10 años de Spinetta y las bandas eternas, aquel concierto maravilloso

El evento quedó grabado en la historia de la música nacional. Casi cinco horas y media en las que Luis Alberto Spinetta celebró 40 años de trayectoria. ¿Cómo fue?

Cultura 03/12/2019 César Martín Pucheta César Martín Pucheta
Spinetta y las bandas eternas Gentileza
Hace 10 años, Luis Alberto Spinetta celebró 40 años con la música con un concierto que quedó en la historia. Foto: gentileza

La noche del 4 de diciembre de 2009, los seguidores de Luis Alberto Spinetta parecieron tocar el cielo con las manos. Ese día, el músico les regaló algo que ni en los más esperanzadores deseos podrían haberse imaginado alguna vez. El músico del Bajo Belgrano había decidido reencontrarse con su viejo repertorio, reunir a todas sus antiguas formaciones y brindar un concierto en el estadio de Vélez para celebrar sus 40 años con la música. Hace exactos 10 años, Luis Alberto Spinetta se despachó con más cinco horas de concierto y logró emocionar hasta las lágrimas a más de tres generaciones reunidas en aquella fresca noche de Liniers.

Fueron 52 canciones que recorrieron prácticamente todas las facetas de la trayectoria del artista. Cinco horas frente a más de 37 mil personas. 40 años de historia sobre un escenario.

Spinetta comenzó el concierto con la que por entonces era su banda estable y las canciones del que fue su último disco en estudio (Un mañana, 2008). Mi elemento y Tu vuelo al fin (con Baltasar Comotto como primer invitado de la noche) abrieron el juego para un recorrido que se iba a volver eterno.

Para los que estuvimos allí, rememorar aquellos momentos puede resultar confuso, sobre todo cuando la emoción y la memoria conspiran para jugar una mala pasada. Pero es un esfuerzo que, con la ayuda de algunas anotaciones, merece la pena.

La presencia de todo el arco de tecladistas que pasaron por Spinetta Jade fue la primera parte de la gran seguidilla de conmociones que deparó el show. Ella También y Umbral (con Diego Rapoport) se llevaron el primer gran silencio atento de la noche, también las primeras lágrimas. Leo Sujatovich tuvo su actuación estelar con la interpretación de Maribel se durmió, Era de Uranio y Vida siempre, la performance de Juan Del Barrio en un coreadísimo Alma de Diamante (que había sido precedido por Sombras en los álamos) y el virtuosismo del Mono Fontana, presente en gran parte de la primera etapa del show, sirvieron para demostrar que los años parecían no pasar a pesar de que los allí presentes ya no éramos tan chiquitos.

Los encuentros individuales eran una sorpresa para muchos, así como también lo era un repertorio que tuvo puntos emotivos al traer a la luz una hermosísima versión de Mariposas de madera de Miguel Abuelo, que acompañada de El Rey lloró (Nebbia), la rapeada familiar de Necesito un amor (J. Martinez) y la sorpresiva aparición de Juanse para hacer ¿Dónde está la libertad? (Pappo) formó parte de la reivindicación histórica para la genética de la cultura rock en nuestro país. También hubo una gran versión de Filosofía barata y zapatos de goma (Charly García).

Entre los que subieron, entre loas y caricias permanentes, queda solamente para destacar reediciones de duplas muy festejadas por la historia y la representatividad que las enmarcan. Gustavo Cerati (Bajan y Té para tres), Fito Páez (Las cosas tienen movimiento y Asilo en tu corazón) y Charly García (Rezo por vos). Todos, con repertorio previsible y la ovación correspondiente.

Las palabras no alcanzarán nunca para intentar un acercamiento a lo que vino después del camino que abrieron Los Socios del Desierto (con Javier Malosetti ocupando el lugar del "Tuerto" Wirtz). Durazno Sangrando, con Machi Rufino haciéndose cargo de cantar medio tema, fue la punta de un repertorio fino, bien aceitado que sacó a la luz la virtuosidad que no se pierde con los años, como tampoco se esfuma la química del trío que se despachó con cinco ejecuciones de corte catedrático. Allí se sumaron Jugo de lúcuma, Lo que nos preocupa es esa abuela la conciencia que regula el mundo, Niño condenado y una versión de Amor de primavera para la cual sumaron a Lito Epumer.

La actuación de Invisible abrió lugar a la llegada de un remozado Pescado Rabioso, que tuvo a Guillermo Vadalá en el bajo, ya que David Lebón se hizo cargo de la guitarra. En el recuerdo, fue uno de los puntos más altos en cuanto a la elección del repertorio. Un reencuentro que quedó documentado en una película que se llamó Pescado Rabioso: Una Utopía Incurable y que fue dirigida por Lidia Milani

Cuando todos imaginaban que la fuerza iba a primar (estuvo presente con la triada previsible de Me gusta ese tajo, Despiertate nena y Post-Crucifixión) el arranque con Poseído por el alba y la virtuosidad de Serpiente, viaja por la sal, con un Carlos Cutaia al mango, sirvieron para dar la pauta de lo que se estaba experimentando arriba y debajo del escenario.

Lo dicho se puede ver en los registros del concierto. Habían pasado más de 35 años y Pescado Rabioso funcionaba como un relojito. Hubo tiempo, incluso, para un impasse emotivo con Hola, dulce viento y Credulidad. Así, Pescado fue la formación que más temas ejecutó en esa noche, en la que la brisa de diciembre se posaba sobre el Estadio de Vélez.

Para cuando llegó Almendra, la cancha se vino abajo. El concierto se aproximaba a las cinco horas de espectáculo y la emoción ya parecía no caber en ese jardín de gente que Spinetta estaba regando. Color Humano fue el primero. Luego, Emilio Del Guercio emocionó poniendo su voz al servicio de Fermín, a la que le siguieron A estos hombres tristes y Hermano Perro. El final estuvo deparado para un Muchacha a cuatro voces “peladas” (sólo acompañadas por la acústica de Luis), que terminó con una cerrada ovación que hizo coincidir la melancolía con el conjunto de reacciones psíquicas y espirituales que se multiplicaban de a miles.

Pero no todo terminó en el lugar en el que la historia empezó. Aún quedaba tiempo para más. Los bises agitaron el avispero con el regreso de la banda actual que interpretó 8 de Octubre junto a Ricardo Mollo, le siguió la hermosa Retoño y el cierre sumó los clásicos que faltaban: Seguir viviendo sin tu amor, Yo quiero ver un tren y No te alejes tanto de mí.

Al cumplirse diez años de aquel maravilloso e histórico concierto, este miércoles a las 20 en el Mercado de Alberdi (avenida Costanera y Mendoza), Jorge Kasparian, Lucas Fernández y Hernán Dardick, el fotógrafo de escenario de aquel mítico espectáculo, intentarán reconstruir la noche de las bandas eternas de la misma forma en que (humildemente) intentamos hacerlo con estas palabras.

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