Saltos del Moconá, un espectáculo único en el mundo

Una visita al increíble parque provincial misionero que cuenta con caídas de agua de tres kilómetros de extensión, ubicados en la Reserva de Biósfera Yabotí, un área de selva protegida.

Turismo 28/02/2020 Vanina Boco
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El Parque Provincial Saltos del Moconá se encuentra a unos 300 kilómetros de la ciudad de Posadas. Fotos: Vanina Boco

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Especial para La Nueva Mañana

La provincia de Misiones tiene su ícono turístico máximo que son las Cataratas del Iguazú. Reconocidas como una de las “Siete Maravillas del Mundo” y declaradas “Patrimonio Natural de la Humanidad” se llevan toda la atención y el flujo de visitantes que ingresa a la provincia solo para conocerlas y seguir viaje hacia otro destino. Pero la provincia cuenta con lugares increíbles, donde se puede observar la selva y otras caídas de agua de menor envergadura, que merecen ser visitadas.

¿Cómo llegar?

El Parque Provincial Saltos del Moconá se encuentra a unos 300 kilómetros de la ciudad de Posadas, en la región centro este de Misiones. Para llegar hasta allí se puede ir en auto, atravesando las ondulantes rutas que se dirigen hacia El Soberbio y desde esa localidad restarán otros 70 kilómetros aproximadamente para arribar al Parque.

En colectivo desde Posadas, el viaje dura unas cinco horas, hasta la localidad de El Soberbio. Una vez ahí, por una cuestión de coordinación de horarios del transporte, conviene buscar alojamiento en el pueblo o en el paraje cercano llamado Puerto Paraíso para programar el viaje hasta los Saltos. Desde El Soberbio, todos los días a las ocho de la mañana sale un colectivo hacia el Parque que regresa a las cinco de la tarde, dando el tiempo justo para realizar una visita completa y tranquila a todas las atracciones del lugar.

Una recorrido por el parque

Ubicados en la Reserva de Biósfera Yabotí –un área de 253.773 hectáreas de selva protegida–, los Saltos del Moconá son el punto central de esta zona. Son únicos en el mundo ya que surgieron de una falla geológica que realizó un corte longitudinal sobre el río Uruguay, entre las desembocaduras de los arroyos Pepirí Guazú y Yabotí (del lado argentino), y los ríos brasileños Serapiao y Calixto. A esto se debe el origen de su nombre que en lengua guaraní significa “el que todo lo traga”.

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Para ingresar al parque hay que pasar por un puente bajo, este dato es sumamente importante porque si se registraron lluvias, el agua puede taparlo y resulta imposible ingresar. Por lo que un rato antes de planear la visita, conviene buscar información para corroborar si el acceso está habilitado. A unos pocos kilómetros del puente, se encuentra el Centro de Visitantes y el restaurante. La única manera de poder ver los Saltos es haciendo el paseo en lancha que ofrecen en el parque, cuesta 650 pesos para turistas de otras provincias y da un acceso total al lugar, donde además se puede hacer senderismo. 

Para arrancar, comencé por hacer el sendero Chachí que en cuestión de minutos me mostró la selva en todo su esplendor: un agutí alimentándose en el camino, distintas aves jugando a camuflarse y enormes árboles siendo enroscados por otros. La magia de la selva despertó mis sentidos, caminé silenciosamente y atravesé un conjunto de helechos arborescentes, un añejo árbol de cañafistola de unos 12 metros de diámetro, y llegué hasta el mirador que da una primera aproximación a los Saltos. El río Uruguay permite divisar la falla en su curso, pero no deja ver la caída del agua. Del otro lado, se observan las costas de Brasil.

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Después de esta primera vista, no pude contener la ganas de vivir ese espectáculo, así que me dirigí hacia el embarcadero. Desde el margen del río aún no se puede ver nada, solo se escucha el bramido del agua. Una vez en marcha, la vista es imponente: un cañón de tres kilómetros de largo por donde el agua cae estrepitosamente. El comandante de la embarcación nos acerca a los saltos y se puede sentir la fuerza y la magnitud de estos. El paseo dura unos 20 minutos, pero parece un instante. Una experiencia única que refleja lo maravilloso de la naturaleza.

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Para completar la visita al parque, solo me faltaba conocer el sendero de La Gruta y allí me dirigí por un camino en descenso que me iba internando en el monte. Aún no había llegado al final del trayecto cuando un guardaparques se acercó corriendo para avisarme que había que evacuar el Parque porque el arroyo de la entrada estaba creciendo e iba a cortar el puente de salida. Con la decepción de no poder completar el recorrido, pero con la urgencia de salir de allí, terminé abruptamente mi visita a los Saltos del Moconá. Un paseo que recomiendo hacer para sentir la inmensidad y la riqueza de la selva misionera.

Tal como canta el gran músico Ramón Ayala:

“¿Qué tienes mi tierra roja que a todas partes te llevo?”, Misiones se te queda en los sentidos, en la piel y hasta en el calzado que vuelve teñido de rojo. Esta provincia te envuelve con sus misterios y solo te deja ganas de regresar. 

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