La única certeza que da Milei: un saqueo económico a la mayoría de los ciudadanos

Si antes de las elecciones los medios hegemónicos comparaban a la Argentina con el Titanic, la impresión que da la situación actual es que Argentina abandonó el Titanic para subirse a La nave de los locos, del pintor flamenco el Bosco.

Política 13/03/2024 Flavio Colazo
Javier Milei (gentileza)
Foto: gentileza

Por estos días la ya incesante –y cada vez más insoportable- carga de tensión que atraviesa al conjunto de los argentinos puede, como se dice comúnmente, cortarse con cuchillo en diversos ámbitos sociales, políticos e institucionales. Esta crispación, que aumenta en proyección geométrica, deviene del andar atolondrado y tambaleante de una administración nacional que da la impresión de estar conformada por –al menos- incapaces, improvisados e insensibles funcionarios dispuestos y empecinados en llevar adelante medidas destinadas a pulverizar cuantos más derechos ciudadanos puedan mientras implementan un conjunto de dispositivos legales para permitir el saqueo económico de la gran mayoría de los ciudadanos presentes en los diversos sectores sociales del país, y de los recursos estratégicos de la nación toda. Con este estado de humor social -indescifrable en su capacidad y modo de reacción- las horas y los días en curso que se suceden en estos tiempos cuentan -para la gran mayoría de los ciudadanos- casi con una única certeza: mañana nada habrá mejorado, y muy probablemente va a ser peor que hoy. En relación a esto cabe recordar que antes de las elecciones era común escuchar en los medios hegemónicos la comparación de la situación de entonces con la de los tripulantes del Titanic. Pues bien, la impresión que da la situación actual es que Argentina abandonó el Titanic para subirse a La nave de los locos del pintor flamenco el Bosco.  

El poder de la amenaza

Cierta historia vine a cuento para ilustrar el concepto. La anécdota –o leyenda urbana- es que uno de los mejores jugadores de ajedrez de su tiempo -Aron Nimzowitch- no aceptaba competir contra jugadores fumadores (durante el siglo XX no había restricciones para fumar tabaco en las competiciones ajedrecísticas) y firmaba contratos antes de cada competición para que esta condición se cumpliera a rajatablas. En ocasión de estar disputando una partida contra el campeón mundial –Emanuel Lasker-, y contando con una posición ventajosa, notó que el campeón sacaba de su bolsillo un cigarro de formidable tamaño y lo asentaba sobre la mesa de juego. De inmediato Nimzowitch llamó al árbitro para que amonestase a Lasker. Entonces el juez le señaló al quejoso que el cigarro de su adversario no estaba encendido. A lo que Nimzowitch le espetó: “No se haga el que no entiende de qué se trata esto, tanto usted como Lasker saben que en ajedrez, y en la vida, una amenaza es más intimidante que su ejecución”. De este orden pareciera tratarse la pulsión que da la impresión de haberse instado en la sociedad. Por uno u otros motivos (incertidumbre laboral o de acceso a prestaciones médicas, por la inseguridad producto de una desatada delincuencia ultra violenta, por la imposibilidad de acceder a un techo –o a un plato de comida-, u otras causas) la sensación de que la sociedad está caminando sobre un fino hielo resquebrajadizo alcanza a la casi totalidad de los ciudadanos argentinos -a cada uno, y a todos en conjunto-.

De brutos y malvados

Tras el escándalo -que se originó luego de que el Presidente que asegura que “al ajuste lo paga la casta” se aumentara su sueldo en 48% (llegando a cobrar 6millones de pesos)- las idas y venidas aclaratorias solo vinieron a dañar mucho más a la ya alicaída imagen de Milei y se presentaron como una prueba suficiente para demostrar los peligros de una administración en manos de quien no da la impresión de estar capacitado (técnica y/o moralmente) para ocupar el cargo mayor de la Nación. Luego de que el amo de Connan se mostrara expresando a los cuatro vientos que él no estaba enterado -del aumento de su propio sueldo- quedaron expuestas o bien su “avivada”- una suerte de “si pasa, pasa”-, o bien su total ineptidud para el cargo. Esto último toda vez que el aval para dicho aumento contaba con la firma del Presidente. Es importante aclarar que la firma presidencial puede ser utilizada por el Presidente mismo o por el funcionario a cargo: el secretario de Legal y Técnica. Sin embrago, de modo intempestivo -y sin relación alguna con el episodio –  el presidente decidió echar al… secretario de Trabajo. Sin esgrimir defensa alguna hay que decir que  el funcionario desplazado tuvo tanto que ver con la firma del presidente -y el aumento de su sueldo- como, por ejemplo, el jefe de mozos de la Rosada. Un disparate presidencial más, solo disimulable en el conjunto de incontables otros. Pero, “qué le hace una mancha más al tigre”. En todo caso bien podría Milei al menos recordar que él se identifica con la figura del león, y hacerle notar que si se sigue manchando no parecerá un tigre sino –y como máximo- un león domesticado disfrazado de cebra. Este y otros dislates del presidente llevan a recordar aquello que Perón solía decir: “Es preferible un malvado a un bruto; porque yo he visto a malvados volverse buenos, pero nunca vi a un bruto volverse inteligente”.

Rosario siempre estuvo cerca

Sabido es que -desde hace muchos años atrás- la ciudad que vio nacer la bandera argentina fue tomada por el crimen organizado nacional como base operativa de primer orden. Desde los tiempos en que era llamada la Chicago argentina -en virtud la comparación con la fuerte presencia del crimen organizado en la capital de estado de Illinois en EEUU-, con la presencia de capos como Chicho grande y Chicho chico, quienes en el imaginario popular remitían –un poco al menos- a Al Capone. Más acá en el tiempo, por los 90, con la llegada y el apogeo del tráfico de cocaína se conformaron ya bandas de importante magnitud (por ejemplo, Los Monos, una de las más conocidas) que comenzaron a cometer asesinatos a plena luz del día y a cara descubierta, cruzando una frontera respecto al tipo de violencia criminal ejercida -inusitada hasta entonces-. Lo que acontece hoy en la ciudad santafecina –para espanto- se asemeja mucho a los primeros tiempos de la guerra que la organización criminal denominada Cartel de Medellín le declarara al Estado de Colombia con el fin de quitar de la Constitución Nacional del país cafetero la posibilidad de extraditar hacia los EEUU a los capos locales. Allí –en Medellín- se transitó más de una década de violencia extrema que se llevó la vida de más de 1.000 hombres de las fuerzas de seguridad, más las de 3.000 delincuentes, y las de más de 10.000 civiles. Todo esto –sobre Rosario, Chicago y Medellín- ha sido hartamente expuesto en los medios a lo largo del tiempo. Por eso sorprende –una y otra vez- escuchar aquella opinión pública del presidente Milei: “Entre la mafia y estado prefiero la mafia, porque tiene códigos”. ¿Seguirá pensando igual?

Tambores de guerra atravesando el Atlántico

A todo esto -y como si lo nuestro fuera poco- provenientes desde allende el Atlántico parece percibiese aquel tam-tam que solo suena antes de empezar el combate. Es que como si la historia reciente de las guerras mundiales del siglo XX no hubiera dejado huella alguna en cierta dirigencia política europea actual (Macron, Von der Leyen, Stoltenberg, y un par de insensatos presidentes europeos más) que hoy se muestra empecinada en dar comienzo a una guerra de magnitudes inconmensurables y confrontar bélicamente de modo directo (hoy la OTAN confronta con Rusia, pero en territorio ucraniano) con la nación que posee el mayor arsenal atómico del planeta (Rusia). El –hasta ahora- paciente Putin esquiva todavía el responder a los ataques (con armamento de la OTAN) en suelo ruso con ataques a algún país miembro de la Organización Atlántica, pero EEUU y algunos miembros de la UE no cejan en sus esfuerzos para dar inicio a lo que podría ser un desenlace fatal último, no ya para Europa sino para la humanidad toda.

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