El recuerdo de Martín Gorocito: Su familia, el golazo y la pérdida

La familia de Martín mantiene inalterable y eterno el amor a su hijo, que falleció en un accidente automovilístico hace 17 años. Autor de uno de los tantos más recordados a Belgrano con la camiseta albiazul, por primera vez acceden a contar su historia después de la tragedia.

Deportes 24/08/2017 Federico Jelic
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Fotos: Diego Roscop

Hoy tendría 40 años, quizás todavía en actividad en algún equipo regional o armando sus primeras armas para dirigir. Pero el destino no siempre es afable y los designios del Señor son inescrutables, como le pasó a la familia Gorosito, un 21 de mayo del 2000. Martín, el futbolista, el tercero de cuatro hermanos, a los 23 años fallecía en Capital Federal en un accidente automovilístico, provocando dolor en ámbitos de barrio Jardín y en todos los que lo conocieron/disfrutaron, en Quintas de Argüello y alrededores. Había quedado en libertad de acción en Ferro Carril Oeste, su último club, mientras esperaba una propuesta del fútbol mexicano.
“¿Usted es algo del Gorocito que jugaba en Talleres? “¡Que golazo le metió a Belgrano!”, es la frase más escuchada y repetida por sus seres cercanos. Sus padres Roberto y Mirta sonríen con nostalgia y alegría cuando repetidamente les consultan al respecto, sean hinchas del albiazul o de otro color. Es que el tiempo ayudó a aceptar la más dolorosa de las pérdidas, manteniendo latente el amor y el recuerdo de aquel pibe que jugaba a la pelota en la plaza al frente de la casa, y que apuntaba con sus pegadas a las botellas de plástico que colocaba en el parante de arriba de las hamacas, imaginado como travesaño, corriendo de un lado a otro cuando se pasaba. Por primera vez, los padres acceden a abrir las puertas de su casa, a contar su historia, después de aquella desdichada jugada del destino, y el privilegio fue para LA NUEVA MAÑANA.

“Le gustaban el cuarteto, los animales, la actividad física y juntarse con sus amigos. Amaba los fogones y jugar al truco. Acá se quedaban a dormir la “Chancha” (Daniel) Albornós y Rodrigo Astudillo muy seguido. Recuerdo que Astudillo le tenía miedo al gato de Martín, el famoso “Puchín”, porque andaba por todos lados de la casa, así que lo teníamos que esconder cuando él venía”, cuenta Mirta mientras enseña fotos de su infancia, y los trofeos que guarda en la que era su pieza, que compartía con sus hermanos Fernando, César y José. Los recortes de diarios y las medallas cuelgan de las vitrinas que se conserva como homenaje. En la pared figura encuadrado un poema que le dedicaron sus amigas Vanina Zuttion y Cecilia Delucio, titulado con una frase que ablanda al más reacio: “Tu lugar quedó vacío, estamos esperando que vuelvas”.

Profesional y dedicado

“Era muy comprometido. Se alimentaba con bifes y pastas, más algún suplemento vitamínico. Se volvió cuatro días antes del viaje de estudio en Bariloche para la pretemporada. Lo habían llamado del club y se fue a jugar un torneo a Río Cuarto. Se tomaba dos colectivos para ir a entrenar, no faltaba nunca ni cuando era niño”, rememora Roberto, enseñando los premios que recibió en Sunchales y Chile por ser figura de esos campeonatos. Fragmentos que la memoria no deja prescribir.
Y pocos saben que resultó ganador del campeonato de “jueguito” que históricamente realizaba el programa “En Equipo” de Canal 10, del que participaban niños de todos los clubes. “Hizo 1643 jueguitos y le tuvieron que pedir que terminara porque sino seguía hasta la noche”, ríe su padre con orgullo junto a los tesoros conservados en su retina afinada. “A la noche fue a buscar el premio y con los vecinos lo trajimos en el techo del auto, un falcón, con una bandera y a los bocinazos”, agregó.

El golazo a Belgrano

En su infancia y adolescencia en club Banco de Córdoba cosechó sus primeras experiencias que pudo después cristalizar en Talleres. Inevitable es referirse a aquel golazo en el clásico ante Belgrano, en el ’98. De afuera del área, una volea tras un despeje defensivo metió la pelota en el ángulo de Ragg. De los goles más festejados por la hinchada albiazul, que todavía seguía sin torcer su racha contra el clásico rival. “Ese día casi me infarto-añade Roberto- Yo no sabía quién lo había metido, hasta que el papá de Albornós me dijo que había sido Martín. Me quedé sin aire y me desmayé, pero a los 10 segundos seguí gritando el gol”. Sus otros hijos, en la tribuna de enfrente, reconocieron en el acto que aquel hombre desplomado era su padre. Antes le había convertido a Douglas Haig en Pergamino, un calco de aquella conquista al “Pirata”. Y claro, la pegada era la mayor virtud de aquel volante derecho o izquierdo que regaló también otras joyas, como la volea de zurda ante Colón y otro a Racing, en el primer partido tras el ascenso. “Ese día no pudimos ir a la cancha porque teníamos un casamiento y lo grité con todo en la iglesia, en el medio de la misa. Me fui afuera con la radio y me seguía la gente para cantarlo conmigo”, continúa la anécdota el Gorocito padre.

Del colegio y los amigos

Nunca se llevó una materia en los cinco años de escuela Secundaria, con asistencia perfecta. Cumplió hasta el segundo año del profesorado de Educación Física.

Era muy querido por todos sus amigos del colegio Ricardo Rojas, al punto que el mismo año de su injusta partida, todos sus compañeros de curso fueron a pasar año nuevo con la familia Gorocito. “La maestra en la Primaria me comentaba en la libreta que era muy absorbente, que asumía como propios los problemas de sus compañeritos”, aporta su progenitora.
Hasta el momento, nadie de Talleres volvió a comunicarse con ellos. Ni tributo, ni recuerdo, ni nada. “Martín era amigo del fotógrafo Juan Faner. Una vez propuso que el vestuario del predio o La Boutique lleve su nombre. Yo me conformo con menos: que lo recuerden como lo hacemos nosotros”, cuentan. “Soy voluntaria en el Centro de Jubilados de Quinta de Argüello y el mes pasado me tocó atender a la madre de (Andrés) Fassi, que vive cerca, en el barrio. Me dio cosa contarle que soy la madre de Martín, si seguramente no lo debía haber conocido”.

Camino al andar

Gorocito después de Talleres buscó otros rumbos. Debutó con Ricardo Gareca, alternaba en la formación, y después el empresario Marcelo Simonian adquirió el 85 por ciento de su pase. Lo llevó a préstamo a Ferro, y esperaba alguna oferta de México para que siguiera su camino. Cuando ocurrió lo peor, Simonián se acercó a la familia para ayudar económicamente. Los Gorocito pudieron completar las cuatro cuotas que restaban de un departamento que Martín había empezado a pagar, aunque perdieron otro ubicado cerca de la terminal de ómnibus, con cheques sin fondo que se perdieron en la quiebra de Talleres. Tiempos donde el empresario Jorge Petrone cubría los desfalcos financieros al ex presidente Carlos Dossetti. “Nadie de Talleres en ese entonces vino a hablar con nosotros de ese tema. Vinieron sus compañeros, vino Gareca también, pero de los dirigentes, nadie apareció”, cuenta desilusionada su madre. Nunca más nadie llamó, ni recibieron consultas de la prensa. Se desahogan por primera vez, ya con la frustración convertida en aceptación.
Quien se portó correctamente fue Sergio Marchi, Secretario de Futbolistas Argentinos Agremiados. Hizo las gestiones pertinentes para que cobrara el sueldo adeudado de Ferro. Algo es algo.

El día menos esperado

La familia Gorosito recibió el inesperado e infausto llamado un domingo al mediodía, antes del almuerzo. Su padre no ocultó nada al resto y directamente se dirigió al aeropuerto. La colaboración de sus vecinos fue inconmensurable, de la mano de “Patalín” (Gabriel Lencinas), quien armó una colecta para pagar los pasajes aéreos y ese mismo día pudieran acompañar los restos de Martín. En el aeropuerto se encontraron con el plantel de Belgrano, quienes le dieron el sentido pésame, sobre todos dos conocidos de su hijo: el doctor Julio Ferreyra y Javier Villarreal.

Los Gorocito ahora se han acomodado, emocionalmente sobre todo, y aunque lo siguen echando de menos, figura perpetuo dentro del corazón. Por eso en la casa los adornos son relacionados a sus logros, con fotos que van desde los juveniles hasta en Primera. Es mucho más que un consuelo saber que su legado humano supera al futbolista. Lo más valioso de la entrevista fue escucharles atentamente, mientras las anécdotas invariablemente fluían, pintadas con el color del amor paterno, ese que perdura sempiterno hasta el fin de los tiempos. De todas formas, hay un dejo de orgullo cuando los frenan en la calle, en el médico, en el hospital, en la panadería o en el CPC y les endulzan el ánimo recordando a Martín, con el enaltecedor: “¡Qué golazo le hizo a Belgrano, ¿no?”.

La sobrina fanática

Fernanda Gorocito es su sobrina, la más fanática de la familia, hija de Fernando, el mayor de los hermanos. Es la que siguió su legado del ritual de la cancha, porque sus padres nunca más pudieron volver después del accidente. Sea por rechazo o sensaciones encontradas, incluso apenas pueden ver los partidos por TV. “Yo soy fanática y he ido a la cancha hasta en muletas. Es como un reencuentro con mi tío”, relata la sobrina especial, que apenas tenía 4 años cuando Gorocito pasó a la posteridad. Conserva con pasión una foto en La Boutique, con apenas meses de vida en los brazos de Martín, antes de algún partido oficial. Hoy es la que más hace valer su nombre en redes sociales, con videos y fotos, como para que nadie se olvide. “Todos me preguntan siempre qué relación tengo con Gorocito. Me sorprende el cariño que le tienen los hinchas, porque yo no lo pude ver jugar. Pero tengo todos sus partidos en video”, resaltó, inflando el pecho.

Mi hijo se llama como mi mejor amigo

(*) Rodrigo Astudillo

Se me llenan los ojos de lágrimas y nostalgia a recordar a mi amigo Martín Gorocito. El fútbol te deja muchos compañeros, pero amigos, el mejor fue Martín. Lo tengo tatuado y también mi hijo lleva su nombre, en homenaje a quien fue y es mi mejor amigo.
Tenía mucha actitud de vida, era feliz y muy jodón. Como yo soy de Jesús María me quedaba mucho a dormir en su casa, después de entrenar. Dormíamos en una cama cucheta. El desgraciado siempre me metía su gato en mi cama, y yo les tengo terror, así que tenía andaba a los saltos cada vez que me acostaba (Risas).
Tuvimos miles de historias juntos, en la cancha, en juntadas, en salidas y muchas otras aventuras que no podemos contar (Risas). Lo más destacado de Martín es que siempre estaba ocupado en ayudarte, en buscar una solución cuando uno tenía un problema. Siempre dando una mano cuando uno lo precisaba. Indispensable. Tenía un corazón gigante. La última vez que lo vi fue en su casa, en Pascuas. Ya estaba cada uno en su rumbo futbolístico pero seguíamos en contacto. La vida es dura cuando uno menos se da cuenta.
Siempre tengo presente a sus padres, les debo una visita, pero que tengan en claro que nunca me olvidé de ellos ni de sus hermanos. Y mucho menos de Martín. Lo tengo en mi piel, en mi corazón y mi hijo me recuerda todos los días de su ser.

(*) Delantero de Talleres, compartieron
10 años en inferiores con Gorocito

Ya volveremos a tirar paredes juntos

(*) Daniel Albornós

Tengo los mejores recuerdos de Martín. Le decíamos “Gato” o “Pipo”. Su personalidad era muy humilde, solidario y bien para arriba. Disfrutaba la vida. Siempre te levantaba el ánimo con cualquier comentario. Su vocación de ayuda era permanente, tenía mucha vitalidad para vivir, raramente se lo veía de mal humor. Fueron 10 años juntos, en las inferiores, en el plantel de Primera, y todavía recordamos el gol que le hizo a Belgrano. Era dueño de una pegada tremenda a pesar de ser flaquito.
Siempre lo tenemos presente. Persona noble si las hubo, muy solidario, y quizás fue por eso que Dios se lo llevó arriba muy temprano.
Ya nos volveremos a encontrar. Con Astudillo, los tres, sea en el cielo o en otra vida, y vamos a tirar paredes en una canchita como antes. Vamos a meter un partido donde sea, nos vamos a divertir como hicimos siempre. Quedate tranquilo que te vamos a elegir en nuestro equipo, como toda la vida.

(*) Compañero de Gorocito 10 años en Talleres

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