Historias de camisetas: Los regalos del Pato

Recuerdos múltiples sintetizados en una camiseta con una historia particular y protagonistas especiales. Un técnico inolvidable, Talleres y la época dorada, y un hermano que ya no está.

Deportes 30/08/2017 Juan Manuel del Campillo
Historia-camiseta

chapa_ed_impresa_01

... Contábamos que una camiseta te puede traer a la memoria un jugador, un gol, un plantel, una campaña, incluso un técnico. Pero en este caso, el recuerdo es un hermano que ya no está.

Diego Espinosa, corredor inmobiliario, atesora una pieza de colección. Una camiseta de aproximadamente 37 años, aquellas de las tiras azules y blancas cosidas entre sí, una verdadera artesanía. La forma y la circunstancia en que fue obtenida la hacen muy especial para Diego y su familia.
Talleres atravesaba uno de los mejores momentos de su historia, el famoso equipo del 77 no había sido desmantelado, y había mantenido a sus principales figuras. Se habían sumado algunos otros jugadores de jerarquía y un técnico que dejó un recuerdo imborrable.


Corría el año 1980 y Hernán Espinosa, más conocido como Mochi, a sus 9 años se quebraba una pierna en alguna de sus travesuras. En aquella época, para soldarte los huesos te ponían durante meses unos yesos enormes, y Mochi lució uno que le abarcaba su pierna izquierda de punta a punta. Su padre, para aliviarle la pena, no tuvo mejor idea que llevarlo a la Boutique de Barrio Jardín para que Mochi viera en vivo a todo el plantel de Talleres y aprovechara para sacarse un par de fotos.


José Omar Pastoriza, técnico de aquel Talleres, al ver a Mochi con su yeso a cuestas, decidió llegarse hasta la utilería y retirar una camiseta al azar para regalarle al niño al que se le iluminaba la cara. El número 5 pertenecía a José Orlando Berta, un gringo metedor que jugó 62 partidos con la albiazul entre 1979 y 1980 convirtiendo un gol.
Así Mochi, con la camiseta en sus hombros, logró también fotos con el Loco Willington, La Pepona Reinaldi, Luis Galván, el Hacha Ludueña, el Mono Guibaudo, el Tigre Bravo y el propio Pastoriza.
Los nombres asustan. La calidad técnica de aquel plantel nunca pudo ser ni siquiera alcanzada de cerca. Y la pose con la sonrisa de Mochi también habla de otras épocas, donde los jugadores podían tener otro tipo de acercamiento con los hinchas sin tanto vedetismo, ni corralito, ni todos los obstáculos que tendría ahora un pibe en las mismas condiciones. Era apretar un par de veces el botón de la máquina de fotos, sentir el ruido, esperar que se llenara el rollo, llevarlo a revelar, dejarlo unos días y recién buscarlo y encontrarse por fin con las imágenes. Un proceso que podía llevar semanas o meses, sin la inmediatez de la selfie actual, pero que a la foto en papel le daba una valoración especial y nos permiten disfrutarlas más de tres décadas después.


La camiseta no tiene marca. Piqué grueso, tiras cosidas, el azul bien oscuro y una particularidad para la época: la espalda es totalmente blanca, sólo alterada por el número 5. Es un modelo anterior a la camiseta Adidas que Talleres empezó a usar meses después por más de una década. Las publicidades todavía no manchaban los colores tradicionales, pero estaban muy cerca de hacer su aparición.
Diego Espinosa guarda la camiseta que perteneció a su hermano Mochi, y lo recuerda todos los días de su vida. Ya no la usa para jugar al fútbol con sus amigos, ya que algún tirón alguna vez le produjo un par de puntos de zurcida.
La guarda como uno de sus trofeos más preciados y se la muestra a sus tres hijos con los que siempre va a la cancha. Y Mochi, que ya no está, se las ingenia y de alguna forma siempre los acompaña.

Tapa Edición Impresa

Seguí el desarrollo de esta noticia y otras más,
en la edición impresa de La Nueva Mañana
 
[Desde junio en todos los kioscos de la capital de Córdoba]


Últimas noticias
Te puede interesar
Lo más visto