Puentes colgantes: vestigios de una obra centenaria que aún deslumbra

La antigua ruta, que se construyó para unir los Valles de Punilla y Traslasierra, es uno de los paseos más interesantes de las Altas Cumbres.

Turismo 23/04/2019 Vanina Bocco
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Este camino de los puentes colgantes –que va de Copina a El Cóndor– forma parte de la antigua ruta que se hizo para unir el Valle de Punilla con el de Traslasierra. Foto: Vanina Bocco.

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Especial para La Nueva Mañana

Los fines de semana largos dan la posibilidad de planificar viajes o, en épocas de crisis, con suerte se suele planear un paseo en el día que permita despejar la mente y cambiar de aire. Por eso, durante Semana Santa, opté por descubrir unos de los reconocidos circuitos turísticos de la provincia de Córdoba: los puentes colgantes de las Altas Cumbres.

A poco más de 30 kilómetros de Villa Carlos Paz, por la Ruta Provincial 34, se llega a un pequeño cartel –ubicado a mano derecha– que indica el acceso a Copina y al camino de los puentes colgantes. El recorrido de 21 kilómetros se hace por una calzada de tierra, que en algunos tramos tiene barro, debido a las múltiples vertientes que hay en la zona.

Al transitar los primeros tres kilómetros, hay un pequeño poblado donde la tarde transcurre apacible y un señor sentado en la vereda saluda alegremente. Un viejo y pintoresco comedor se ofrece en una curva, pero el paseo recién arranca y todavía hay mucho que recorrer.

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El recorrido de 21 kilómetros se hace por una calzada de tierra, que en algunos tramos tiene barro, debido a las múltiples vertientes que hay en la zona. Foto: Vanina Bocco.

Un testimonio de la historia

Este camino de los puentes colgantes –que va de Copina a El Cóndor– forma parte de la antigua ruta que se hizo para unir el Valle de Punilla con el de Traslasierra. Una construcción muy reclamada por el Cura Brochero a las autoridades de la época y que comenzó a construirse a principios del año 1915. Los obreros fueron abriendo el camino con herramientas de mano y explosivos, dibujando un serpenteante trayecto con precipicios, grandes paredes rocosas y los famosos puentes que protegían el curso de los arroyos.

Esta obra de infraestructura vial fue una de las más importantes de ese tiempo y terminó de construirse en 1918. Una construcción que no solo serviría a la conexión de los pueblos, sino que, con el correr de los años, atraería a turistas, y hasta sería uno de los tramos de la edición argentina del Campeonato de Rally mundial.

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Hacia 1015 los obreros construyeron el camino con herramientas de mano y explosivos. Foto: Hernán Amuchástegui.

Desandando la vieja ruta

El primer puente se encuentra en desuso, sus pilares construidos en piedras y su pasarela de metal oxidado se amalgaman con el paisaje del otoño serrano. A un lado de la calle, una cascada irrumpe con el entorno y parece salida de una postal selvática. Su vegetación bien verde resalta entre los pastizales clásicos de la región. En su curso, una nueva caída de agua pasa debajo de la calle y sale en las inmediaciones del puente. 

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Foto: Vanina Bocco

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Foto: Vanina Bocco

El camino continúa sinuoso y ofrece panorámicas en las que se puede ver el lago San Roque, la ciudad de Villa Carlos Paz, la ruta de las Altas Cumbres y, entre medio, la inmensidad de las sierras.

Un nuevo puente se erige entre unas de las quebradas más altas. A sus lados se pueden ver dos cascadas: a la izquierda se observa  una que aparece entre las piedras más elevadas y que trae el agua de un arroyo que costea el camino; y, a la derecha, mirando hacia abajo del puente, se abre paso otro salto de agua que, a unos 20 metros aproximadamente, forma una olla y sigue su curso. Este puente –como los siguientes– sí se encuentra transitable, ya que todavía conserva su pasarela de madera que, aunque da algo de impresión la forma en la que cruje, todavía es usado con normalidad. En las grandes rocas que hay a sus alrededores, se puede subir con facilidad para obtener panorámicas más amplias aún, que permiten admirar los valles, las sierras y los otros puentes que siguen en el camino. También se puede encontrar algún lugar para sentarse a tomar y comer algo, eso sí, hay que llevarse todo lo que se desea consumir porque, pasando el primer poblado, no hay comercios hasta el final del trayecto.

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Foto: Vanina Bocco

El atardecer comienza a manifestarse entre las nubes atravesándolas con una franja de luz naranja.  Todo se oscurece y todavía hay muchas personas dando vuelta: caminando, sentados charlando, buscando algún lugar para acampar y, a lo lejos se escucha alguien que canta “El tren del cielo” de Soledad, quizás inspirado por el paisaje.

El camino de regreso es necesario hacerlo con mucho cuidado, ya que es un trayecto angosto, sin señalizaciones y con muchas curvas. En el horizonte se ven las luces que delimitan a Villa Carlos Paz y pasando el cordón montañoso, la gigantesca ciudad de Córdoba.  Atrás quedan estos puentes que, con más de un siglo de antigüedad, son un testimonio de la historia y del esfuerzo de los pobladores que, a costa de reclamos y de su propia fuerza, lograron abrirse paso y conectar dos de las zonas más emblemáticas de la provincia.

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