriendo y batiendo al mítico Sepp Maier, junto al grito de todo un país.

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!Córdoba está muy presente siempre en la conciencia de los austríacos”, relata Gernot Alic, entrenador del equipo.



Alic es el mayor, técnico del seleccionado de paracaidismo de Austria, y fue contemporáneo de aquel festejo que hasta hoy perdura. “Tenía apenas 14 años. Vivo en Linz. Pero recuerdo que en Viena la gente celebró como nunca. Yo ahora estoy tomando dimensión de lo que estamos recorriendo. Es nuestro máximo orgullo. Córdoba está muy presente siempre en la conciencia de los austríacos”, relata el hombre, con ojos al borde de la cascada de lágrimas.

Distinta situación para Manuel y Sebastián, ya que tienen 24 y 21 años y no habían nacido para esa victoria. “Estoy emocionado. Crecí escuchando la historia de nuestros héroes en Córdoba, y ahora me siento privilegiado de conocer este lugar. Le voy a contar a mis amigos que estuve aquí. Por eso nos estamos sacando tantas fotos y filmando todo. Para Austria esto fue muy importante”, rememora Manuel.

“Es que es la primera y única vez que le ganamos a Alemania. Es algo que ellos no quieren recordar. No es una guerra, es un partido, solo que la rivalidad existe y es nuestro motivo para alentar a nuestro equipo cada vez que los enfrentamos. Y eso que nosotros no vivimos ese partido pero lo siento como si hubiera estado en la cancha”, agrega Graser.

Por gestiones locales, los austríacos consiguen ingresar al campo de juego, desplegando la bandera de su país justo en el arco donde Krankl mandó la pelota al ángulo y después definiera la suerte del partido con otra definición para el 3-2 final. Entonan algo parecido un grito de guerra ininteligible para nuestros oídos, donde la única palabra que logra entenderse es “Córdoba”.

Nuestra ciudad tiene su homenaje en la “Plaza Córdoba”, a 20 kilómetros de Viena, trazando un lazo que solo se entiende a través de la pasión futbolera. Al punto que fue motivo de un verbo: El periódico germano, el Süddeutsche Zeitung inventó la palabra: Cordobaverhindern (evitar Córdoba).

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Hans Krankl en la "figurita" del mundial '78.




La guerra, los nazis y el fútbol

A lo largo de la historia hubo rivalidad, no solo en el fútbol, entre Alemania y Austria. En  el mundial de Italia 1934 los teutones superaron a los austríacos en el partido por el tercer puesto y también los eliminaron en semifinales de Suiza ’54, antes del “Milagro de Berna”.

Pero lo más oscuro se dio en Francia ’38 después de que el régimen Nazi y el Tercer Reich anexara políticamente a punta de ametralladora a Austria, y con ello al equipo sensación de la época conocido como “Wunderteam” (equipo maravilla), candidata a levantar la copa. De hecho, su figura principal Matthias Sindelar, el “Hombre de papel”  también conocido como el “Mozart del fútbol” sufrió un trágico final por negarse a competir bajo la bandera alemana...


De todas maneras, los une una infausta complicidad: en el Mundial de España ’82 los dos países participaron del arreglo del partido que permitió clasificar a Alemania para perjudicar a Argelia, amaño que después varios futbolistas reconocieron por lo bajo. “Pacto de no agresión de Gijón” (Nichtangriffspakt von Gijón), o más crudamente como la “Vergüenza de Gijón” (Schande von Gijón), según describió la prensa de ambos países. Los  españoles lo tildaron como el “pacto del Molinón”, por el nombre del estadio de Sporting Gijón.

El último enfrentamiento con tintes políticos fue en la Eurocopa Austria-Suiza de 2008, donde Alemania se impuso 1 a 0 con gol de Michael Ballack, eliminando al local y a toda la ilusión de poder repetir el “milagro de Córdoba”. Igual queda siempre guardada aquella epopeya para un futuro duelo, que sirva de estímulo al ritmo de Krankl como ocurrió el 21 de junio de 1978 en el Mundial de Argentina.

 

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