Los cambios que trajo el último atentado contra Cristina Fernández

En Argentina ciertos aspectos esenciales -en política y economía- parecen haberse modificado fuertemente luego de que intentaran asesinar a la vicepresidenta.

Ed Impresa 23/09/2022 Flavio Colazo
CFK Saluda © NA
Las manifestaciones cotidianas de  cariño frente a la casa de CFK dejaron de suceder o se dejaron de ver. Foto: NA

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Especial para La Nueva Mañana

OPINIÓN

Los resultados del último atentado de este año contra la vicepresidenta Cristina Fernández (el primero fue el ataque vandálico contra su despacho en el Senado ocurrido el 10 de marzo) dan la impresión de haber arrojado algunos cambios favorables para los sectores de poder que se prefiguran como enemigos acérrimos de las políticas nacionales y populares impulsadas por el peronismo, así como de su proyecto político y visión de país para la Argentina. Otros cambios ocurridos -sin que sean una panacea para los argentinos-, como pasar la revisión del FMI, no fueron motivo de festejo en la dirigencia opositora. 

Éxito de un atentado (con un asesinato fallido)

La  primera consecuencia surgida desde el atentado contra la vida de CFK –exitosa para el sector político/social vehemente opositor al peronismo- es el haber logrado interrumpir la liturgia del tránsito constante de afecto directo -cara a cara y cuerpo a cuerpo-, entre la representante y sus representados, algo que ni el propio jefe de Gobierno de CABA (vallado mediante) había podido alcanzar, ni aun sirviéndose, para intentarlo, de su aparato policial represivo de manera espectacular y coercitiva. Se sabe que la fuerza política que comanda CFK  se nutre en gran parte de estas manifestaciones de cariño -que vienen a demostrar y consolidar la total confianza de los representados para con ella (y con sus decisiones)-; se apuesta, entonces, a que la ausencia de este tránsito de energías pueda tener efectos depresivos en la líder y sus fieles,  pero, por sobre todo, se logró quitar de la vista del panóptico mediático la visualización de ese ejercicio de afecto popular que -teniendo lugar en un barrio de CABA-  se instalaba cotidianamente en todas las casas de los argentinos merced a la televisión. Primer punto entonces: Las manifestaciones cotidianas de  cariño popular frente a la casa de CFK dejaron de suceder, o se dejaron de ver, que no es lo mismo, pero es igual. De este modo los más recalcitrantes dirigentes opositores se ahorran (para ellos y para sus posibles votantes)  la contemplación diaria de una manifestación de apoyo -que tendía a perpetuarse- a la dirigente central de la política argentina. 

Mirando al Norte (por obligación)

“Si algo me pasa, miren al Norte” dijo CFK en un discurso de hace algunos años; y pasado el tiempo…, algo le pasó. Desde aquel señalamiento de CFK corrió mucha agua bajo el puente y las actuales circunstancias del país -a las que se arribaron en gran parte por el préstamo de 45 mil millones de dólares del FMI a la administración Macri- obligan a mirar en la dirección que ella señalaba; claro que con recelo, pero sin quitar la vista ni la atención. En tal sentido, entonces,  quizás el mayor éxito para los supra poderes (nacionales e internacionales) haya sido el apaciguamiento -dentro de Argentina- de los sectores internos del FDT más críticos respecto al rumbo económico abordado por la administración Fernández-Fernández, y puesto en manos del ministro Sergio Massa. Es que los supra poderes han logrado (aquí y a nivel global) un corrimiento tan extremo hacia la derecha –en  los discursos y en  los pensamientos-  en cuanto a las pautas económicas y financieras que las opciones hoy parecieran haber quedado circunscriptas a dos alternativas: administrar por derecha o… por ultra derecha. Dentro de ese marco global el tipo de reordenamiento económico asumido por Economía (que tiene cara de “ajuste”, se mueve como un “ajuste” y ajusta como un “ajuste”) venía siendo -hasta antes del atentado- objeto de críticas tan fuertes que hasta algunos de los miembros de la coalición gobernante (FDT) llegaron a  anunciar su alejamiento del espacio (como fue el caso del bloque de Juan Grabois); pero el intento de asesinato a la vicepresidenta hizo menguar las críticas (aplacadas en parte con nuevo IFE) y aceleró un reordenamiento de una tropa que había empezado a dar algunas muestras de reunificación luego de que, en el juicio conocido como “Vialidad”,  el fiscal Luciani solicitara una condena de 12 años de prisión y la proscripción de la 2 veces presidenta. Hoy, aún a sabiendas de los costos que traen aparejadas las medidas aplicadas desde Economía, el conjunto de fuerzas del FDT y los principales actores acompañantes (la CGT , por ejemplo) están centrados en consolidar el Gobierno apoyando la hoja de ruta que está conduciendo Massa. Segundo punto: Este comportamiento -que tan bien es saludado en EE.UU.-  no es nada grato para los sectores opositores internos (básicamente para JxC) porque al asumir Massa -en nombre de la administración Fernández-Fernández- las medidas que el espacio opositor podría presentar como alternativa al rumbo “populista” -que se le achaca los Fernández-, los dejaría sin plan alguno para presentar ante el electorado el próximo año.

Alberto Fernández en la ONU: Sobre el odio y sus profetas

En su exposición del martes (en la ONU) el presidente argentino, Alberto Fernández, se refirió a los profetas del odio y en ese sentido señaló que el atentado contra CFK pretendió –más allá de la eliminación física de la dirigente- dañar de modo serio el sistema democrático de nuestro país: “muchas veces en la historia los magnicidios han sido prólogos de grandes tragedias” y “pueblos enteros sucumbieron detrás de esos profetas del odio”. Fernández resaltó la necesidad de la defensa del pacto de convivencia democrática  en presencia de aquella administración estadounidense que sufrió lo que jamás nadie se hubiera imaginado: el asalto al Capitolio por parte de una turba enfurecida que respondía a los efluvios ultra violentos provenientes de parte del ex presidente republicano Donald Trump –quien no llegó a participar de la revuelta merced a la intervención, por la fuerza, de su custodia-; quizás entonces no hayan sido casuales cada una de la palabras escogidas por el presidente argentino para expresar ante la audiencia lo siguiente: “Estoy seguro que la violencia fascista que se disfraza de republicanismo no conseguirá cambiar ese amplio consenso al que adhiere la inmensa mayoría de la sociedad argentina”. Fascismo disfrazado de republicanismo… Cualquier similitud con Trump (o Bolsonaro) puede que no sea casual. En Argentina las posibilidades de alcanzar un gran acuerdo democrático no parecen interesarles a aquellos dirigentes nacionales que empatizan con Trump y Bolsonaro. Clarín publicó recientemente el pensamiento de Patricia Bullrich sobre un posible diálogo: “primero les bajamos todos los dientes, y después, cuando los veamos chorreando sangre, recién ahí, nos ponemos a dialogar”.

 

 

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