Argentina como el micro de la Selección: el país de las mil conducciones

A una semana del inicio del año electoral, la indefinición y la superposición de propuestas e ideologías reinan en las principales coaliciones políticas del país.

Ed Impresa 23/12/2022 César Martín Pucheta César Martín Pucheta
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La selección argentina pudo gambetear el esquema de liderazgos políticos de turno y evitó fotos protocolares. Fotos: NA

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Casi como lo hizo con la mayoría de sus rivales durante la Copa del Mundo, la selección argentina de fútbol pudo, a su manera, gambetear el esquema de liderazgos políticos de turno y evitó fotos y saludos protocolares de probable usufructo ajeno de uno y otro lado del polarizado escenario nacional.

Sin querer queriendo, los festejos del martes figuraron una situación en la que un escenario sin responsables exclusivos se desarrolló una llamativa y sorprendente tranquilidad general. Fue la manifestación más grande de la historia argentina, y así como no hubo mayores disturbios, no hubo una referencia política a quien adjudicársela. Sí, un fenómeno popular, el fútbol. Y un puñado de protagonistas indiscutidos, los jugadores. Más allá de eso, el pueblo manifestándose. En este caso y por suerte, celebrando. 

A una semana del comienzo del año en que la Argentina deberá elegir autoridades a nivel nacional, el mapa político parece marcado exactamente por los mismos elementos. Sin liderazgos excluyentes, un grupo de protagonistas comparten y se disputan la representación de un pueblo que camina, como puede, en medio de una situación que de a ratos se presenta como terminal y de a ratos parece dibujar una luz de esperanza en el camino. 

Los últimos números de la inflación del año fueron los más bajos desde el mes de febrero. Pero los  datos de la canasta básica de alimentos cierran por encima de la media inflacionaria anual y, por primera vez en muchos años, supera el 100%. El panorama no tranquiliza pero promete abrir un camino, que no sólo es económico y social, también es político. Allí, donde todo parecía dictaminado, algo empezó a cambiar. Aunque en el día a día, el bolsillo no lo note. 

¿Asoman Massa y Scioli?

Sergio Massa se propuso llegar al mes de abril con una inflación del 3%. Cuando se puso esa meta, ese número significaba reducir a la mitad el promedio mensual de la suba de precios. Aunque públicamente se corra de cualquier discusión futura, el tigrense sabe que de su gestión económica depende casi exclusivamente su futuro político. En su entorno más íntimo, principalmente su familia, niegan que el 2023 sea un horizonte posible para volver a intentar su aventura presidencialista. Pero, políticos todos, entienden que las circunstancias suelen importar más que los deseos. 

Si Cristina Fernández de Kirchner cumple con su anticipo de no ser candidata “a nada” el año próximo, es muy posible que un Massa controlando las variables económicas aparezca como una candidato puesto en una coalición oficialista en el que los candidatos de a ratos parecen brotar de las baldosas y de ratos parecen tener que buscarse en los más profundo de las roscas y las oficinas oficiales. Para evitar el famoso “síndrome del pato rengo” o por un convencimiento un tanto extraño respecto a su imagen, el presidente Alberto Fernández todavía no desestima la posibilidad de ir en busca de una reelección, aunque sus movimientos evidencian que sus dichos en torno a esa posibilidad han disminuido notablemente en los últimos meses. 

Mientas el kircherismo busca la manera de catalizar la baja de su principal referente, en ese sector del Frente de Todos más identificado con la pata tradicional del peronismo empiezan a asomar nombres que hasta no hace mucho tiempo no estaban en los cálculos de nadie. Uno de los más llamativos es el de Daniel Scioli, que ya impone sus condiciones a la hora imaginarse buscando una nueva oportunidad, y de algunos gobernadores que, o bien puede exhibir buenas gestiones o bien no pueden ser reelectos e imaginan un futuro a nivel nacional. Casi en el medio de los dos esquemas aparece Juan Schiaretti, que no termina de diagramar su esquema nacional pero no se baja de la esperanza de poder ser el dirigente que termine con la polarización en la Argentina. Para eso, quiere apoyarse en una base de peronismo histórico pero procura enriquecerla con ingredientes del cambiemismo “más racional”.

La oposición, con su propio estofado

Entre el centro y el extremo también se discuten por estas horas los referentes opositores con ganas de llegar a la Casa Rosada. Los ánimos en la oposición ya no son los que reinaban tiempo atrás y la superposición de precandidaturas empieza a molestar más que antes. Hasta no hace mucho tiempo, Mauricio Macri parecía ser el eje vertebrador de la multiplicidad de vectores de la alianza opositora. Con el paso del tiempo y la indecisión del ex mandatario, ese poderío empezó a encontrar voces altisonantes que empezaron a desconocer el liderazgo dentro del propio espacio de Juntos por el Cambio. Mientras Patricia Bullrich se reconoce como una de sus principales aliadas pero no ata su candidatura a una eventual postulación del ex presidente, Horacio Rodríguez Larreta lo desafía públicamente a una interna, María Eugenia Vidal no define si se animará en el 2023 o en el 2027, y los radicales Facundo Manes y Gerardo Morales no se bajan de la pelea presidencialista apuntándolo como parte del “pasado”. Lo critican abiertamente y ya no le temen a las represalias de sus socios de ocasión.  Por si fuera poco, Elisa Carrió sale de su ostracismo y avisa que, si es necesario, ella también está dispuesta a jugar. 

En esa maraña de candidaturas más blandas y más duras, Javier Milei sostiene sus niveles de popularidad y analiza la oferta siempre abierta de sumarse a los sectores más duros de Juntos por el Cambio. A esta altura, la decisión de uno y otro lado no se estudia desde la base de programas o ideologías, sino de conveniencias y sumatorias electorales.

El pueblo, ¿a qué apostará?

Con más de una decena de candidatos, el panorama electoral se parece bastante ese viaje en el que nadie sabía si el micro que conducía a los jugadores de la selección dependía de las acciones del gobierno nacional, del porteño, del bonaerense o de la policía federal. La gente, el pueblo, o como el lector mejor guste llamarlo podía optar repartir culpas hacia uno y otro lado, o creerle más a uno u otro funcionario. Lo que no podía saber es por dónde pasaría el micro, ni si iba tener oportunidad de estar ahí.  

Con rumbos inciertos, las principales coaliciones que protagonizan el panorama político nacional parecen vibrar en la misma frecuencia. Sin conducciones seguras y con un menú de candidatos en donde los rumbos no quedan del todo claros. En el medio una expectativa creciente y una ciudadanía que, a ocho meses de las primarias, todavía desconoce el destino por el cual apostar. 

  

 

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