Arnaldo “Cacho” Sialle, un albiazul que mantiene los códigos

El ex DT de Talleres, que estuvo casi tres años al frente del equipo ostentando un ascenso a la B Nacional, habló de su paso por barrio Jardín evitando polemizar sobre su salida poco clara.

Ed Impresa 21/08/2020 Federico Jelic Federico Jelic
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Su presencia intimidante genera respeto, como para evitar discusiones subidas de tono en lo posible ante sus casi dos metros de estatura y una humanidad fornida. No obstante, su diplomacia colabora para que uno pueda llegarle sin necesidad de banderas blancas. Así es Arnaldo Sialle, que dejó su nombre tallado en el bronce en barrio Jardín con aquel ascenso a la B Nacional en 2013, quien a esa epopeya le agregó otra hazaña, al romper una racha contra Belgrano por Copa Argentina ese mismo año, militando en dos categorías inferiores y con un equipo alternativo. 

“Cacho” fue el DT que más tiempo duró en esa silla eléctrica que suele ser el banco de suplentes con el buzo de DT  de Talleres, solamente superado por Frank Kudelka y Ricardo Gareca en la nueva era en este milenio. Tiempos de quiebra de un club administrado por la Justicia y el órgano fiduciario, con más noticias en las páginas de Tribunales que en las deportivas, durante la gestión del Fondo de Inversión.

Casi tres años de actividad permanente y constancia le otorgaron legítimamente un derecho casi de ciudadanía perdurable en barrio Jardín, un afecto imborrable no solo en su corazón sino también en el hincha, que lo recuerda con cariño. 

No era fácil involucrarse emocionalmente con Sialle. No era de sonreír demasiado, imponía espacio y distancia, además de no disfrutar demasiado del contacto de la prensa. No era eufórico en las victorias y en las derrotas no parecía aconsejable salir a “torearlo”. No por odioso, sino por su perfil bajo que se confundía con seriedad, aunque nunca fue inaccesible, eventualmente claro está para algunas visitas a programas de TV o alguna entrevista espontánea.

Sin embargo. todos lo tienen como una persona abierta al diálogo en Talleres, con accesibilidad al disenso y a las críticas, siempre cuando haya fundamentos en ellas. Y claro, como todo romance, muchas veces las incógnitas surgen a la hora de la ruptura. En este caso no fue divorcio pero entre una lesión personal (rotura de tendón de Aquiles) y la inestabilidad de la campaña allá a fines del 2013 le dieron corte definitivo a una relación duradera, que no fue impensada en ese contexto de histeria, aunque con algunas respuestas que siguen sin aparecer por la trayectoria que había forjado en la entidad. 

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Como hombre de códigos, “Cacho” no emite ni una palabra de más. No critica. No polemiza. Por el contrario, lo invade la gratitud al hablar de Talleres, como olvidando aquella salida abrupta que terminó desembocando con el Albiazul otra vez al descenso y al ostracismo de la B Nacional. 

“En Talleres no tengo momentos malos. Es todo positivo. Viví momentos increíbles, situaciones imborrables en mi mente y mi corazón. Solo tengo agradecimiento para esos colores”, puntualiza Sialle desde el otro lado del teléfono, pero con una sonrisa que se dibuja imaginariamente de este lado, a pesar de su habitual gesto adusto. Desde su Rosario natal habla de la Champions League mientras prepara su retorno a Jujuy, ya que dirige al comprometido Gimnasia, al que solo dirigió un partido hasta la llegada de la cuarentena por riesgo de Covid-19.

“Me veo todos los partidos, sin descanso. Noto que en esta Champios League se juega mucho con línea de tres en defensa, tomando riesgos. No parece fácil pero lo manejan bien, uno mira para aprender. Espero en unos días irme a Jujuy. Sigo en Rosario, ya estamos ansiosos por volver a los entrenamientos”, confesó, para después darle lugar a su paso por Talleres. 

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4 Ascensos del Argentino A a la B Nacional logró Arnaldo Sialle: Independiente Rivadavia (2007), Brown de Puerto Madryn (2012), Talleres (2013) y Mitre de Santiago del Estero (2017) 

Entonces, le cuenta a La Nueva Mañana, casi sin respirar pero sin deseo oculto de polemizar: “Talleres en ese entones no era el Talleres de hoy. Teníamos muchísimas presiones, cada partido se vivía como una final, era la responsabilidad de todo equipo grande. Entendí muy bien ese proceso, por eso no tengo rencor a nadie ni ninguna charla pendiente. Se tomaron decisiones y cuando la determinación ya está tomada, no hay más nada que decir. No soy de pedir explicaciones”.

Y agrega: “No me quedó la espina de nada. Volví a hablar con los dirigentes después pero ya está, es algo que no me suma”.

- ¿A qué se refiere?

- No pasa nada. La verdad viví tantos lindos momentos que no me quejo, me quedo con lo lindo. Pasaron otras cosas que me las guardo para mí, me las llevo a la tumba porque decirlas ahora tampoco sirve de mucho. Hay que superarlo. Si yo estoy de acuerdo o no, es un tema secundario.

Recuerdos de aquel tiempo

Ante esa definición, inevitable fue la consulta sobre aquella salida después de perder contra Villa San Carlos de visitante, con el equipo con promedio en rojo después de tanto esfuerzo por ascender, tambaleando en la categoría después de cuatro años en el infierno.

Vale aclarar que en ese entonces Sialle se encontraba con vendas y muletas, recientemente operado de una rotura del tendón de Aquiles en un entrenamiento informal, jugando pata-tenis con sus dirigidos. Ya no asistía a los partidos, lo hacía su ayudante de campo Héctor Chazarreta al dominio del grupo, situación que cada vez le hizo perder más fuerzas. Cuando los resultados no aparecieron más, se quedó con la amarga sensación de no haber podido entregar todo en ese crucial momento. 

“A los meses, a los pocos partidos de mi salida (N. de R.: lo reemplaza Darío Forestello y luego Jorge Ghiso), me volvieron a contactar de Talleres. Ya fue, no quiero decir nada, y a esa charla me la guardo. Te repito que para mí fue un honor dirigir a Talleres tres años, con todo el profesionalismo y con un campeonato ganado que fue histórico. No volví a la cancha, tengo contactos con algunas personas, pero nunca se podrá borrar el afecto que tuve del hincha en esos días, que dura hasta hoy”. 

- Entonces, ¿qué ocurrió con tu salida? ¿Te falló alguien? 

- Nooo eso por favor acláralo. Al contrario, uno sabe que esta profesión tiene muchos vaivenes y hay que estar preparado. Son las reglas del juego, uno las acepta y si no está cómodo con ese escenario, no la va a pasar bien. Ser DT de Talleres tiene sus riesgos pero nunca lo vi de esa forma. Mi salida se dio natural. Incluso estaba en plena rehabilitación de la pierna y quizás no llegaba en condiciones para dirigir la pretemporada. No era lo mismo dar indicaciones por teléfono y ver los partidos por TV o la “compu”. Es mucha la impotencia. Talleres necesitaba otra cosa según me notificaron los dirigentes, y lo entendí. Y no chisté. Cuando la decisión está tomada no hay mucho para hacer. Saludé, agradecí y me fui. 

- Igual, llamó la atención, no tuvo la banca o a lo mejor consideraron que fue un ciclo cumplido… 

- Efectivamente, cada partido, cada temporada, cada exigencia conlleva un desgaste y eso ocurrió conmigo. Había que tomar una decisión y eligieron mi salida. Todo bien. Soy entrenador y soy consciente de los entretelones de cada dirigencia y de los manejos que tiene el fútbol. Nada más. 

- ¿Qué le faltó a ese plantel? 

- A decir verdad, dimos todo. Llegué a un Talleres en 2012 fuera de la zona de clasificación (N. de R. llegó tras el despido de José María Bianco) y encima pasamos a la fase siguiente. Al otro año armamos un gran plantel, le sumamos experiencia con Gonzalo Klusener, Diego Chitzoff, Nelson Benítez, Javier Villarreal y metimos una campaña tremenda. Ascendimos con toda la gloria. En la B, quizás nos faltó experiencia, se retiró Villarreal, pero no creo que haya sido ese el punto débil. Estábamos equilibrados. 

- Y llegó el Centenario, ¿se reprocha algo de ese día? Quedó en el ambiente flotando la sensación de que descuidaron el partido de Instituto.  

- Sí, lo descuidamos. Todos estuvimos de acuerdo. Se festejaban los 100 años del club y era una ceremonia inolvidable. Encima empezamos a jugar tarde, casi a las 12 de la noche, a lo mejor no descansamos bien, y a las 48 horas enfrentamos a Instituto. Un partido raro, lo perdimos en la última jugada después de que Sánchez Sotello metiera un tiro en el palo que cruzó toda la línea del arco.

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“No me gustaba mucho hablar con la prensa, prefiero que eso quede para los jugadores, los verdaderos protagonistas. Si pierdo estoy 24 horas mal y se me pasa, y si gano, ya estoy pensando en el próximo partido. Así soy yo, un  poco frío de sentimientos después de los partidos”. 

- Distinto fue el abordaje contra Belgrano por Copa Argentina… 

- Sí, es cierto. Ese fue uno de los partidos más resalto de mi paso por Talleres. Era 2013, priorizamos el duelo con Sportivo Belgrano que venía a continuación, y solo (Gastón) Bottino y (Rodrigo) Cháves de los titulares salieron a la cancha. Y Klusener por estar sancionado. Belgrano venía siendo protagonista en Primera, puso mayoría de sus iniciales habituales y terminamos festejando nosotros. Es la alegría que más me remarca el hincha. No lo entregamos, estuvimos convencidos y terminamos festejando. Ese partido nos dio confianza e impulso para seguir creyendo, fue como autoestima y combustible para cumplir el objetivo de ascenso. 

- ¿Qué sensación te queda? 

- Nada, sigo a Talleres siempre, por TV, pero no volví a verlo en la cancha, con muchos jugadores me escribvo. Pero en serio, ya pasó, me gustaría ir a verlos, algún partido, tengo gran recuerdo. Y los hinchas conmigo también, la filial de Talleres de Rosario lleva mi nombre, así que imagínate el honor de ese homenaje para mí. 

- ¿Estás al tanto de su presente? 

- Pero sí, más vale. Es muy digno, muy elogiable lo que está haciendo su presidente Andrés Fassi. Fue lindo contribuir con parte de ese progreso. Ahora está en las Copas internacionales y en Primera sin riesgo de descenso. 

- ¿Hablaste con Fassi alguna vez? 

- Sí, hace dos días, dialogamos de un jugador de Talleres que me gustaría traer a Gimnasia. 

- ¿Quién es? 

- No voy a decir nada, acordate que nunca cuento las cosas que hablo en intimidad. Ya se van a enterar, a lo mejor, pero nunca de mi boca. Soy un hombre de códigos. 

 

 

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