El adiós a Aretha Franklin, la matriarca de la música y la igualdad estadounidenses

No solo fue la “reina del soul” sino también la voz de una generación que nunca aceptó el lugar de inferioridad que le dio el establishment blanco y protestante.

Cultura23/08/2018Ignacio MartínIgnacio Martín
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Aretha Franklin pasó a la inmortalidad el pasado jueves 16 de agosto en Detroit, Estados Unidos. Rodeada de familiares y amigos, la “reina del soul” falleció dejando una estela de vanguardia, no solo musical sino también en la lucha que, durante décadas, millones de afrodescendientes llevaron adelante en un país donde el establishment blanco y protestante hablaba de “iguales, pero separados”.

También en una nación donde nacía un movimiento popular de rebeldía y contestación, justamente de la mano de esos mismos hijos y nietos de esclavos, que con un ritmo único transformaban las primitivas canciones de protesta en la esencia de la música popular norteamericana.

Entre la música y la lucha por la igualdad

Por esa dualidad en la vida y, por supuesto, por su inigualable forma de cantar, Franklin se transformó en un ícono. Nacida el 25 de marzo de 1942 en Memphis, último hogar de su confidente Martin Luther King, Aretha heredó de su padre, el reverendo Clarence Franklin, su compromiso con los derechos civiles de los negros. De hecho, el reverendo también conocía a King y predicaba por la igualdad que los demócratas no quisieron aceptar desde su púlpito en la Iglesia Bautista Nueva Betel en Detroit.

Tal era su capacidad de oratoria que cientos de personas se acercaban al lugar y dejaban copiosas ofrendas. Pero no sólo sermones se escuchaban en esa iglesia, también sonaba una versión primitiva de lo que luego se llamaría soul (alma, en inglés), la variante “funky” del canto góspel que caracteriza a las celebraciones bautistas hasta el día de hoy. Con una vida totalmente influenciada por la música y la lucha por los derechos, fue cuestión de tiempo para que Aretha dejara sus estudios y empezara a dedicarse de lleno a lo que mejor sabía hacer: cantar.

Comenzando en los solos en Nueva Betel, Franklin pronto se uniría a su padre en las giras autoproclamadas como “caravanas del evangelio”, hasta que logró obtener un contrato discográfico con el sello de Detroit, J.V.B. Records. Grabado en vivo con apenas 14 años, el primer álbum de Franklin, “Songs of Faith”, fue lanzado en 1956 y generó dos singles: “Never Grow Old” y “Precious Lord, Take My Hand”. Luego, tras una puja entre las discográficas RCA y Columbia, terminaría grabando para esta última “Today I Sing the Blues”, canción que entró al top 10 de las listas R&B de Billboard.

Un día en 1963, al volver a la capilla de Detroit, entre los asistentes a otra de las celebraciones se encontraba King. Cuando fue invitado al escenario a hablar, pronunció por primera vez “Tengo un sueño”, su más conocido discurso. Entre los congregantes se encontraban Franklin y Mahalia Jackson, quien luego motivó al líder de los derechos civiles a llevar esas palabras a la marcha en Washington. “Cuéntales sobre el sueño, Martin”, dijo Jackson. Y King habló del sueño que no solo le pertenecía a él, sino a toda una generación.

“Respect”

Cuatro años después, Aretha grabó la canción “Respect” de Otis Redding, el Día de San Valentín. Los estadounidenses negros ya habían conseguido que las leyes federales prohibieran la segregación y protegieran su derecho al voto, en particular en los antiguos estados esclavistas del sur.

Pero mientras la canción más famosa de Aretha sonaba en todas las radios, no solo en las de R&B, los negros aún estaban a un año de conseguir la ley de vivienda justa. Y apenas un par de meses después de que se grabara la canción, militantes blancos, protestantes y de extrema derecha harían arder centros urbanos, incluyendo el de Detroit. “Eso es básicamente lo que queríamos. El movimiento era sobre respeto”, dijo Andrew Young, allegado de King y ex embajador de EE.UU. en la ONU, parafraseando la canción, que luego sería erigida como un himno por parte de los que luchaban al lado de King.

Lo que vendría después, es historia. Tras el asesinato y la transformación en mártir de Martin Luther King, Aretha fue el estandarte de ese grupo de gente, que mucho después que el movimiento por los derechos civiles hubiera terminado, permanecía comprometido con la justicia social y la igualdad entre pares.

Durante tres décadas, aggiornándose a sonidos novedosos, pero sin perder nunca su esencia soul, Franklin conquistó lo que solo las leyendas logran: es la primera mujer en ser incluida en el Salón de la Fama del Rock and Roll; tiene títulos honorarios en las universidades de Harvard, Yale, Princeton, Brown, Berklee, entre otras; cuenta con una estrella en el Paseo de la Fama de Hollywood; un asteroide lleva su nombre y por sobre todo, nunca dejó de sonar entre las clases populares, mientras apoyaba sus luchas.

Una mujer que fue confidente de Martin Luther King y recibió medallas de Bush hijo y Clinton; que emocionó a Obama e inspiró a Mandela. Que con una voz góspel inundó de rock a todo un país, un continente y el mundo entero. Esa fue Aretha. Una mujer que hizo historia y que merece como mínimo, una sola cosa: respeto.

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