Entrevista a Damián Rojas, ingeniero agrónomo y asesor técnico de la cooperativa Gallo Rojo, que produce huevos y pollos con un modelo comunitario y autogestionado.
Ed Impresa 18/10/2019
Andrés Acha
Saliendo de la ciudad de Córdoba por la ruta 36, al costado del peaje se entra por una callecita a Piedra Blanca, una comunidad en la que viven 60 familias dedicadas sobre todo a la producción de ladrillos y al servicio doméstico. Buscando alternativas para mejorar su calidad de vida, 15 de esas familias empezaron a trabajar hace siete años sobre educación, salud, acceso al agua y al trabajo y comenzaron a producir pollos y huevos para consumirlos, pero también para vender el excedente de la producción.
“Pensamos mucho para generar un modelo de producción cooperativo y comunitario que pudiera dar una respuesta laboral principalmente a mujeres rurales. En la cooperativa hay tres varones y el resto son mujeres. El trabajo autogestionado por parte de mujeres les permitió resolver problemas de género que tenían hacia adentro de sus familias, por depender del ingreso del marido. Las compañeras, al ganar plata para funcionar autónomamente, modificaron las relaciones de poder en la familia y eso es muy importante. Y este modelo sirve, además, para replicarlo en otras comunidades”, contó a La Nueva Mañana Damián Rojas, ingeniero agrónomo y asesor técnico de la Cooperativa Gallo Rojo.
“Empezamos con un esquema que era vender una parte de la producción para cubrir los costos. Producíamos 10 pollos, vendíamos tres y podíamos cubrir el costo. Los otros siete eran para autoconsumo. La primera tanda que hicimos fue de 14 pollos y llegamos a producir 1000 para Navidad”, contó Rojas.
Cuando en 2015 cambió el gobierno nacional y sospecharon que se iba a reducir el consumo, se volcaron a la producción de huevos porque “permite acomodarse a las variaciones del mercado y de costos de producción de una manera más sencilla”, dijo Rojas. “El día que ganó Macri pasamos a producir un 70% de huevos y un 30% de carne de pollo. La venta de huevos no necesita refrigeración y los podemos vender en ferias, algo que es imposible con los pollos que necesitan una logística más costosa para refrigerarlos y transportarlos. Tuvimos la visión de acomodarnos para sobrevivir con la venta de huevos, que se mantiene rentable”, dijo el ingeniero agrónomo.
–¿Cuánto producen y dónde venden la producción de huevos?
–Producimos 250 maples por semana, cada maple tiene 30 huevos, así que son 7500 huevos que vendemos en una semana. Desde hace tres años estamos en la feria agroecológica en la Universidad Nacional de Córdoba. El 80% de la producción la vendemos en la feria y el resto a través Orgánicos de mi Tierra, que funciona como una cooperativa y entregan en puntos fijos de la ciudad. Los vecinos también compran.
–En su Facebook dice que producen siguiendo los principios de “bienestar animal”, ¿de qué se trata?
–Fuimos desarrollando una forma de producción que no usa antibióticos, ni aditivos en el alimento, que es rentable a esta escala y eso nos llevó un desarrollo tecnológico y de capacitación. El bienestar animal se refiere a las condiciones de cría. No usamos antibióticos para la prevención ni para el control de enfermedades, trabajamos desde la técnica de la bioseguridad. Prevenimos la aparición de enfermedades. No poblamos de más los galpones: si en la industria se crían 10 pollos por metro cuadrado, nosotros criamos cinco. Los animales reciben radiación de la luz del sol, eso mejora su sistema inmunológico, limita el desarrollo de bacterias y enfermedades respiratorias. En la producción de huevos las gallinas tienen su patio de picoteo donde acceden al aire libre, que limita la difusión de enfermedades respecto a si estuviesen hacinadas en un galpón. La vida de los animales es más natural.
–Además de las tareas de producción y de administración de la cooperativa, también hacen trabajos en comunidad…
–Sí, hay quienes dan apoyo escolar a los chicos, otros preparan la copa de leche, hay quienes limpian el lugar, otros hacen el pan. Y además están las tareas de construcción, porque conseguimos financiamiento del INTA con el que construimos 16 galpones, uno al lado de la casa de cada productor. Eso se hace de manera cooperativa. Una vez a la semana se juntaban a construir el galpón entre todos.
–¿Cómo manejan la cuestión del acceso al agua, que no llega a la comunidad?
–Ha sido un problema porque comprar el agua es caro. Pero conseguimos financiamiento a través del INTA para hacer un sistema de acopio de agua de lluvia, y además capacitó a los trabajadores que construyeron las 15 cisternas de 16.000 litros de agua cada una. Tienen un sistema de canaletas en los techos que hace que con las precipitaciones de Córdoba se pueda acopiar agua para todo el año. Las vamos a usar por primera vez con estas lluvias. Además, el INTA ha contratado a algunos compañeros de la cooperativa para que capaciten a otros.
–¿Cuáles son los planes para el futuro inmediato?
–Esperamos avanzar en la producción de alimentos propios para los animales. Ya tenemos la maquinaria, aunque nos falta el capital para empezar producir a la escala que necesitamos, pero vamos a empezar de a poco. Independizarnos de la compra de alimentos balanceados sería un gran logro: da autonomía y genera puestos de trabajo. Otro desafío es con los jóvenes de la comunidad, que cuando empezamos tenían 10 años y ahora están terminando el secundario. Queremos que se sumen a la cooperativa. El desafío es armar unidades productivas nuevas que incorporen a los más jóvenes. Otro desafío es organizar el sector de la agricultura familiar a nivel provincial y nacional.
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