Salvador de Bahía, corazón de la cultura afrobrasileña

Enclavada en el nordeste brasileño, Salvador de Bahía es no sólo la cuna de la cultura afrobrasileña, sino también la capital de la región con mayor acervo cultural afrodescendiente del mundo por fuera del continente negro.

Ed Impresa16/02/2019 Adrián Baigorria
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Especial para La Nueva Mañana

Es imposible intentar una descripción del significado central y la trascendencia de Salvador de Bahía para la cultura afrobrasileña sin mencionar que fue fundada en 1549, como la primera capital de un país que recién en 1822 se empezaría a independizar del imperio portugués.

En medio de eso, en 1763, Portugal decidió mudar la capital a Río de Janeiro, por razones estratégicas de dominación territorial. Sin embargo, Salvador ya era la principal ciudad de Sudamérica y seguiría siendo clave en el desarrollo cultural, político, social, económico y en el increíble sincretismo religioso del nordeste de Brasil, mezcla de la cultura orishá, procedente de África, la de sus habitantes originarios pre-coloniales y el catolicismo, impuesto por la corona lusitana.

Es por todo eso que abordar una descripción de su cultura implica trascender los estereotipos de la supuesta alegría continua del carnaval como fiesta callejera popular, de la música de samba y de los ropajes blancos de la mayoría de las bahianas y los bahianos. Esto, a más de recordar lo que resulta obvio, a simple vista: el fantástico enclave geográfico de la ciudad más antigua de Brasil, situada en una región tropical maravillosa, con un litoral marítimo de más de 50 kilómetros bañados por las aguas del océano Atlántico.

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El Pelourinho, cuna de la cultura bahiana

Cuando uno se adentra en el mítico Pelourinho, corazón administrativo de la corona y de la explotación imperial portuguesa, se cruza con decenas de museos que testimonian y documentan el acervo cultural africano de la ciudad fundada por Tomé de Souza, a la vera de la enorme Bahía de Todos los Santos, en el punto extremo de una península que asciende vertiginosamente dándole una topografía extrema, como enclave urbano.

La zona fue nombrada así por Américo Vespucio, primer conquistador en toparse con la enorme bahía, el 1° de noviembre de 1501, día de la celebración católica de Todos los Santos. Por supuesto que hay gran cantidad de iglesias católicas (135 en toda la ciudad) que denotan el poderío y la ostentación portuguesa de antaño.

Más allá del pintoresquismo con el que es abordado por la mayoría de los visitantes (por la belleza de su barroquismo colonial arquitectónico y sus callejuelas pletóricas de vendedores ambulantes, turistas, músicos y practicantes del arte de capoeira), el Pelourinho guarda algo siniestro en su historia: era el lugar en el que se torturaba y se vendía a los esclavos arrastrados en masa por Portugal desde Benín, país situado en la costa oeste del África subsahariana.

De hecho, Bahía es el lugar más afro del mundo, fuera del continente negro, llegando a constituir su población negra el 80% del total de sus habitantes. Es tan incontrastablemente significativa la denominación del ‘Peló’ que su traducción es, literalmente, “la picota”, en alusión al aparato de tortura que los esclavistas usaban para humillar públicamente y castigar a sus esclavos.

Tan siniestro como para que los sótanos del Mercado Modelo, punto originario del grueso del comercio en la parte baja de la ciudad frente al puerto, alberguen las catacumbas en las que se hacinaban los esclavos, previo a ser rematados en el Pelourinho.

Enfrente al Mercado Modelo, nos encontramos con otro símbolo urbanístico de la ciudad: el elevador Lacerda, el primer gran ascensor de uso público del mundo, creado en 1873 para ir desde la parte baja a la parte alta de Salvador, hoy al módico valor de 15 centavos de real. Al llegar arriba, se está en la plaza Cairú, un extremo del Pelourinho que alberga los edificios administrativos históricos de la ciudad y desde donde se puede apreciar una vista fantástica de la Bahía de Todos los Santos.

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El corazón de Salvador es el Pelourinho, el mítico espacio que pasó de ser el lugar de venta de esclavos del imperio portugués a uno de los mayores conjuntos urbanos mundiales del barroquismo portugués, para finalmente ser rebautizado como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, a fines del siglo XX.

Museos, arte y cultura callejera

Si hay algo que sorprende gratamente en Salvador de Bahía es que su cultura se respira, se observa, se escucha y hasta se huele por la calle, de manera permanente. En las callejuelas del centro histórico de la ciudad, uno se cruza con ensayos abiertos de artes diversas en sus centros culturales, artistas de capoeira, bailarines, blocos de percusionistas (Olodum es el más conocido), variedad de atelieres y casas de artesanías y de música que retratan la riqueza de artistas de Brasil, desde los históricos Cartola y Pixinguinha, precursores del samba y la bossa nova, hasta los mundialmente afamados Vinicius de Moraes, Caetano Veloso, María Betania, Gilberto Gil y Doryval Caymmi.

La ciudad cuenta también con más de un centenar de museos, entre los que se destacan el Museo Etnológico y Arqueológico y el Museo Afrobrasileño (MAFRO) que, ubicados en pleno Pelourinho, documentan las culturas originarias de la región, en el primer caso, y la determinante influencia afro, en el segundo, con un acervo de más de 1100 piezas africanas y afro-brasileñas que divulgan y preservan la cultura bahiana.

En el MAFRO, hay una sala con las deidades de la cultura orishá hechas en figuras de madera de gran porte, en una representación de una belleza conmovedora. Para el aporte de piezas traídas desde el África jugaron un papel determinante algunos artistas plásticos, como el francés Pierre Vergez, gran contribuyente del MAFRO, y el increíble Carybé, plástico argentino amante de la cultura bahiana y naturalizado brasileño en 1957.

Este artista fue ilustrador del célebre escritor Jorge Amado, otro personaje central en la cultura del lugar, que cuenta con museo propio en pleno Pelourinho y cuya antigua casa ha tornado en museo en Río Vermelho, el barrio histórico de la bohemia bahiana. La obra de Carybé se concentra en el museo del fuerte de Sao Diogo, situado en Barra, un barrio junto al mar, con 386 obras, entre pinturas, grabados, ilustraciones de libros, paneles y mosaicos. En su obra, Carybé retrataba a los lugareños humildes: pescadores, cargadores, vendedores y capoeiristas.

Acarajé, el plato típico bahiano

En Bahía, hay variedad de museos de arte religioso, de gastronomía, de energía, de la música popular brasileña y hasta uno dedicado al carnaval, como gran festividad popular.

Mientras se deambula por el centro histórico, además de maravillarse con sus edificios, su música y el increíble sincretismo religioso y cultural, cruza de lo africano y lo sudamericano con influencia portuguesa, uno puede degustar el acarajé, plato típico tradicional de la cocina bahiana que es una especie de bollo elaborado con una masa de frijoles, acompañado de camarones, frito en aceite de palma, y servido en una salsa picante. Porque no sólo de caipirinha, feijoada y jugos de frutas tropicales sobrevive el turista.

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