Córdoba sigue en el podio de las provincias con más femicidios

Hubo 245 femicidios durante 2017 en todo el país, de acuerdo a un relevamiento del movimiento MuMaLá en noviembre. Con 23 asesinatos, Córdoba ocupó el tercer puesto. En diciembre, a esa lista infame se suman tres nuevas muertes.

Córdoba 26/12/2017 Miriam Campos Miriam Campos
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Fotos: Colectivo Manifiesto

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Por: Miriam Campos

Tres días después de que fuera hallada muerta y quemada Tamara Córdoba, la joven de 20 años que volvía a su casa después de salir a bailar, los concejales de Villa María, en el cuarto mes del año -con el reciente caso de Alicia Copa asesinada por su expareja frente a sus dos hijos de 7 y 10 años- declararon la emergencia por violencia de género.

No pasaron dos meses y el mismo día, 16 de junio, que encontraron envuelto y enterrado el cuerpo de Maru Cadamuro en medio de un campo de maíz cerca de Jesús María, Olga Moyano fue hallada descuartizada en un contenedor de una obra en construcción en Villa María.

Casi siete días después, una joven de barrio Pueyrredón de Córdoba, Debra Noble, desaparecida el 7 de enero, fue encontrada en un descampado de Villa Esquiú. Se supo luego que murió de un disparo en el pecho en un departamento del centro de Córdoba y simulando una mudanza fue trasladada adentro de un ropero, para luego ser enterrada en los márgenes de la ciudad.

Ana Barrera fue asesinada, descuartizada y enterrada en cercanías de la ruta 5, su pareja salió en los medios, llorando, pidiendo por su aparición hasta que se quebró y confesó el crimen. Su cuerpo fue encontrado el 2 de junio, un día antes de la Marcha Ni Una Menos.

Azul Montoro es uno de los travestisidios registrados en el país. Fue asesinada el 18 de octubre, de 18 puñaladas. Esto despertó el enérgico reclamo de la Asociación Civil Devenir Diverse, la Convocatoria Federal Travesti y Trans de Argentina, la Agrupación Nacional Putos Peronistas, el Centro Socio-Cultural Laura Moyano y la Liga LGBTIQ+ de las provincias, que salieron a las calles de Córdoba a denunciar la discriminación y los escasos cuidados que reciben las trabajadoras sexuales. Tres semanas después, el fiscal Guillermo González, con un acusado detenido, calificó el caso como femicidio.

En julio, durante las vacaciones de invierno en Villa Nueva, María Picco de 27 años, con la mesa puesta para almorzar, recibió un escopetazo sentada en una silla. Su madre fue encontrada en el living, a pocos pasos de la puerta, también con un disparo. Un vecino que escuchó la estampida y luego el silencio, se asomó por la medianera y vio tendido en el suelo al hombre de 75 años, padre y esposo, que después de asesinar a su familia se mató con la misma escopeta calibre 16 de dos caños.

Villa María y Villa Nueva, dos comunidades separadas por solo cuatro kilómetros, concentraron en siete meses seis femicidios. El primero, que además encabezó la lista de las 26 muertes por violencia de género registradas en Córdoba, fue el de María Luján Aguilera, degollada con un cuchillo durante una visita conyugal a su pareja en la prisión de Villa María.

El 9 de diciembre, Mirta Soledad Guerra en Cruz del Eje luego de su fiesta de egresados; el 19 diciembre, Adriana Giménez en la ciudad de Córdoba mientras discutió con su pareja al frente de sus dos hijos; y el 25 de diciembre, ayer, Susana Beatriz Duarte en Río Cuarto a pocos minutos del brindis de Navidad; fueron las tres últimas mujeres asesinadas en la provincia de Córdoba. Las tres, muertas por escopetazos.

Así como el movimiento de mujeres a través del Observatorio Ni una menos, realizó el relevamiento de asesinatos  consultando los medios gráficos, el próximo año, La Oficina de la Mujer de la Corte Suprema de Justicia de la Nación, publicará su registro de femicidios basándose en los casos ya caratulados bajo la figura de femicidio contemplado en la ley 26.791 del Código Penal. Probablemente, muchos casos al no haber alcanzado con la investigación dicho status, no se contemplarán en esa estadística. Como algunos otros, que ocurren y tampoco llegan a la prensa para poder ser registrados.

Lo cierto es que, al no existir en el país un diagnóstico completo, se dificultan las posiblidades de trabajar estrategias concretas para poder reducir la violencia. Sin embargo, los números de femicidios que surgen de los distintos registros constituyen un valioso y abrumador indicador.

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Fotos: Colectivo Manifiesto

Del informe de MuMaLá publicado durante el Día Internacional de lucha contra la Violencia hacia las Mujeres, en el período evaluado, se desprende que cada 30 horas una mujer fue asesinada en el país y el 75% de los crímenes fueron cometidos por hombres del círculo íntimo.

“Si vemos este dato, el lugar más inseguro para una mujer, muchas veces, es el propio hogar”, dice Betiana Cabrera, coordinadora de MuMaLá Córdoba y agrega: “A diferencia de los hombres cuya primer causa de muerte violenta es la violencia callejera, vinculada a estupefacientes, a robos, a riñas o peleas en la vía pública”.

“Que el asesino pertenezca al círculo íntimo de la mujer es un dato muy significativo de por qué es violencia de género y por qué estos casos son femicidios”, dice Cabrera.

Detrás de los femicidios hay familias que quedan destruidas

Según un reporte del Observatorio de Femicidios de la organización civil La Casa del Encuentro, los femicidios dejaron sin madre a 3.158 niños y adolescentes en todo el país desde 2008 hasta el primer semestre de este año.

“Eso es lo que nos tiene que sensibilizar como punta del iceberg, que es muy terrible. En muchos casos, hay niños de por medio, a veces tras el crimen, el padre se suicida o va a prisión y entonces es imprescindible asistir a esos hijos pero, en muchas situaciones, no hay un buen equipo de contención. Muchos de los niños no tienen una buena terapia o tratamiento, y quedan vulnerables a repetir este ciclo de violencia y sumisión, en la que vivieron sus padres”.

Una cuestión de voluntad política
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“Que el asesino pertenezca al círculo íntimo de la mujer es un dato muy significativo de por qué es violencia de género y por qué estos casos son femicidios”.

La violencia de género, bajo un grueso y constante trabajo de organizaciones de mujeres, se fue transformando en agenda pública e incluso en agenda política. De ese contexto, en Córdoba algunas decisiones logradas el último tiempo fueron la creación del Polo Integral de la Mujer en situación de violencia, la adhesión provincial, después de reclamos, a la ley Nacional de Violencia -una legislación de avanzada en Latinoamérica, que permite ahora denunciar violencia de distintas tipologías- y el primer Refugio Público para albergar a mujeres junto con sus hijos.

“Por supuesto que ahora no se da abasto con ello, tanto el Polo como los refugios, colapsan. Es por eso que siempre se sigue reclamando la situación presupuestaria. Eso nunca se modificó. Por esta razón es que las organizaciones de mujeres planteamos que la lucha contra los femicidios no es en Córdoba una política de Estado. No lo es en el gobierno de Schiaretti y no lo fue en el gobierno de De la Sota. Ninguno de los dos tuvieron la voluntad política de establecer equipos interdisciplinarios de trabajo en buenas condiciones”, explica la coordinadora de movimiento de mujeres MuMalá.

En la primera línea de fuego del trabajo contra la violencia de género hay psicólogas, trabajadoras sociales, abogadas, que en su mayoría trabajan en el sistema provincial bajo el monotributo. Se trabaja en condiciones de precariedad económica, en medio del máximo riesgo con mujeres que dicen que el hombre las amenaza de muerte.

“Eso da la pauta que es un recurso humano que al poco tiempo de transitar en ese contexto se va porque consigue mejores condiciones de trabajo en otros lados. Sobre todo en la Capital; en Córdoba provincia, el nivel de saturación que tiene este recurso humano es altísimo. Lo cierto es que los equipos interdisciplinarios, fundamentales para asistir a las víctimas, es un gran déficit”, explica Cabrera.

La profundización en prevención y promoción, así como el patrocinio jurídico gratuito -más allá de las fiscalías que actúan de oficio-, son otros de los faltantes en un sistema que se dispone verdaderamente a trabajar contra la violencia machista con políticas de Estado.

Ocho pesos por cada una
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Fotos: Colectivo Manifiesto

Pate Palero forma parte de Las Periodistas de Argentina en Red por una Comunicación No Sexista (RedPar), además de comunicadora, es tallerista y trabaja en Córdoba por una comunicación inclusiva, con mirada feminista. También destaca la importancia de una política de Estado para combatir la violencia contra las mujeres, con un fuerte y sostenido, a través del tiempo, soporte económico.

“El presupuesto nacional que se destina desde el Consejo Nacional es de 8 pesos por mujer y eso muestra que hace falta más inversión. Si bien se avanzó mucho en la atención directa a las mujeres en riesgo, hay una serie de espacios intermedios en la comunidad, donde muchas mujeres viven inmersas en una violencia permanente, llevan una vida de infierno. Estas mujeres no incrementan las cifras de la fatalidad pero es tremendo porque viven todos los días bajo el miedo”, dice Palero.

Para Palero, entre las decisiones estatales necesarias no solamente está el tema de difundir y concientizar a la gente sino que además es importante valorizar, visibilizar e invertir en el trabajo de quienes hacen esa difusión y formación contra la violencia de género.

En Córdoba y en el país emergieron un montón de espacios de género, de radio, de televisión, gráficos, organizaciones, talleres y casi todos son cuentapropistas. No hay ninguna línea ahí, desde el Estado, interesada en invertir en estos espacios para visibilizar los trabajos en la pluralidad temática. “Todo se hace a pulmón y eso también muestra cifras de cuánto compromiso hay con la política pública”, indica la comunicadora.

“Es muy saludable que hoy estemos hablando de estos temas, y que sean temas de agenda. Socialmente hay espacios comunes de los que nos alejamos. Por ejemplo, la erradicación de la expresión “crimen pasional” es una conquista importantísima, que no fue fácil ni casual”, indica Palero y agrega: “Es producto de la militancia de muchos años de distintas organizaciones de mujeres y hay que apoyar esto”.

Los últimos años se logró erradicar algunos conceptos y se instalaron algunos nuevos como “violencia de género”, “femicidio” y hasta el “Ni una menos”, la gente al escucharlo en calle sabe qué significa.

“Esta lectura de la realidad exige una transformación que es personal. Exige analizar las desigualdades en las que vivimos”. Palero cita a Rita Segato y plantea que “es la desigualdad que se aprende de manera más inicial y temprana la que hay que cuestionar. Si uno se empieza a preguntar sobre estas desigualdades, empieza a plantearse muchas cosas”. Tal vez ahí esté el cambio.

 

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