
A menos de 100 kilómetros de la ciudad de Córdoba, el Dique San Jerónimo es una excelente opción para pasear en esta época del año.
Si bien mejoró la economía, empeoró la calidad de vida de los argentinos. Para Semana Santa se espera un gran movimiento de turistas, superando el del año anterior.
Ed Impresa07/04/2023 Facundo PiaiEspecial para La Nueva Mañana
El informe sobre pobreza publicado la semana pasada por Indec sigue dando que hablar. En él se advierte un aumento de los argentinos con ingresos por debajo del valor de una canasta formada por alimentos más el costo de servicios elementales. La paradoja radica en que este aumento de la pobreza ocurre tras dos años de incremento consecutivo de la actividad económica; después de la recuperación de la economía en 2021 y el crecimiento del producto de poco más de 5 puntos del año pasado, con una actividad turística que sigue incrementándose.
En efecto, a los problemas inflacionarios y de escasez de reservas aún sin solución efectiva, se le suma otro, consecuencia de aquellos. Mejoraron los números de la economía, pero en el 2022 empeoró la calidad de vida de millones de argentinos. Incluso, como mencionamos en la entrega anterior, teniendo en cuenta que los ingresos aumentaron por debajo de la inflación en los primeros meses de este año, es de esperar que hoy la cifra de pobreza sea algo mayor. Sin embargo, al mismo tiempo, para Semana Santa se espera gran movimiento de turistas.
De acuerdo a información de Aerolíneas Argentinas, la demanda de aéreos para Bariloche, Puerto Iguazú, Mendoza, Córdoba, Ushuaia, Salta, entre otros destinos, superará al récord histórico del año pasado. Además, también destacan desde la aerolínea de bandera vuelos a Río de Janeiro y otros destinos internacionales para el fin de semana largo. Por lo tanto, el nivel de ocupación hotelera será muy alto en los principales destinos turísticos del país. De este modo, Argentina tiene un deterioro en los indicadores socio económicos y, al mismo tiempo, más de 200 mil personas compran pasajes de cabotaje que rondan los $50.000. ¿A qué obedece este fenómeno en apariencia contradictorio?
Desde el gobierno enfatizan que el empleo privado lleva 30 meses consecutivos de recomposición y el desempleo está históricamente bajo, no obstante, en el último semestre del año pasado más de un millón de argentinos cayeron bajo la línea de pobreza. Esto quiere decir que al mismo tiempo que aumenta el empleo formal e informal, los ingresos se deterioran frente a una inflación tenaz, muy persistente en los alimentos. Que la canasta alimentaria se haya encarecido 416% y la inflación sea de 369% desde que el gobierno asumió, no es un dato menor. De hecho, explica parte del fenómeno.
Si subas generalizadas motorizadas por alza del precio de la comida llevan a la canasta básica total a un valor de $177.000 para un hogar tipo de cuatro personas, y a eso le agregamos que el promedio del salario registrado es de $176.000 (de acuerdo al tablero interactivo del Centro de Estudios para la Producción), queda explicado gran parte del fenómeno. En efecto, diez sectores tienen un promedio salarial por debajo del valor de la canasta de alimentos y servicios que se utiliza como umbral para determinar los niveles de pobreza de la población.
Si bien dentro de la actividad con salario promedio bajo hay variedades, con trabajadores con ingresos muy superiores a la media, se trata de un universo que explica más de 4 millones de trabajadores. Dentro de los cuales se destaca la enseñanza, con uno de los peores ingresos promedio. Una curiosidad al tratarse de un sector en donde los trabajadores cuentan con mayor calificación, en donde los cargos se definen por orden de mérito de acuerdo a los títulos acreditados. Meritocracia, pero mal paga.
Se asoma un fenómeno sociológico novedoso para la Argentina, propio de otros países latinoamericanos, en donde el deterioro económico hace que el delincuente marginal, el maestro, el policía y el comerciante convivan en la misma cuadra.
Ahora bien, si a los más de 1,5 millones de docentes del sector público y privado le sumamos los trabajadores de la construcción y de la actividad comercial, por destacar los más numerosos, vemos que un porcentaje importante de los asalariados registrados (en blanco) tendría su capacidad de consumo en riesgo. Así lo expone también el último informe sobre pobreza de la Universidad Católica Argentina, al concluir que el 24% del estrato social medio en el conurbano bonaerense tiene ingresos por debajo de la línea de pobreza. Lo cual le abre la puerta a un fenómeno sociológico novedoso para la Argentina, propio de otros países latinoamericanos, en donde el deterioro económico hace que el delincuente marginal, el maestro, el policía y el comerciante convivan en la misma cuadra.
Si parte de los asalariados tienen deteriorada su capacidad de compra, en una situación más apremiante se encuentran los cuentapropistas y quienes trabajan en negro. Para el grueso de este extenso universo el salario mínimo vital y móvil es una herramienta clave que fija un piso de referencia. El mismo comenzó a esmerilarse en el comienzo de la gestión de Cambiemos y se desplomó luego de las devaluaciones del 2018 y 2019. El mínimo se derrumbó desde los U$S600 en el 2015, cayendo 50% en los cuatro años posteriores.
Si bien actualmente el salario mínimo recuperó parte de la caída, se encuentra muy por debajo de los niveles de hace ocho años atrás. Consecuentemente, hay sectores en el gobierno que proponen acelerar la recomposición de esta referencia por su impacto que tiene en ingresos complementarios que perciben los estratos sociales más bajos. El atraso de este umbral, la alta inflación de los alimentos, el rezago de las actualizaciones salariales y la expansión de la economía dan por resultado una mayor concentración de la riqueza y más desigualdad. Si bien estos porcentajes continúan bajos en relación a la región, han empeorado en los últimos años.
Esta distribución del ingreso también resulta de una estructura productiva heterogénea en donde hay sectores con altísima productividad (como el agro, algunas industrias o la actividad petrolera) y otros con muy baja. Estos últimos, como la actividad comercial, por caso, tienen una oferta laboral dinámica, pero pagan bajos salarios. Por otro lado, los sectores altamente productivos no logran absorber cantidades significativas de trabajadores. El ejemplo más significativo es el del campo que produce materias primas exportables en tierras fértiles, con bajos costos, pero no genera muchos puestos de trabajo y los trabajadores del sector perciben uno de los salarios promedio más bajos.
Por otro lado, la actividad petrolera o minera que detentan los mejores salarios del sector privado (550 mil, promedio), si bien han expandido su oferta de trabajo, no realizan las inversiones necesarias para que haya un verdadero boom laboral. Desde luego que un salto de calidad en el mercado de trabajo requiere una transformación de la estructura productiva, muy distante para un país que tiene como principales problemas estructurales, por un lado, la falta de divisas, y por otro, partidos políticos debilitados. Por tanto, incapaces de resolver problemas tan acuciantes como persistentes.
Mientras tanto, el escenario se compone por el trabajo que aumenta, pero baja en su calidad, y más pobreza. Una contradicción lacerante para un gobierno que buscará este año ser reelecto.
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