El valioso legado de Rodolfo Walsh, a 45 años de su asesinato

LNM a entrevistó al Doctor en Letras Modernas Pablo Heredia –estudioso de la obra literaria de Walsh- al cumplirse 45 años del asesinato del escritor y periodista argentino.

Ed Impresa 25/03/2022 Flavio Colazo
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Pablo Heredia: “Ya en los años 70, Walsh quería decir que no hay posibilidad de una literatura fuera de la política”.

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Especial para La Nueva Mañana

ENTREVISTA

Continuador de la línea periodística iniciada por Mariano Moreno, Rodolfo Walsh dejó un legado multifacético en cuanto a su desempeño en el periodismo vinculado a la militancia en la defensa de sus ideales políticos y sociales.  Periodista de una profesionalidad audaz llegó a cubrir -en 1974-  la revolución palestina. Las 7 crónicas de aquel conflicto publicadas en el diario Noticas fueron y son consideradas como modelos de excelencia en el género (luego serían compiladas en un libro: “La revolución palestina en Noticias”). En cuanto a su militancia y compromiso en la lucha contra diferentes dictaduras militares que azotaron a nuestro país, el ápice de su accionar lo constituyen dos hechos prácticamente inmediatos el uno del otro: La producción de la Carta Abierta a las juntas… -el 24 de marzo de 1977-, y su asesinato -por el cual fueron condenados Alfredo Astiz y el “Tigre” Acosta, entre otros- al día siguiente, el 25 de marzo del mismo año. Mucho se recuerda del accionar de Walsh en los campos del periodismo, y en la militancia política y por los derechos humanos; y por lo general se tiende a dejar de atender aquel desempeño de Walsh que él mismo consideraba como el primordial en su vida: el de escritor. En el marco de un nuevo aniversario del asesinato de Walsh, LNM dialogó con un especialista en su obra literaria, Pablo Heredia, Doctor en Letras Modernas por la Universidad Nacional de Córdoba (UVC) y autor de El suelo. Ensayos sobre regionalismos y nacionalismos en la literatura argentina (2005) y Las multitudes ululantes. Literatura y peronismo. Escritores e intelectuales en el 55 (2012). 

Ya en el título de la misiva a las juntas, Walsh se ocupa de señalar específicamente cuál es su actividad primordial, aquella que lo define. A esa esquela la tituló: “Carta abierta de un escritor a la junta militar”… Remarca así su rol de escritor por sobre todo. Toda vez que usted se ha abocado al estudio profundo de la obra literaria de Walsh… ¿qué tipo de escritor encontró en Walsh? 

-Rodolfo Walsh en sus primeros tiempos era un escritor exclusivamente de ficción, de policiales de enigma. Escribió Variaciones en rojo (1953), un libro de cuentos al estilo del policial inglés, donde el protagonista resolvía los casos la mayoría de las veces sin moverse de su casa. El comisario del pueblo le planteaba el enigma de un crimen, y la deducción del detective (cuyo trabajo era de corrector de pruebas de una editorial) lo resolvía con las armas de la inteligencia. En estos relatos ya estaba planteada la cuestión del Estado inútil y poco perspicaz representado por el policía y la efectividad del individuo en soledad, que es la base del policial casi hasta hoy. Policías torpes y poco agraciados por la inteligencia que no pueden resolver un caso. 

¿Es posible abordar la producción literaria de Rodolfo Walsh deslindada de su posicionamiento político y de su militancia? 

-Walsh transitó desde una posición política distante con el acto de la escritura hacia la del compromiso. Él mismo refiere que no le interesaba la política, y que su visión era la de un antiperonista. Pero al enterarse de los fusilamientos de José León Suárez –llevados adelante por la Revolución Libertadora-  se da cuenta de que la impunidad es ostentosa, porque el crimen fue cometido a civiles, sin juicio previo. Entonces entiende -y escribe en una reedición, pocos años después-, que la solución a los crímenes de Estado no pasa por la justicia sino por la política. La política es el medio no solo para restablecer la justicia sino también para cambiarla estructuralmente. Como Walsh por sobre todo es un escritor, la literatura se configurará en el lugar de la justicia. 

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El 24 de marzo de 1977 Rodolfo Walsh dio a conocer una carta (Carta abierta de un escritor a la junta militar) en la cual -divididos en 6 apartados- abordó los temas centrales de los innumerables crímenes que se estaban perpetrando en manos de la dictadura cívico/militar.

Bien, llegamos hasta Operación masacre…

-Con Operación Masacre, Walsh ejerce un cambio; ahora la policía, es decir el Estado, además de corrupto es asesino. Esa es la “realidad”, y es necesario que el detective, que ahora es un periodista, salga a la calle, busque testigos, indague en los archivos de Radio Nacional, analice la escena del crimen… Ahora Walsh pone el cuerpo, arriesga su vida; y es protagonista de la historia. Argentina es un país peligroso porque el Estado ha sido copado por criminales inescrupulosos que ejercen el terrorismo. La “realidad” exige poner el cuerpo para “hacer justicia”. Como decía David Viñas, con Operación masacre, Walsh pasó de jugar al ajedrez a las partidas de truco. De las operaciones de la inteligencia al instinto de la bizarría. Del juego europeo a lo lúdico criollo. Del encierro de una editorial a la calle del mundo “real”.
 
Operación Masacre inaugura un género, el No-fiction –endilgado gratuitamente luego a Truman Capote-. ¿Por qué merece esta obra un análisis particular?

- Por esto que usted señala, que es el primer libro de lo que luego se denominó no-ficción. Ni antes, y en contados casos después, se había escrito una novela así en la Argentina –ni en el mundo-; se trata de un libro que hay que leer completo con todas sus reediciones, prólogos y epílogos incorporados luego de su primera edición. Operación Masacre inaugura ciertamente un género distinto -muchos dijeron que novedoso allá por los años 60-, el No-fiction, en inglés porque lo acuñaron en EEUU en relación con A sangre fría (1966), de Truman Capote. Publicada casi ocho o nueve años después de Operación masacre. Escribe Walsh en el prólogo de Operación masacre que escuchó en un bar “hay un fusilado que vive”. Aquí sí el oxímoron: la realidad es ficción. Y requiere de una investigación. Luego menciona que un testigo “me cuenta su historia increíble; la creo en el acto”. El fusilado que vive y lo increíble que se cree. Por eso, porque ya en los años 70 quería decir que no hay posibilidad de una literatura fuera de la política, quizás a esa falsa distinción se refería cuando hablaba de la “trampa cultural”. Pero también porque es una novela policial –más allá de la denuncia- muy lograda, con mucho trabajo investigativo (en mayor medida que en las investigaciones que desarrolló en sus otros libros, Caso Satanowsky y Quién mató a Rosendo); con un investigador que intenta descifrar un crimen, lo consigue, pero no se hace justicia; en medio de una trama del policial negro estadounidense. La tensión es vertiginosa -aun cuando se supone que el lector conoce el hecho (aunque no su desenlace)-. El thriller es sofocante. Por un lado, el lector va comprendiendo de a poco el móvil y quiénes fueron los asesinos, incluso quienes ordenaron la matanza, y por el otro, el suspenso agobia porque no se sabe qué pasará con el investigador, y si se hará justicia. Eso de poner el cuerpo y que la investigación transcurra como una aventura en donde la violencia se muestra explícita, y “real”, es el carril por donde se descubrirá la “verdad”. El investigador tiene que cambiar su nombre, debe ocultarse, andar armado. La “verdad”, en la Argentina de la Revolución Libertadora, es un peligro. Entonces la ficción debe adoptar la vida de la calle, respirar esos momentos crudos de violencia y persecución. No es posible estar al margen. La dictadura rompe los límites de la “verdad” y la mentira, el ocultamiento y la estupidez. La literatura es el lugar del desenmascaramiento…

¿Cómo se podrían clasificar los distintos tipos de producciones ficcionales que abordó Walsh? 

-Sin dudas hay dos momentos en su producción literaria, reconocidas por el mismo Walsh. La que mencionábamos anteriormente, la de Variaciones en rojo y un par de libros más, junto con la de su profesión como traductor y editor; y luego, a partir de Operación Masacre, la del escritor “comprometido”, como le llamaban en los años 60 y 70. Sin embargo, en los años 60 publica dos libros de cuentos, Los oficios terrestres y Un kilo de oro -y algunas obras de teatro- que no se deslizan en su totalidad por ese compromiso político, como así tampoco por el registro de la trama policial -aunque algunos cuentos pueden leerse como policiales, tales como la saga de los cuentos irlandeses que transcurren en el internado del colegio donde asistía el Walsh jovencito-. Si bien hay referencias al contexto de la época, son cuentos que incluso ensayan nuevos procedimientos narrativos, como, por ejemplo, en “Nota al pie”. 

El ya desaparecido Horacio González emparentaba la escritura de Walsh en gran medida con la de Jorge Luis Borges y en menor medida a Chesterton. ¿Cuál es su opinión sobre este parecer? 

-Algunos de nuestros escritores adoptaban el policial inglés como una manera de renegar de la política, mientras que sus ficciones enrostraban básicamente una lucha encubierta contra el Estado en beneficio del mérito individualista (y a veces aristocrático). Walsh se anclaba en esos juegos de la inteligencia, en el ajedrez de la vida; luego sale a la calle. David Viñas dirá más tarde que este Walsh era mejor escritor que Borges -un exabrupto que intentaba romper con la adoración canónica de un escritor de derecha cuando en la Argentina la crítica se dirigía a Walsh, en su perjuicio, como a un escritor de izquierdas. El Borges vanguardista se empecinó de joven unir literatura y vida. Entonces caminaba las “orillas” de Buenos Aires y encontraba epifanías no solo de la sensibilidad “universal” sino también la porteña, inmediata e yrigoyenista. 

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Hay dos momentos en su producción literaria: la de Variaciones en rojo y un par de libros más, junto con la de su profesión como traductor y editor; y luego, a partir de Operación Masacre, la del escritor “comprometido”, como le llamaban en los años 60 y 70.

“Esa mujer”; no hay justicia, pero sí hay verdad

¿Hay otro texto de Walsh –más allá de Operación masacre y la “Carta…”- que resulte fundamental dentro de su literatura?

-Sí, hay un relato que es clave en la literatura de Walsh: “Esa mujer”. Allí un investigador/periodista –otra vez–  entrevista a un militar (él aclara que es Mor Roig *) para sonsacarle el destino del cadáver de Evita que ha estado en su poder. El militar le da información recortada, refiere que tuvo el cadáver en el garaje de su casa, y de que eso le provocó un delirio rayano en la esquizofrenia; que torturó, maceró y mutiló el cuerpo de “esa mujer” que no se puede nombrar -no solo porque aun perduraba ideológicamente la prohibición por decreto de la dictadura, sino también porque desde el odio la muerte del enemigo no se dice-. Pero el paradero del cadáver no se consigue… Esa “verdad” sigue oculta. La que se ha develado es la paranoia y el delirio de los asesinos profanadores y necrófilos. De forma parecida que en Operación masacre, no hay justicia, pero sí hay “verdad”; el lugar de la verdad es la literatura.

(*) N d R: Corresponde Moori Koening en lugar de Mor Roig. 
A posteriori de la impresión de la presente nota en la edición impresa de LNM, el entrevistado nos hace saber de un involuntario equívoco, surgido desde el vértigo propio de una respuesta inmediata en una entrevista. Muchas gracias Pablo Edmundo Heredia.


Walsh y una carta abierta que acentúa su trascendencia de manera constante

El 24 de marzo de 1977 Rodolfo Walsh dio a conocer una carta (Carta abierta de un escritor a la junta militar) en la cual -divididos en 6 apartados- abordó los temas centrales de los innumerables crímenes que se estaban perpetrando en manos de la dictadura cívico/militar. Si bien en los 4 primeros puntos Walsh señaló las atrocidades que la dictadura estaba llevando adelante en materia de derechos humanos, crímenes de lesa humanidad y los estropicios jurídicos -y anti constitucionales- que desguazaban a la organización sociopolítica argentina, en los 2 últimos –que Walsh señala como los más importantes- atiende a los graves crímenes que se estaban perpetrando desde la administración cívico/militar en materia económica con sus trágicas consecuencias; las inmediatas y -sobre todo- la ulteriores, que condenarían a Argentina a un futuro que, tal como pasó, acarrearía un sinfín de desgracias que llevarían muchos años poder superarlas. A esta “Carta…” otro escritor y periodista, el Nobel colombiano Gabriel García Márquez, la calificó como una obra maestra del periodismo”.

 

 

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