El plan de Bukele alimenta los peores discursos de las derechas extremas

El presidente de El Salvador expuso una metodología de combate al crimen organizado que interpela los alcances de un gobierno pasando por encima a los DDHH universales.

Ed Impresa 03/03/2023 Flavio Colazo
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La nueva mega cárcel en El Salvador alerta sobre los discursos y modos para extremar el punitivismo carcelario,. Foto: NA

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Especial para La Nueva Mañana

OPINIÓN

Cárcel modelo y modelo de encarcelamiento (El fin, y los medios).

La reciente presentación mediática de la nueva mega cárcel en El Salvador alerta sobre los discursos y modos para extremar el punitivismo carcelario, y advierte sobre los posibles atropellos al mecanismo procesal para la detención de personas en pos de un encarcelamiento arbitrario totalmente carente de garantías jurídicas. Este método –justifica Nayib Bukele- es imprescindible en virtud de la magnitud del problema; algo así como: El fin –en este caso- justifica los medios.

Si esta cárcel sigue así…

El Centro de Confinamiento del Terrorismo (CECOT) es hoy la cárcel de mayor tamaño y capacidad de albergue (40000 reclusos) de toda Latinoamérica, y cuenta con instalaciones de la mejor y más costosa tecnología concebida para este tipo de establecimientos. La flamante edificación fue presentada mediáticamente como la obra de mayor relevancia en la historia del pequeño país centroamericano. Esta valoración es posible que sea acertada en virtud de que vino a resolver el que se presentaba como un mayúsculo problema insoluble: la lucha contra las pandillas denominadas “maras” y sus incesantes crímenes contra la población civil -los cuales incluían masacres, violaciones, mutilaciones, y un sinfín de aberraciones de igual o peor tenor-. Como consecuencia inmediata de la implementación total del plan anti maras –y sobretodo de la mediatización del mismo-  Bukele logró alcanzar un 93% de aprobación de gestión y de imagen personal positiva. Lo que no se informa -en las presentaciones mediáticas institucionales- sobre el traslado de los primeros 2000 reclusos es que la gran mayoría de las detenciones no estuvieron sujetas a ninguna requisitoria judicial, y que se pasaron por alto todos los protocolos policiales procedimentales (en allanamientos, por ejemplo). Sobre lo que sí advierte –y haciendo alarde- en los videos oficiales difundidos es sobre las condiciones edilicias para el albergue (celdas para 100 reclusos -sin colchones-, con dos inodoros y dos duchas, y con permanente iluminación directa), las pautas de comportamiento (obediencia ciega y absoluta a las autoridades), el inexistente régimen de visitas (ni íntimas, ni familiares, ni jurídicas), la dieta alimenticia (escasísima- y que deberá ser pagada por la familia del recluso-), y sobre el régimen de castigo (en celdas individuales, completamente oscurecidas durante las 24 horas diarias, y con una plancha de cemento lisa para dormir).

Esta vez -¡por fin!- la prisión te va a gustar

Más allá de la solución que pueda traer a la población salvadoreña la política de seguridad para combatir a las MARAS llevada adelante por Bukele hay un peligro latente en la difusión mediática expansiva de esta metodología. Tal como es tomado -y difundido por los propaladores de los discursos más radicalizados de las derechas presentes latinoamericanas- el discurso del punitivismo extremo, inmisericorde, y deshumanizado -aparejado al sistema de detenciones arbitrarias y desprovistas de garantías- da la impresión de ser, como se dice comúnmente, música para los oídos -y odios- de esta posición política. Nunca antes se había visto hacer alarde de una crueldad extrema en los regímenes carcelarios de ningún estado. EEUU no alardea sobre su prisión de Guantánamo, Ni Stalin o Hitler lo hicieron respecto a sus gulags o campos de concentración y exterminio. Hoy Bukele lo hace; lo peligroso es que pareciera que le llueven aplausos desde las derechas regionales.

Por los techos viene El Bloque… ¡otra vez! 

En línea con los aplausos aludidos en Argentina vemos que, con la justificación la situación de violencia narco mafiosa extrema que se vive en la ciudad de Rosario, por ejemplo,  una pre candidata presidencial de JxC está proponiendo -para solucionar el problema- sacar las FFAA a las calles, y/o crear cuerpos especiales contra el narco siguiendo el modelo del Bloque de Búsqueda utilizado en los años noventa en  Colombia -olvidando que, en la caza a Pablo Escobar, El Bloque perpetró masacres a granel, e hizo de las torturas y la desaparición forzosa de personas inocentes  (en su mayoría provenientes de las villas miserias de Medellín. ) un  hábito cotidiano hasta alcanzar su objetivo-.  Es imprescindible señalar que en El Salvador la persecución y detención arbitraria de los individuos es llevada adelante por la policía sin reparo alguno en virtud de regir en todo el territorio salvadoreño el Estado de Excepción -pariente cercano del Estado de sitio-; entonces, lo que estarían necesitando quienes promueven la solución salvadoreña para el problema de Rosario es, como primer paso, que se decrete el “salvadoreño” Estado de Excepción, o un tradicional Estado de Sitio. En definitiva lo que se intenta mediante el prepoteo discursivo de la derecha criolla es que el discurso de Bukele –propalado insistentemente por su enorme aparato mediático -  prenda en ciertos sectores de la sociedad argentina radicalizados es su derechización. Por el momento -desde la presentación del modelo salvadoreño de combate contra el crimen organizado-  asistimos en Argentina a una andanada de reclamos mediáticos exigiendo (directa o subrepticiamente) que este modelo se instaure y aplique cuanto antes en Argentina. Lo que se transmite –para que prenda- es aquella vieja sentencia popular: muerto el perro se acabó la rabia; cuando en realidad, muerto el perro, lo que se acaba es el perro, porque el virus de la rabia sigue su curso hasta que a la población humana en riesgo le llega la vacuna que neutraliza la transmisión y/o los efectos de la enfermedad. Pero la opción de ir matando “perros” hasta que lleguen las vacunas –como todo lo simple, fácil y rápido- seduce a muchos, salvo, probablemente, a algunos dueños de sus ejemplares caninos. Es decir, más allá de la odiosa comparación, y partiendo desde una especulación arbitraria, se podría conjeturar que, por ejemplo, si en 2016 se le hubiera preguntado a los padres de los integrantes de la patota que asesinó a Fernando Báez Sosa qué opinión tendrían respecto a la aplicación en Argentina de un régimen carcelario como el que está llevando adelante hoy Bukele en el CECOT, la mayoría de esos padres hubieran estado de acuerdo -e inclusive es posible que varios de los mismos asesinos de Fernando también-; pero, pasado el tiempo -y siempre dentro del plano conjetural- flota en el aire la pregunta: ¿Opinarían hoy  del mismo modo? Igualmente es posible que la sociedad argentina en su conjunto se interrogue si acaso para criminales mayúsculos –como, por ejemplo, los genocidas y torturadores de la última dictadura cívico militar- desea este tipo de encarcelamiento extremadamente deshumanizado (y deshumanizante).

  

 

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