“El recuerdo de la guerra de Malvinas es muy doloroso y cruel”

La cordobesa Stella Maris Botta fue una de las 13 enfermeras en el hospital de Comodoro Rivadavia. A 41 años del conflicto bélico, todavía no fue reconocida como “Veterana de guerra”.

Ed Impresa 01/04/2023 Marcos J. Villalobo Marcos J. Villalobo
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Las enfermeras usaban uniformes y cascos. Incluso tuvieron que portar armas. Foto: gentileza.

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NUEVO ANIVERSARIO DEL CONFLICTO POR LAS MALVINAS

Stella Maris Botta todavía recuerda aquella mañana de abril de 1982 arriba del tren. En la estación de Villa María estaba su mamá Marta y su papá Juan. Ella tenía 23 años y estaba muy convencida de su decisión. Pero Marta lloraba y le preguntaba “¿Por qué? ¿Por qué?”. 

- Mamá, vos sabés todo lo que hice para ingresar a la Fuerza Aérea. Conocés mi sacrificio. Ahora, mamá, mi patria me necesita. Voy a curar a mis camaradas.

El abrazo entre estas dos mujeres fue tan fuerte, tan lleno de sentimiento. Por eso, Stella, 41 años después, todavía lo recuerda, al igual que el beso en la frente y el silbato del tren que le indicaba subir, rumbo a la guerra de Malvinas.

Stella fue una de las 13 enfermeras que estuvo en el hospital reubicable instalado en Comodoro Rivadavia durante la guerra. Oriunda de Villa María, hoy instalada en barrio Cofico, Córdoba, tiene esos días tan ligados a su memoria. En el diálogo con La Nueva Mañana recuerda, reflexiona y se emociona. Pasa por diversos estadios a días de un nuevo aniversario del desembarco, el 2 de abril de 1982, de las tropas argentinas en las islas Malvinas, dentro del conflicto armado con Inglaterra, que usurpó esas tierras en 1833.

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Las enfermeras usaban uniformes y cascos. Incluso tuvieron que portar armas, pero nunca las usaron. Aún no cobran pensión ni son reconocidas como veteranas de guerra por las tareas que realizaron durante el conflicto bélico.

“Malvinas se lleva en la sangre”

“El recuerdo de una guerra es muy doloroso, cruel, se llevó muchas vidas, hijos, papás, esposos... Es una herida que nunca va cerrar. Por eso, Malvinas no es solamente el 2 de abril, Malvinas se lleva en la sangre, de siente en el aire”, aclara apenas inicia la charla. Actualmente trabaja en la Escuela de Suboficiales de la Fuerza Aérea, en el Escuadrón Sanidad, pero como personal civil. Ella pidió la baja en 1992 por razones personales, luego del nacimiento de su tercera hija, pero intentó, posteriormente, reincorporarse, pero le ha sido denegado.

Mucho se ha hablado de los soldados que combatieron contra los ingleses y las muchas adversidades que padecieron. Poco se dice de las mujeres que afrontaron este desafío en condiciones deplorables. “Colocábamos colchas en el suelo para poder atenderlos mejor. Teníamos un alambre y en ella se colgaban los sueros para quienes necesitaban hidratación, se los ubicaban uno a la par de otro. Se realizaban las curaciones de heridas de esquirlas, a los pies de trinchera se los envolvía con toallas, embebidas con agua caliente y veíamos si revertía, en caso contrario se lo derivaba a Cirugía, en dónde evaluaban la situación y si era necesario, amputaban”, describe y las palabras le salen de a borbotones. Una tras otras, y remata con una anécdota que le eriza la piel: “Uno de los casos que aún quedó grabado en mi retina, fue un soldado que, cuando salió de su estado de shock, levantó la colcha que lo cubría y se vio que le faltaba una pierna, y gritó ‘Dios Mío, quiero a mi mamá’”.

Tantas vivencias. Tantas imágenes imborrables. Tanto dolor. Y todavía no logran el reconocimiento de ser consideradas “Veteranas de guerra”. A propósito, cuenta: “No somos reconocidas como Veteranas, sí hemos recibido la Medalla de Honor del Congreso de la Nación, la medalla de la Fuerza Aérea, certificado de la Fuerza Aérea, pero no cobramos pensión. Solo hay dos que sí, Alicia Reynoso y Stella Morales, por medio de un juicio ganado en el 2022, están reconocidas y en su documento sale la leyenda de veterana de guerra de Malvinas. Ya fallecieron dos veteranas, una en Alemania, el año pasado, Gisela Bassler, y otra en Córdoba en enero de este año, Noemí Rodríguez, lamentablemente sin ser reconocidas”.

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- Le vuelvo a hacer la pregunta que le hizo su mamá. ¿Por qué quiso ir a la guerra?

- Cuando estaba trabajando en el Área Material Córdoba, en el Escuadrón Sanidad, nuestro jefe, el Comodoro Luteral, nos llama a su oficina y nos pregunta quién quería ir al Conflicto del Atlántico Sur. Yo esperé mi turno para poder hablar, porque era la más moderna. Vi que todas dieron un pasito atrás y entonces dije: “Yo, señor Comodoro, yo quiero ir”. Mi corazón parecía estallar. Tenía la oportunidad de curar a mis compatriotas, mi Patria me necesitaba, y era un orgullo y un honor poder servirla.

- Si hoy pudiera hablar con esa Stella que tenía 23 años y se iba a la guerra, ¿qué le diría?

- Que estoy orgullosa de la decisión tomada; que el futuro se forja y la pasión se siente; que a pesar que duela la falta de reconocimiento, hay que luchar para lograrlo; que la vida es lo más importante y que salvar vidas, curar las heridas del cuerpo y también las heridas del alma, traen una gran satisfacción y el corazón se llena de gracia y orgullo.

  

 

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