Violencia urbana: la reacción agresiva cuando se rompe el contrato social

Entrevistada por La Nueva Mañana, la psicóloga Mariana Marengo invita a “repensarnos y repensar el lugar que cada uno ocupa en esta trama” de violencia que vive a diario la sociedad.

Ed Impresa 10/03/2023 Pablo Javier Rodríguez Pablo Javier Rodríguez
Vidrio roto (Vitoj Shutterstock Pinterest)
“La violencia urbana hoy tiene este nombre, pero no es para nada nuevo”, observa la psicóloga Mariana Marengo. Foto: ilustrativa.

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“La violencia urbana hoy tiene este nombre, pero no es para nada nuevo”, observa la psicóloga Mariana Marengo durante una entrevista con La Nueva Mañana. Empero, destaca que en este tiempo la violencia urbana está condicionada por el ritmo de vida acelerado; por promesas incumplidas y demandas incumplibles del Estado y el sistema económico, político y social; por el fenómeno singular de la pandemia; y por la expansión de las redes sociales, como catalizadores de disconformidades.

Desde una mirada que toma distancia del simplismo del parte policial y la placa roja de la televisión, Marengo invita a desentrañar la problemática, sugiere preguntas y convoca a un compromiso colectivo para abordarla.

La confianza fracturada

“La agresividad es una tendencia innata en los sujetos y la agresión es el pasaje al acto de ella”, define Marengo para introducir el tema, delimitando a la violencia urbana como una consecuencia de la creciente desconfianza en las instituciones reguladoras de las relaciones humanas dentro de las comunidades.

Subraya que “con la pandemia se agudizaron estos fenómenos que venían ocurriendo desde antes” y alude también al impacto que genera la magnificación de estos hechos, mediante la reproducción constante a través de los medios de comunicación y, principalmente, de las redes sociales.

Desde su expertise, recala en Sigmund Freud para referirse a la agresividad como una tendencia de los seres humanos para garantizarse “defensa y autopreservación”.

Dialécticamente, analiza que esa agresividad no debiera manifestarse directamente en agresiones, porque “somos sujetos que estamos dentro de un entramado social, cultural y económico” que “regula las interacciones de las personas”.

“Tiene que haber cierto orden social que regule las interacciones”

“En ‘El malestar en la cultura’, Freud habla de los sujetos con estas pulsiones que tenemos de vida y de muerte, antagónicas; que coexisten dialécticamente para que las personas podamos tributar, renunciando a las pulsiones inmediatas en pos de pertenecer a un grupo cultural, a una sociedad. Pero para que el sujeto quiera hacer esa renuncia y esa postergación, tiene que haber un cierto orden social que regule las interacciones”.

Precisamente, entiende Marengo que esta etapa del capitalismo y particularmente este momento de la (pos)pandemia generan permanentes desconfianzas sociales respecto de la capacidad de las instituciones para regular las relaciones sociales de una manera justa. “A lo que llamamos violencia urbana no habría que pensarlo como fenómeno per sé, sino como una consecuencia de que se ha deteriorado y fracturado la confianza en las instituciones y las normas”, postula. 

“La historia de la humanidad está bañada en sangre”, dispara Marengo. Sin embargo, señala que “hasta en las guerras hay reglas y pautas” y se pregunta retóricamente “¿qué pasa cuando se rompen esos contratos sociales?”.

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Mariana Marengo: “A lo que llamamos violencia urbana no habría que pensarlo como fenómeno per sé, sino como una consecuencia de que se ha deteriorado y fracturado la confianza en las instituciones y las normas”.

Repensarnos es la tarea

“El Estado debe hacer cumplir las leyes y las normas, garantizar cierto orden de igualdad jurídica y equidad; y hacer caer la impunidad que está instituida y genera violencia y malestar”, lanza Mariana Marengo a la hora de indagar posibles abordajes que permitan escapar a esta encerrona.

“También tiene que volver a generar grupos e instancias intermedias, que vayan permitiendo anudar a los sujetos que estamos más individualistas y sometidos a la tiranía de las redes; porque eso impide que haya cohesión”, agrega. 

 “El Estado tiene que tener más presencia”, sintetiza, aunque aclara que esto no es homólogo de “tener más policía”. Se trata –dice- de “responsabilizarnos a cada uno de nosotros” con las transformaciones necesarias y “que el mismo Estado no reproduzca la violencia institucional”.

Grafica que la escuela debiera ser uno de los canales para invitar a pensar alternativas de manera colectiva, pero que, sin embargo, “los docentes están atravesados por la misma precarización y el desamparo estatal”.

“Con las redes sociales, mucha gente escribe cosas que en otros ámbitos, en los que se presenta y no recurre al anonimato, no las diría; ahí también hay impunidad”.

Los medios de comunicación

A modo de cierre, la psicóloga Mariana Marengo pone el foco en la manera en que se narra a las violencias urbanas en los medios de comunicación y el rol que éstos podrían ejercer para salir de este espiral macabro:
“Hoy se multiplica y se magnifica a través de las redes y los medios de comunicación, que te cuentan un mismo hecho 30 veces al día. Y proliferan los discursos de odio que postulan al otro como un ser al que hay que destruir y aniquilar, denostar, degradar”.

Frente a esto, finalmente, Mariana Marengo invita a “repensarnos y repensar el lugar que cada uno ocupa en esta trama” como una forma de empezar a reconocerla y transformarla. 


La amenaza es el otro

Es “la fuerza de lo colectivo”, a través de instituciones y grupos de pertenencia, lo que “impide que se rompa la trama social y se caiga”, analiza Marengo, resaltando el antagonismo con el individualismo y el hedonismo. “La pertenencia a esos grupos sublima las pulsiones de agresividad para que no se transformen en actos de violencia individual”, retoma.

Y a continuación introduce la complejidad que trajo consigo la pandemia: “Nos tuvimos que replegar para sobrevivir”. Recuerda que en los meses más complicados en materia sanitaria, las vecinas y vecinos o la misma familia eran potenciales factores de contagio. “Las redes agudizaron esto de sentirse amenazado por el otro”, subraya.

Paralelamente, destaca Marengo como otro factor determinante de la proliferación de episodios de violencia urbana el incumplimiento de las promesas de prosperidad del sistema capitalista, que sin embargo exige una mayor efectividad y velocidad, bajo una lupa de control asfixiante.

Pelea Callejera © imagen de TV
EL ESTADO DEBE TENER MÁS PRESENCIA. 
“Tiene que generar instancias que permitan anudar a los sujetos que estamos más individualistas y sometidos a la tiranía de las redes; porque eso impide que haya cohesión”.

“Incapacidad de soportar la espera”

“Hay algo con la inmediatez y con la incapacidad de soportar la espera. Hoy tenemos el delivery, el llame ya, el Rappi. Incluso en estas apps se monitorea cuánto tiempo demoran en llegar las pizzas. Pero si en el camino al chico le roban lo que recaudó, ¿qué pasa con todas estas violencias? La del que le roba y la del empleador que no paga las cargas sociales y exige que llegue rápido a destino”.

La profesional sugiere que estas situaciones magnifican las violencias que ya venían desde antes e invita a reflexionar sobre qué lugar ocupa el valor del otro y el valor de la vida en nuestro presente.

Finalmente, se introduce otro elemento fundamental, que es el de la palabra: “El operador simbólico que tenemos a diferencia de los animales; un mediatizador”. 

SE MAGNIFICA A TRAVÉS DE LOS MEDIOS. “Te cuentan un mismo hecho 30 veces al día. Y proliferan los discursos de odio que postulan al otro como un ser al que hay que destruir y aniquilar, denostar, degradar”.

Advierte Marengo que los condicionantes descriptos previamente (este sistema de grandes exigencias y promesas incumplidas; la pandemia y sus fantasmas; y las refractarias redes sociales) colaboran con imponer un presente en el que reina “una incapacidad de mediatizar y hacer uso de la palabra en los conflictos” y “entonces lo que viene en ese lugar es el pase al acto, a la agresión”. 

“Con las redes sociales, mucha gente escribe cosas que en otros ámbitos, en los que se presenta y no recurre al anonimato, no las diría. Por eso el tema de redes no es menor. Ahí también hay impunidad”, subraya.

  

 

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