“En el fútbol hay lugar de sobra para la nobleza y la amistad”

El escritor y periodista uruguayo Carlos Abin reflexionó sobre el amplio universo que atraviesa este deporte que tanto apasiona a los rioplatenses.

Deportes 04/03/2018 Marcos J. Villalobo Marcos J. Villalobo
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Abin participó en numerosos seminarios y talleres, y actuó como conferecista, panelista expositor o relator en diversos eventos internacionales.

Aroma a barrio, a potrero, a camisetas transpiradas con pasión, defendidas por compinches, por amigos... a pelota de fútbol; así son las narraciones de Carlos Abin. Sus textos emocionan, enseñan, cuentan historias sentidas, que atrapan. Dialogamos con este gran escritor uruguayo dentro de esta propuesta de seguir pensando el fútbol desde la literatura y dejó respuestas que hacen pensar y sonreir; porque Carlos Abin es Doctor en Derecho y Ciencias Sociales, secretario en el Consejo Directivo de la ONG Instituto del Tercer Mundo, y un escritor fenomenal.

- Javier Marías dice:"El fútbol es la recuperación semanal de la infancia". Y entonces pienso en su cuento sobre la ‘travesura’ de dos hermanos en "Al ángulo superior derecho". ¿Es así? ¿Coincide con lo que dice el escritor español?
- Comencemos por aclarar que en “Al ángulo superior derecho” no se relata ninguna travesura, sino la ejecución futbolera de un justo castigo a una vecina odiosa. La base de esa historia es absolutamente real y ella constituye un capítulo importante de nuestras biografías (la de mi hermano Luis, autor del pase, y la mía, insigne cabeceador). No era cosa sencilla defender nuestro amor al balón y nuestra necesidad de jugar con él, de las ínfulas y los exabruptos de aquella señora rezongona, chismosa y mala onda. Hasta cierto punto coincido con Javier Marías. Cada partido que vemos por TV o que escuchamos por radio, con más razón cada partido que presenciamos en la cancha, arrastra un componente lúdico y un conglomerado de emociones que sí, tienen sus raíces en la infancia y de alguna manera se reviven o “recuperan” los fines de semana de fútbol. Pero creo que todos quienes jugamos al fútbol en nuestra infancia –hasta el agotamiento o hasta que la oscuridad hacía invisible la pelota-, tenemos otras experiencias, otras emociones, otras historias que recuperar. No he encontrado hasta ahora más que dos formas de hacerlo: reunido con mis hermanos o con mis amigos –mate al medio, o vino en la vuelta- recordar anécdotas, situaciones, jugadas... La otra es la que me ha traído hasta las páginas de esta publicación: la literatura. Dicen que la narrativa siempre es, de una forma u otra, autobiográfica. Sea, pero para mí los es mucho más cuando escribo historias de fútbol. Las escribo por eso, para revivir aquello que tanto disfruté y sufrí, que tanto me conmovió.

CARLOS ABIN


- Si pudiera volver el tiempo atrás y le dan a elegir regresar a un día de futbolero. ¿Cuál elegiría y por qué?
- ¡Claro que puedo volver el tiempo atrás! Ya lo he hecho muchas veces, y a mi día futbolero por antonomasia ya regresé: relea “El último penal”, está ahí. Y en el “otro” fútbol, el profesional, el de las estrellas, hay dos días marcados en mi vida. El que cada tanto repaso escuchando el relato grabado de los goles: la victoria de Peñarol sobre River Plate en Santiago, en la final de la Libertadores, aquel maravilloso 4-2 conquistado “de atrás” y “a lo Peñarol”. El otro, es un día que recuerdo con dolor. Le llamaron entonces “el partido del siglo”. Fue en 1954, en el mundial de Suiza, yo tenía 7 años, Uruguay cayó en el alargue contra Hungría y yo no paraba de llorar, nunca había oído que Uruguay pudiera perder un partido...

- En el cuento "En el área chica", hace referencia a cuando dos amigos se tienen que enfrentar en un partido. ¿El fútbol en nuestros pueblos es quizás una de los mejores exponentes de la amistad?
- La amistad es un vínculo noble entre dos seres humanos, el fútbol es el deporte más hermoso que ha creado la mente del hombre. En todos los órdenes de la vida, como en todas las actividades podemos mantenernos a la altura de la nobleza de la amistad o estropearla, depende de nosotros mismos, de nuestro valores, de nuestras fidelidades. En el fútbol hay lugar de sobra para la nobleza y por lo tanto para la amistad.


- En el célebre cuento "El césped", de Mario Benedetti, habla de dos amigos que se enfrentan, con un trágico final. Es duro enfrentarse a un amigo en un partido de fútbol, pero, tal vez. ¿No es sí cuando se es hincha?
- Seguramente es más fácil ser amigo de aquellos que vibran con los mismos colores que nosotros, o –cuando practicamos fútbol- de nuestros compañeros de escuadra. Pero los jugadores adversarios y los hinchas de los otros equipos, -en particular los de ese en que usted está pensando ahora y que es la némesis del que usted ama- son tan dignos de nuestra amistad como cualquier otro. Y tienen una virtud adicional: son los que ponen a prueba la dimensión real que las palabras “amigo” o “amiga” tienen para nosotros, pues las someten constantemente a las vicisitudes de la discordia.


- En su cuento "El ultimo penal" pasa al revés, dos ‘enemigos’ en el fútbol que con el tiempo se vuelven amigos. Además, allí hay una pintura de la época que le tocó vivir a su país. Confieso que me emocionó leer ese cuento. ¿Qué le sucedió a usted en el momento de escribir ese relato tan fuerte?
- No diría que el Lalo y el Mochila eran enemigos. Creo que eran adversarios solamente y que la rivalidad que se expresaba con tanto vigor en la cancha, en particular en aquel partido, tenía orígenes y condimientos totalmente ajenos al fútbol. Lo interesante de esa historia es que ambos fueron capaces de superar los abismos que los separaban y elaborar, sobre bases tan valiosas como la compasión, la responsabilidad social, en fin, la gratitud, un vínculo de calidad ética superior. ¿Qué sentí cuando lo escribí? Esa historia, mi amigo, es auténtica, real. La reviví paso a paso, temblando. No podría decirle nada más.

Carlos-Abin


- Fue embajador de Uruguay en Italia. ¿Qué diferencia hay entre el uruguayo y el italiano a la hora de concebir la pasión por el fútbol?.
- Las diferencias que he alcanzado registrar no tienen relación con la pasión por el fútbol, que es esencialmente semejante, están en otro lado: en la realidad económica del deporte en uno y otro país y en la realidad demográfica de ambos. El fútbol uruguayo es un milagro. Subsiste contra todos los vaticinios y contra casi todas las reglas de la razón. Y es, sin embargo, el más laureado del planeta: ganó dos campeonatos olímpicos (1924 y 1928) que la FIFA ha reconocido como equivalentes a sendos torneos mundiales; ganó dos campeonatos del Mundo (1930 y 1950); hizo suyo el Mundialito (1980) y obtuvo 15 veces (más que ningún otro país) el campeonato sudamericano de selecciones. 20 títulos de primera categoría, ¿quién puede ostentar una trayectoria similar? Y todo eso para un país de no más de tres millones y medio de habitantes. ¿Se nota esta otra cara del mismo milagro?


- ¿Las generaciones que están apareciendo en Uruguay siguen idolatrando a Obdulio Varela?
- No lo creo. Seguramente muchos de los más jóvenes no saben bien quién fue Obdulio. Maracaná ocurrió hace 65 años, la mayoría de quienes vivieron esa hazaña ya no están en este mundo. Quienes forman parte de mi generación –yo tenía 3 años en 1950- recuerdan lo que les contaron con mucha fuerza y color sus mayores, pero difícilmente puedan poner la misma carga emotiva, la misma pasión, al reproducir aquellos relatos para sus hijos y sus nietos. Vivimos en una época en la que no suele haber tiempo para detenerse a contemplar el pasado, donde la presión de la inmediatez es muy exigente y obliga a la gente a focalizar la atención en el aquí y ahora, a lo más en el “dentro de un rato”. Las gestas del ayer tienen otro ritmo, otras coordenadas, otros valores en muchos casos. Además, si me apura, le diría que estoy seguro que el Negro Jefe con su grandiosa humildad prefiere que sea así, que no le den tanta importancia, que no lo devuelvan al primer plano tan seguido. Lo miro. Lo tengo al lado, en un magnífico dibujo de Hogue, en mi escritorio. Lleva la pelota bajo el brazo, como cuando enfrió el partido en 1950 ante doscientos mil brasileños eufóricos y vociferantes. Juro que recién me hizo una guiñada como diciendo “tenés razón Carlitos, deciles que me dejen en paz”.


- ¿Quién fue para usted el mejor jugador del mundo y por qué?
- He tenido el privilegio de ver jugar a Schiaffino, Puskas, Di Stefano, Bobby Charlton, Pelé, Falcao, Garrincha, Eusebio, Maradona, Messi. Cada uno fue, -o es, en el caso del último de los nombrados- en un momento, en un período de unos pocos años –a veces no más que de unos pocos meses-, en un contexto determinado, en una fase de la evolución del deporte, seguramente, el “mejor del mundo”. Y ahí me detengo, la prudencia me lo aconseja. Ahora bien, la referencia individual –la pregunta alude a “el” mejor jugador- permite suponer que se consulta mi opinión acerca de quién ha sido el mejor jugador de todos los tiempos. A esta interrogante debo responder que me temo que no sabría decirlo, por la simple razón de que no creo que sea posible comparar entre sí a todos quienes en algún momento, en algún pasaje de sus carreras han brillado circunstancial o temporalmente por encima de todos los demás... El “mejor del mundo de todos los tiempos” no hay, a mi juicio, ninguno.


- De los autores que escribieron sobre fútbol, ¿Cuáles son los que más le gustan y por qué?
- Me gustan Mario Benedetti, Osvaldo Soriano, el Negro Fontanarrosa, y Eduardo Sacheri. ¿Por qué? Porque son buenos, son auténticos, escriben bien, tienen ternura y amor por los seres humanos, dos elementos imprescindibles para mí. En realidad la respuesta anterior es un poco pretenciosa. Tendría que decirle la verdad, me gustan porque sí. Yo le pregunto a usted, suponiendo que le gustara el dulce de leche, ¿por qué? A qué me contesta “porque sí” o “porque es rico”. Punto y afuera. Esto es más o menos lo mismo: creo que me gustan porque me gustan y chau.


- Leí una entrevista donde usted dice que increíblemente la ficción futbolera es muy escasa en Uruguay. ¿Por qué cree que es así?
- Creo que durante mucho tiempo las elites intelectuales del Uruguay no consideraron que este deporte fuera un tema adecuado o prestigioso como para tomarlo en cuenta. Naturalmente, se equivocaban. La importancia social del fútbol, su condición de componente inexcusable de la identidad nacional, la trama de valores y disvalores humanos que se pone en acción en torno a él –como ocurre en cualquier actividad que uno pueda imaginar-, nos están diciendo exactamente lo contrario. No lo vieron, estarían mirando para otro lado, es humano, me parece. El primero que rompió el maleficio fue Benedetti, con aquel fenomenal relato, “Puntero izquierdo”, que integra el volumen “Montevideanos”. Gol de Mario, uno de los grandes.

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(*) Publicado originalmente en la web del desaparecido diario La Mañana de Córdoba el 20 de marzo de 2015.

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