Se fue el “Turco” Wehbe, el último bohemio del relato 

El relator deportivo falleció a los 63 años a causa de un ACV, pero su legado sigue más fuerte que nunca. Un romántico que enamoró a todos desde el parlante de una radio.

Córdoba 13/08/2020 Federico Jelic Federico Jelic
Wehbe
Osvaldo "Turco" Wehbe falleció este jueves a los 63 años de edad como consecuencia del ACV que sufrió hace unos días. Foto: gentileza.

“AAAAAhhh turquito, turquito, turquito, turquito, turquito Wehbeeee”, fue la cortina en voz de Carlos "La Mona" Jiménez que armó la presentación del programa “Pasión Deportiva”, que magistralmente Osvaldo “Turco” Wehbe supo llevar adelante con pasión, esa misma llama que hoy se apagó cuando el corazón del eximio y excelso relator dejó de latir.

Un ACV isquémico fue la excusa por la cual desde arriba lo mandaron a llamar, quizás cuando no se habían cumplido los 90 minutos pero lo mismo ya había dejado todo en cancha, como para ser figura del partido de la vida y ser tapa de todas las revistas. Porque la sensación es esa: los bohemios nunca mueren. 

Es que si de algo no se puede reprochar ni discutir, es que Wehbe se fue de la cancha rumbo al túnel sin dejar pendientes. Su despedida tuvo epicentro en su Río Cuarto natal, haciendo lo que más disfrutó, con ese idilio imbatible que tuvo con el periodismo, el relato y el romanticismo del deporte. Porque además de esa inconfundible voz del relato, con su ADN particular y metáforas singulares que empleaba para describir el retazo del partido más aburrido para convertirlo en atracción permanente, marcó una escuela. O mejor dicho, un estilo, un camino para transitar la vida y la profesión que contaba con sus licencias pero sin dejar ningún ápice de profesionalismo en cada paso.  

Y no le quedó nada en el tintero, como aquel goleador que en su colección exhibe goles a todos los rivales grandes y sumando conquistas en los estadios más emblemáticos, como también en los más humildes. 

El “Turco” fue inspiración de una generación, una invitación a soñar a través de un parlante, un cómplice del micrófono que nos trasladaba a lugares impensados como si viajásemos en el tiempo y en otra dimensión, situándonos en primera persona  en cualquier evento, solo con escuchar sus mágicas palabras. 

Conoció  las polvorientas canchas del interior provincial una por una, recorrió el mundo, relató en mundiales, fue testigo de epopeyas deportivas de toda naturaleza, todo eso sin perder su esencia de hombre mortal. Con la misma pasión encaraba el relato de un partido común de su equipito, Municipal de Río Cuarto, que una final de su San Lorenzo amado, o de la Selección Argentina, sin escalas.

Quedará en el recuerdo aquel “el humo de los choripanes indica que es hora de la cena en Alberdi” o el inigualable “gran pase en profundidad que hace correr al juez de línea” como recortes de una narración que no dejaba ningún detalle, todo con su particular lente callejero de barrio. 

Y de esa hay miles, como cuando le cortaron una transmisión en Río Cuarto al transmitir arriba de un camión y que con el descontento del resultado parcial, el chofer puso primera para llevarse la improvisada cabina montada en el techo del vehículo y de esa forma silenciar la narración.  

Tenía apenas 63 años. ¿Por qué ahora, che, maldito destino? ¿Qué te pasa? Y bueno, a decir verdad, mientras uno le busca respuestas imposibles, razones ante tanta injusticia, solo queda decir que los designios del Señor son inescrutables.

Frase que no sirve para el consuelo de ninguna manera pero pone un manto de realidad al hecho de que todos somos mortales y mientras podamos, aprovechemos lo que queda del segundo tiempo para seguir disfrutando la vida, amando lo que hacemos, viviendo sin esperar el tiempo de descuento.

Porque a decir verdad, en el caso de Wehbe la satisfacción que queda flotando en el ambiente es que las había pasado a todos. La vida de estudiante de abogacía que soñaba con relatar, el que nunca dejó de mirar el costado oculto de las historias, que no dejó atrás a su barrio y al fútbol chacarero y con eso armó su personaje inmortal, ese que con un auricular  y un micrófono dejaba un legado perpetuo, que en cada gol encendido en su garganta logró traspasar fronteras de hierro, con un contagio inmediato y frenético  que nunca será indiferente.  
Es así, el Osvaldo es su pasión, el Osvaldo es su emoción”, continúa la canción de apertura de su programa deportivo televisivo que lo pinta en vida. Seguro ahora con el gran Víctor Brizuela desde arriba conformarán esa dupla que enamoró a la comunidad futbolera cordobesa, como cuando se volvieron del mundial de Francia ’98 en virtud de estar presentes en la final de Talleres-Belgrano, y antes del pitazo final, regresar a acompañar a la Selección Argentina en la aventura por el país galo. Porque ante todo estaba la identidad y el aprecio por su público cordobés como prioridad absoluta. 

Como fue de querido el “turco” si hasta conquistó corazones en Buenos Aires. Por eso el llanto generalizado por los cuatro puntos cardinales, con mensajes de apoyo y rezos de todos los colegas, porque si en algo era bueno Wehbe era en hacerse querer, comer asados y relatar fútbol. Ahí era campeón del mundo. Y su vacante deja más una sonrisa que una lágrima, por algo será… 

Córdoba lo despide con amor y nostalgia, como hijo pródigo, Río Cuarto pudo disfrutar sus últimos suspiros, pero la radio lo hizo eterno.  Todos seguiremos tratando de sintonizarte mientras movemos con paranoia la ruedita de la radio. Estoy seguro que en algún movimiento creeré escuchar tu voz aunque sea una última vez, que a la vez, será la de siempre. 

Últimas noticias
Te puede interesar
Lo más visto